La victoria pertenece a los más tenaces, reza uno de los lemas que se pueden leer en los laterales de la Philippe Chatrier. Y el más tenaz de todos es Rafael Nadal, el tenista más grande de todos los tiempos y un deportista de leyenda. En un partido con muy poca historia, el mallorquín suma su decimocuarto título de Roland Garros y el vigesimosegundo grande de su colosal carrera. El noruego Casper Ruud, su rival y asiduo en la Academia, perdió por un incontestable 6-3, 6-3 y 6-0 en apenas dos horas y 18 minutos de partido, dominado desde la primera pelota por la mística de su rival. Nadal se ha superado a sí mismo y, como muy bien dijo Carlos Moyá en la víspera, se transforma a cada partido. Camaleónico como es, cuando parece que ya no le quedan fuerzas, las saca de no se sabe dónde, y rema y rema hasta llegar siempre a la orilla, ya sea Auger-Aliassime en octavos, Djokovic en cuartos o Zverev en semifinales, pese a la mala fortuna del alemán con la torcedura de tobillo que le obligó a retirarse.

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Los 14 Roland Garros de Rafa Nadal Agencias

Los números de la carrera de Nadal son tan impresionantes, tan gigantescos, que perdurarán en el tiempo. Se hace ahora mismo imposible creer que en el futuro, ni inmediato ni lejano, aparezca un tenista de este nivel estratosférico, capaz de ganar catorce veces un torneo de diecisiete participaciones, con solo tres derrotas en 112 partidos. Es tan superior a sus rivales en la tierra del distrito XVI de París, salen tan acomplejados cuando ven al otro lado de la pista la imponente figura del manacorí, y la historia de grandeza que arrastra, que acaban por rendirse, unos antes que otros.

Nadal posa con los recogepelotas del torneo. | // EFE

Casper Ruud, el joven noruego que se ha plantado en la final sin nadie esperarlo, posiblemente él el primero, no estuvo a la altura del nivel del evento. Desde la primera pelota Nadal aplicó a rajatabla la táctica que tenía preparada: continuos golpes al revés, lo más flojo del repertorio del nórdico, y evitar en lo posible su derecha, su mejor golpe, sobre todo el paralelo, no así el cruzado, con demasiados errores. Le funcionó a la perfección a Nadal su planteamiento, sobre todo en un primer set en el que fue muy superior. El escandinavo no solo jugaba contra Nadal, contra la historia viva de este torneo y del tenis, sino contra el público, que este año más que nunca ha apoyado al mallorquín empujado por el run run que ha corrido durante los quince días de la competición de que podíamos estar ante su última presencia en el Bois de Boulogne. Parecía por momentos Ruud un convidado de piedra, dando la sensación de haberse colado en una fiesta a la que no estaba invitado. Rompe Nadal en su primer turno al resto y Ruud le devuelve el break, más por deméritos del mallorquín, con dos dobles faltas, que por lo que hizo el noruego. Fue un accidente. Al cuarto juego vuelve a romper Nadal y ya no perdería su servicio en este primer parcial (6-3). Los momentos de rebeldía le duraban muy poco a Ruud, que jugaba con un excesivo respeto, el que le ha tenido desde pequeñito y tras verle en directo en la final de 2013 ante David Ferrer, con quince años.

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Los 22 Grand Slams de Rafa Nadal Agencias - Archivo

El segundo set tuvo tan poca historia como el primero. Igualdad hasta el cuarto juego, en el que Ruud rompe el servicio de su rival. Pésima decisión. Con ello despertó a la bestia, que encadenó cinco juegos, dos de ellos en blanco a su servicio. Del 3-1 se pasó en un visto y no visto al 6-3, rubricado con una doble falta del noruego, cada vez más desesperado ante la falta de soluciones, sin saber que tal vez no las hay ante Nadal. La final, a la que evidentemente le faltaba chicha, estaba decidida y se prolongaría el tiempo que el de Manacor decidiera estar en pista.

Corre la pelota

A la fiesta de Nadal hacía tiempo que se había unido el sol, siempre su aliado. La pelota le corría como le gusta, el pupilo de Pedro Clar ya se daba por vencido y todo estaba saliendo a pedir de boca. Después de tres partidos de máxima exigencia, con más de once horas en pista, la final fue lo más parecido a un entreno. Con el primer juego del tercer set, Nadal se anotó un 6-0, tras los cinco consecutivos del parcial anterior. La final era ya una cuenta atrás. La secuencia de juegos seguidos se alargó hasta los once, el mejor resumen de lo que fue el partido. La final era lo más parecido a una humillación.

Ruud, al que además de tenis le falta una pizca de mala leche para rebelarse cuando le vienen mal dadas, se une a la lista de ocho jugadores que han cedido ante la tiranía de Nadal en las finales de Roland Garros: Puerta, Federer (4), Djokovic (3), Ferrer, Wawrinka, Soderling y Thiem (2). Empezó ganando con 19 años recién cumplidos y lo sigue haciendo con 36 y dos días, convirtiéndose en el campeón de Roland Garros más veterano de la historia, y el cuarto más mayor en ganar un grande tras Rosewall por dos veces (ganó Australia con 37 años y dos meses) y Federer (Australia con 36 años y seis meses).

Después de haberse visto obligado a parar por las lesiones, este título vuelve a sorprender al mundo. Ya lo hizo en febrero al conquistar su segundo Abierto de Australia y ahora, con gran sufrimiento, y siempre pendiente del estado de su maltrecho pie, lo ha vuelto a hacer. La pelea por ser el más grande de la historia continúa. La rivalidad entre Nadal y Djokovic protagonizará un nuevo capítulo en Wimbledon, donde el serbio parte como claro favorito. Da lo mismo si el mallorquín acude o no al grande de hierba este mes de junio. La cruenta batalla se libra en la pista, pero también fuera de ella, en un combate epopéyico.

Nadie mejor que Gustavo Kuerten, vencedor tres veces en París y a los 25 años de su primera victoria, para entregar al más grande la Copa de los Mosqueteros, la decimocuarta. ¿Quién es el valiente que se atreve a decir que será la última?