El Real Madrid venció por 81-66 a un Barça maniatado por la defensa estajanovista del equipo blanco y que, privado de la anotación de Nikola Mirotic, fue quedándose sin argumentos conforme pasaron los minutos. Imprecisos, fallones y tensos los dos equipos. Así fue el inicio del choque. El preludio de una batalla en la que cada posesión fue oro puro. Gabriel Deck abrió el grifo y Cory Higgins respondió con un triple. El Madrid siguió apostando por una defensa espartana, con cambios en cada bloqueo y cuando mejor le funcionaron las cosas fue cuando apostó por la verticalidad y el juego directo. Mejor con Adam Hanga que con Sergio Llull. Cada pequeña ventaja fue inmediatamente enjugada por el rival. Nikola Mirotic apareció poco y Walter Tavares dominó como casi siempre. Un poco a tirones y sin continuidad en el juego, el Madrid se encontró con una decena de puntos de ventaja, 44-34 (min.19), para llegar al descanso con un 46-39.

Con los rebotes igualados, 17-15 para el Real Madrid, y los triples, 4 para cada equipo, las pérdidas azulgranas (11) comenzaban a pesar sobre la 6 del anfitrión. Pero la lucha estuvo en defensa, donde no se escatimó esfuerzo alguno y donde cada bloqueo fue un muro, cada intento de penetración como cruzar un campo de minas y cada rebote una odisea.

El paso por vestuarios no cambió las dinámicas de los dos equipos. El Real Madrid, muy asentado atrás y con buenos movimientos en ataque y el Barça, un poco desesperado, sobre todo su técnico, al no encontrar soluciones más allá de la efectividad de Kuric. El Madrid, tras alcanzar 13 puntos de renta, 55-42, entró en una pequeña crisis de ideas en ataque, que fue aprovechada por el Barça para acercarse a cinco. El último cuarto ahondó en las virtudes y defectos de unos y otros, pero el Madrid decidió congelar el balón y los rebotes ofensivos y las pérdidas azulgranas le ayudaron en esa tarea. El Barça poco a poco fue bajando los brazos y el Real Madrid llegó a un plácido final que le pone 2-1 en la serie. A una victoria del título.