Andaba el ciclismo francés al nivel del español y el italiano, es decir, volviendo del Tour de Francia sin ninguna victoria en el saco. De hecho, desde 1903 nunca se había dado el caso de que tres de los países con mayor tradición ciclista, Francia, Italia y España lograran cero victorias en la Grande Boucle. Se apuntaba al italiano Filippo Ganna, si recuperaba la inspiración, este sábado en la contrarreloj final. Y en eso apareció Cristophe Laporte, saltó como si no llevase cadena, y ganó la antepenúltima etapa. 

Solo el Jumbo podía dar tal alegría a esta afición francesa que no se cansa de llenar cada día las cunetas, vestirse con las camisetas propias de la carrera, que va regalando la caravana publicitaria, más de 400 vehículos, que precede cada día a los ciclistas. Seguidores que aman el Tour como cuidan sus monumentos, al detalle y tratando que nada se deteriore.

Laporte rompió el guion de lo que parecía una 19ª etapa preparada para que se luciera por penúltima vez uno de los velocistas clásicos de la carrera. De hecho, él lo era cuando corría en el Cofidis, pero aquí en el Tour ha llevado el mono de trabajo del Jumbo, para ayudar a Jonas Vingegaard en los tramos llanos de la carrera. Y, este viernes, en el día que Wout Van Aert se descolgó para guardar fuerzas de cara a la contrarreloj final, Laporte como si fuera un hombre bala se lanzó hacia la victoria para que toda Francia saltase de alegría con uno de sus hijos ciclistas.

Bernard Hinault, 1985

Nunca pierden la fe y eso que desde 1985 no ganan el Tour. Lo hizo aquel año Bernard Hinault y desde entonces, como si un gafe francés persiguiera a la carrera, se han quedado con las ganas, algún podio, como hicieron últimamente Romain Bardet y Thibaut Pinot, y tenerlo tan cerca con Julian Alaphilippe hasta que Egan Bernal dio la vuelta a la prueba en 2019 a tres días de París para quitar el jersey amarillo al corredor francés y ahora bicampeón del mundo.

Sucedió el día en el que Tadej Pogacar aprovechó casi el único repecho que encontró en la carretera, a 33 kilómetros de Cahors, para atacar; un pequeño intento que neutralizó Van Aert a las órdenes de Vingegaard.