Tenis - Abierto EEUU

Las angustias de Nadal

El tenista mallorquín alcanza la tercera ronda del torneo neoyorquino sobreponiéndose a “muchas cosas que a veces son difíciles de gestionar”

IDOYA NOAIN

Nueva York

Los marcadores y los cuadros solo cuentan una parte de la historia. Los de Rafael Nadal a estas alturas del Abierto de EEUU dejan por detrás dos partidos ganados a cuatro sets, uno frente a Rinky Hijikata y otro con Fabio Fognini. Lo sitúan ya en tercera ronda, donde hoy se mide a Richard Gasquet, un buen amigo al que se ha impuesto en sus 17 encuentros anteriores y que es la siguiente prueba que el balear tiene que superar en este camino de cemento que podría acabar en su quinto título en Nueva York, el grande número 23 de su palmarés.

Hay, no obstante, otra parte de la historia. Posiblemente es la más importante en este momento para Nadal. Y es la que mejor explica lo visto hasta ahora en Flushing Meadows y, especialmente, en el partido inusualmente tosco que disputó el jueves por la noche frente a Fognini. Porque tras un principio que reconoció un “desastre”, uno que en la pista le llevó incluso a decirle a su equipo que estaba con “ansiedad”, siguió adelante y acabó resolviendo, desplegando esa capacidad suya para “no frustrarse y no desesperarse”, aceptando “con humildad los errores” y sin castigarse.

Pero en ese encuentro accidentado, y no solo por un desafortunado golpe con la raqueta en la nariz, cobraron forma los “momentos difíciles” que reconoce estar atravesando el mallorquín.

Problemas físicos

Están, por supuesto, las cuestiones físicas. Son, como dice, “muchas cosas que no te permiten tener continuidad”. Y ahí puede enumerar: la costilla rota, el pie que le tenía “destrozado” antes de conquistar Roland Garros y que solucionó “más o menos”, la rotura del abdominal que le obligó a retirarse del torneo de Wimbledon...

Esa última lesión ha dejado más que esquelética su preparación en competición, con solo un partido en Cincinnati antes de llegar a Nueva York. Le ha impuesto ajustes, como un cambio en el servicio, tirando la bola un poco más baja para poder evitar un gesto mucho más agresivo que ponga en riesgo la recuperación. Y le obliga a ir «con pies de plomo».

Pero Nadal no lo oculta. Hay más. Y más vital. Lo que para el público o los medios son noticias sobre el ingreso hospitalario de su esposa, María Francisca Perelló, por complicaciones en el embarazo mientras él estaba ya en Estados Unidos, para él es una situación personal complicada. Porque su esposa “está bien”, como dice saliendo al paso a “según que tipo de informaciones en la prensa acerca de su estado”, pero “al final son situaciones que a veces son más difíciles de gestionar cuando uno está lejos de casa”.

Todo suma, todo resta. Y por eso Nadal va “paso a paso”. Intenta estar “con calma, con la máxima ilusión posible” y “centrado en lo que tengo que estar”. Pero a veces, como explicaba el jueves de madrugada, «tampoco las cosas son tan fáciles». “Para mí es un reto y asumo el reto”, decía.

Por ahora sigue en competición en Nueva York. Sabe que “significa mucho seguir con vida” después de un partido como el de Fognini, donde solo la determinación y algo de “suerte” le permitieron escapar “de una situación límite”. Y hace lo que responde a su naturaleza de persona positiva. “Las cosas salen a veces, y a veces no”, dice, “pero la confianza, o mejor dicho, la esperanza, no la pierdo hasta que estemos fuera”. Y ahora, incluso en estos momentos difíciles, no lo está.

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