Treinta y cinco disparos y solo dos goles. Lo que se vivió en el Bernabéu fue una orgía futbolística que rozó el gatillazo. Y si no terminó mal fue solo por la ingenuidad de un Shakhtar que no se lo acabó de creer. Benzema sacó la batuta y dirigió a Rodrygo, Vinicius y Valverde en una noche que sugería goleada y terminó en una digestión pesada. Un final feliz que rozó el susto mayúsculo.

Quiso Ancelotti enviar un mensaje a sus jugadores, y quien sabe si también al rival, con su elección del once. A los suyos, y más tras el tropiezo ante Osasuna del pasado domingo, les advertía que no se pueden relajar y hay que salir con todo. A los ucranianos les honraba, en los difíciles tiempos que viven, presentando su alineación más glamurosa. Con la baja del lesionado Courtois y con Modric en el banquillo administrando su regreso tras superar unos problemas, Lunin y Valverde se asomaban al once. Arriba Benzema salía escoltado por Rodrygo y Vinicius, un violín y dos guitarras eléctricas. El Shakhtar apostaba por el talento de sus diamantes: Shev, Mudryk y Zubikov.

Entendieron los jugadores el mensaje de Carletto acorralando a los del Donbás en su área. Y pronto derribaron la empalizada de los mineros porque a los trece minutos Rodrygo, que cedió el carril derecho a Valverde y operó a la espalda de Benzema, coronó una pared en el balcón del área clavando su derechazo en la red. El brasileño, sin tener la exuberancia de Vinicius, se ha ganado titularidad a golpe de goles y con un fútbol asociativo que casa perfectamente con el Stradivarius de Benzema.

Ancelotti respiraba aliviado reconociendo al Madrid de las noches de Champions. Atacaba con balón, apretaba sin él, se divertía, tenía ocasiones... El segundo gol fue música clásica con una jugada coral de primeras con Valverde, Benzema, Rodrygo y Vinicius, quien cruzó el balón a la red. La Sinfónica de Ancelotti contaba con la complicidad de un Shakhtar extremadamente indolente. Solo el portero Trubin, que salvó cuatro goles en la primera parte, mantenía vivo a su equipo. Sobre todo tras una contra en la que el descaro ucraniano terminó en gol de volea de Zubkov, con notable enfado de Carletto. Se volvía a meter el Shakhtar en el partido ante un Madrid que fallaba con el estoque.

Del monólogo al asedio

Si la primera parte fue un monólogo, la segunda fue un asedio. Los blancos mostraron el colmillo que les faltó en la primera para cerrar el encuentro ante la resiliente muchachada ucraniana. Pasaban los minutos y se enrarecía el ambiente. Mudryk se plantó ante su compatriota Lunin, pero le sobró un recorte. Y Trubin seguía ganándose el sueldo: Valverde, Alaba, Benzema, Rodrygo... Sin recursos ofensivos en el banquillo, Ancelotti veía cómo su delantera de gala no finiquitaba un partido en el que desperdiciaba ocasión tras ocasión.

No había nada que echar en cara a los madridistas salvo su falta de acierto. Y el Shakhtar sacó lo que le quedaba en el banquillo buscando el empate con Sikan, autor de un hat-trick en la última jornada de liga. Los Cuatro Magníficos blancos (Benzema, Vinicius, Rodrygo y Valverde) seguían divirtiéndose, alcanzando los 35 disparos, pero la ceja de Ancelotti seguía levantada. En los últimos minutos los mineros se estiraron y llegaron al área de Lunin generando sensación de peligro. Asensio y Camavinga ponían piernas frescas, pero el equipo estaba con el susto en el cuerpo. Nunca un partido tan desequilibrado terminó con tanta inquietud en la grada y en los banquillos.