El Atlético salió al Metropolitano con la absoluta seguridad de que solo valía un triunfo ante el Leverkusen para seguir vivo en Champions. Por si alguien tenía dudas, el Oporto se encargó de disiparlas goleando al Brujas. Lo que el equipo de Simeone no pudo hacer ni por asomo. Al revés, se estrelló contra el muro belga. “Lo único bueno es que tenemos que ganar”, se resignó el Cholo.

Pero no lo consiguieron. No pudieron pasar del empate ante el conjunto de Xabi Alonso en lo que fue un 'harakiri' colectivo. Cuando era un difunto, el VAR quiso rescatar al Atlético, pero ni así fue capaz de quitarse el olor a muerto. Carrasco falló un penalti fuera de tiempo. Su disparo lo escupió el larguero. Después, dos rebotes vomitados. Innecesarias prolongaciones del sufrimiento que sirvieron de colofón a un duelo triste que terminó con otro equipo español en Europa League (siempre que la asegure en la última jornada).

Película de terror

La primera parte fue una piscina de pirañas. El Leverkusen desnudó al Atlético a través de una presión con la que le hizo caer una y otra vez en el error. Fue una película de terror. No habían transcurrido ni diez minutos cuando Griezmann cometió una frivolité, intentando salir de caño. Andrich le sustrajo el balón y lo convirtió en una asistencia para el endemoniado Diaby, que definió por la escuadra. El galo era imparable.

El plan de partido de Simeone se desmoronaba. Su equipo era incapaz de cementarse contra un rival que compensaba su malestar defensivo mordiendo en la salida de balón. El Atlético intentó mutar para no perder los papeles. La grada quiso tener paciencia. Carrasco empató con un disparo raso al primer palo con el que culminó una buena jugada trenzada entre Correa y Griezmann.

Quedaba todo un mundo por delante, pero el gol no trajo calma al Atlético. Su campo era un buscaminas. Los rojiblancos se descosían cada vez que los perros de presa alemanes salían en busca de un cuero suelto. No necesitaban estar en campo contrario para hacer daño. Al borde de la media hora, Amir reivindicó el carterismo para asistir a Hudson-Odoi dentro del área. 

Las fugas del barco atlético eran innumerables. Xabi Alonso, que olió sangre, pidió retorcer el brazo magullado del contrincante. Exigió más presión, consciente de que el rival estaba contra las cuerdas. La frecuencia cardiaca del Atlético se quebró con otra ocasión de Amiri de Tasmania. Oblak tuvo que poner el pecho en una intervención trascendental. El Atlético estaba a merced de su rival.

Reacción insuficiente

Simeone intervino en el descanso. Dio entrada a Saúl y Rodrigo De Paul, que consiguió la igualada tras la reanudación. El argentino salió del purgatorio con un disparo colocado desde fuera del área. El Atlético no dejó dormir un encuentro que empezaba de nuevo. Desde la banda se pedía calma y presión a la vez. Las contrariedades lógicas de un partido a vida o muerte. El Metropolitano elevó los decibelios y los locales respondieron con una mayor verticalidad.

El ring se convirtió en un correcalles, un estado irreversible cuando hay tanto en juego y que jugadores como Nahuel Molina supieron entender. Griezmann quiso sacudirse del error primero con dos ocasiones claras que confirmaron el cara a cara. El Atlético estaba en un buen momento. El balón estaba mucho más en el área del Leverkusen que, sin embargo, seguía manteniendo fuerzas para armar contraataques que sembraban el pánico. Daba miedo ir a tumba abierta, pero no quedaba otra.

Un remate acrobático de Griezmann mostraba el camino. Se necesitaba una genialidad, porque el Atlético se estaba volviendo previsible y caminaba por un precipicio donde Oblak volvió a agarrar el cuerpo colchonero, que tenía el agua al cuello. Simeone le dio a Joao Felix la oportunidad de ser héroe de última hora. El partido todavía tenía un final más cruel que el de ser víctima del desacierto defensivo.

Con el combate ya terminado, Turpin fue al VAR y decretó un penalti por mano. Carrasco tenía en sus botas devolverle la vida al equipo. Era el único modo, a deshora, de corregir el destino. Pero el Atlético murió del modo más terrorífico. Falló la pena máxima. El larguero escupió los sueños. Dos rebotes y el balón en otro planeta. Lejos de la clasificación, con el estadio volcado en una miseria colectiva. Nadie entendía nada. Se reclamó la repetición del lanzamiento. Pero lo único que se reeditará será una pesadilla que empieza en once metros y termina en una temporada malgastada.

Ficha: Atlético 2-2 Leverkusen

Atlético: Oblak, Nahuel Molina, Giménez (Joao Félix, m. 87), Hermoso (Saúl, m.46), Reinildo, Kondogbia, Witsel, Correa (De Paul, m. 46), Carrasco, Griezmann y Morata (Cunha, m.61).

Leverkusen: Hradecky; Kossonou, Tapsoba (Tah, m.61), Hincapié; Frimpong, Andrich, Amiri, Bakker, Hudson-Odoi (Adli, m.61), Hlozek (Fosu-Mensah, m.88) y Diaby (Paulinho, min.75).

Goles: 0-1: Diaby (m.9). 1-1: Carrasco (m.22). 1-2: Hudson-Odoi (m.29). 2-2: De Paul.

Árbitro: Clement Turpin (Francia). Amonestó a Xabi Alonso, Hradecky, Bakker, Hincapie, Giménez.

Estadio: Civitas Metropolitano.