Fútbol - Primera División

El Barça golea al Sevilla

El once de Xavi amplía a ocho puntos su ventaja respecto al Madrid

Raphinha celebra su gol en el partido. |  // EFE

Raphinha celebra su gol en el partido. | // EFE / Joan Domènech

Joan Domènech

Con un empate arrancó la primera vuelta el Barça y, lanzado ya el equipo, comenzó la segunda con una victoria que acredita su buena marcha. Convincente victoria por el resultado y por la derivada que tenía: supuso un acelerón porque venía acompañada con la derrota del Madrid. A ocho puntos se distancia el conjunto barcelonista, que desde su caída en el Bernabéu, allá por octubre, ha sumado diez triunfos y un empate.

Va embalado el Barça, inalcanzable para sus perseguidores (fallaron el Madrid, la Real Sociedad, el Atlético, el Villarreal y el Betis) y el entrenador va sumando futbolistas para la causa. La de ayer la gestaron tres que eran secundarios en agosto y mostraron su mejor perfil. El que se espera de cualquier jugador de Barça y el que necesita cualquier equipo que aspire a ser campeón con la aportación de hasta el último suplente.

Marcaron Alba y Gavi, que aún no se habían estrenado en la Liga, y a ellos se sumó Raphinha. Goleadores inusuales para firmar tres golazos por su ejecución y que dijeron mucho del estado de gracia de este Barça. En el primero apareció Kessié para hacer una pisadita en el área, de espaldas al marco, y habilitar a Alba solo frente a Bono. Luego apareció el brasileño de verdad, el único del vestuario, con un pase diagonal que Gavi solo tuvo que empujar a la red y cerró el círculo barcelonista aprovechando la asistencia de Alba.

Tres goles le había endosado el Barça al Sevilla en el Pizjuán y tres más le cascó en el Camp Nou. Entonces no mostraba el cuadro andaluz tantas miserias, como tampoco se vio al once de Xavi tan intratable como si lo fue meses más tarde.

Frente a un equipo muy menor, y el actual Sevilla lo es, al Barça le costó atacar a un equipo muy encerrado, y el Sevilla se presentó como se presentó aquel Rayo que inauguró la Liga o cualquier equipo que se bate para evitar el descenso. Esa es la coyuntura de los hispalenses, atormentados por figurar en el tercio inferior de la tabla y a tres puntos del precipicio.

Un deplorable Sevilla con dos campeones del mundo en los laterales y sin ninguna ambición supo contener al Barça hasta que se diluyó con un gol. Los cinco defensas pudieron atender a los delanteros que, en verdad, les presionaban: Raphinha y Lewandowski. Ese es el problema que conlleva la fórmula de los cuatro centrocampistas con la pérdida de un efectivo delante. No contaron con las sorpresivas llegadas desde atrás, traicioneras, de Alba y Gavi para ejecutarles.

La marcha de Busquets produjo una recomposición general muy pronto de ese grupo compacto de los cuatro centrocampistas. Todos se movieron de sitio, excepto Gavi, anclado en la banda izquierda, para que se acomodara Kessié como interior derecho y De Jong ocupara el timón. Fue Kessié el primero al que miró Xavi, que desechó la opción de un Sergi Roberto que conoce mejor los mecanismos de esa zona tan sensible para la gestación del fútbol en la que se basa el Barça.

No hubo una acusada merma de fluidez propiamente, ni tampoco se perdió la capacidad del robo inmediato, cualidad que distingue al Barça y le ayuda en montar rápidos ataques sin ningún desgaste físico.

Pedri se vio en la tesitura de asumir la misión de arriesgar con los pases por la poca pericia de Kessié y el punto de aislamiento en el que se encontró Gavi, con el prudente De Jong siempre por detrás. Acabó de central, entre Araujo y Christensen por la ausencia de delanteros en el Sevilla una vez fue sustituido En-Nesyri en el descanso. Entraron Lamela y Bryan Gil, que se colocaron en las bandas, y no se notó. En el centro estaba Rakitic, rejuvenecido con más pelo, pero con menos peso en el equipo pese a ser el capitán. Entró luego Ocampos por Acuña, ya con el 1-0 porque iba a ser imposible puntuar arañar algo con esa actitud derrotista que desprendía el Sevilla.

La mayor presión que empezó a ejercer el once andaluz exigió al Barça una velocidad más, cuando lo que le interesaba era ir tirando sin que sucediera nada. Tuvo que recomponerse y volver al dispositivo defensivo inicial. De un modo y otro, sesteando y acelerando de nuevo el conjunto azulgrana siguió gobernando el partido y expresar su superioridad. No juega con 11, sino con 16 o 17 jugadores, y todavía falta alguno más para que el equipo mantenga esa velocidad que nadie puede igualar.