El pataleo

De Guti a Vinicius

Josep Pedrerol Director de ‘El Chiringuito’

Hace 17 años, ya ha llovido, Javier Aguirre, entonces entrenador del Atlético de Madrid, diseñó un plan para frenar al futbolista más genial y diferente de aquel Real Madrid: José María Gutierrez, Guti. Consistía en hacer faltas constantes para frenar su futbol, eso sí, sin que se notase demasiado. Algo leve y discreto, con diferentes infractores, para acabar el partido con once jugadores. Aquel día, Guti recibió diez faltas de los jugadores dirigidos por Javier Aguirre. Curiosamente, las mismas que sufrió ayer Vinicius en Mallorca. En el banquillo rival, claro, el mismo Javier Aguirre con alguna cana más y muchas batallas disputadas. El mexicano lleva en el fútbol casi tanto tiempo como el mismo fútbol: se las sabe todas, saca jugo a cualquier plantilla y es especialista en guerra de guerrillas, en que se juegue poco. El Mallorca, que dejó al Madrid muy tocado en Liga con su victoria, cometió 29 faltas. Y la mayoría, como decíamos, se las llevó una vez más Vinicius.

Su velocidad, potencia y habilidad le convierten en un futbolista extremadamente difícil de detener. La receta para hacerlo son marcajes ásperos, ayer se las vio con Maffeo y Raíllo, nada menos, y todo tipo de acciones al límite. Empujones, golpes, patadas...Pero hay más. Los rivales saben que el brasileño es de sangre caliente, no se achanta ni ante las patadas ni ante las provocaciones, y le buscan para sacarle del partido, para que proteste a los árbitros y acabe encendiendo a la grada del equipo rival. Sin ir más lejos, ayer, en un gesto que sobraba, mostró al público el escudo del Madrid cuando se retiraba en el descanso (Raíllo lo aprovechó y le devolvió el gesto). El brasileño tiene mucha personalidad, no hay duda, ya se echaba al equipo a la espalda en su primera temporada, con solo 18 años, cuando a los demás les quemaba el balón. Entonces le fallaba la puntería, asunto que ha mejorado y que le convierte en el jugador más temible del Real Madrid. Ahora sigue pidiendo la pelota sin parar y el objetivo del Mallorca era pararle con los pies, con los brazos, con los gestos y con las palabras y conseguir sacarle de quicio. A pesar de eso, fue el mejor de un equipo en el que resulta preocupante que un futbolista cercado por dos o tres rivales fuese el mejor.