La quiebra del régimen mundial
Alcaraz superó por primera vez a uno de los ‘tótems’ de su deporte en una final de Grand Slam, legitimando así su reinado - “Estoy orgulloso de mí mismo”, dijo

Alcaraz sale al balcón del club para mostrar su trofeo. | // PIM / daniel gómez alonso
daniel gómez alonso
Quinto set de una final, otra en Wimbledon, para la historia. Rompe Carlos Alcaraz el servicio de Novak Djokovic recién iniciado el parcial y se lleva el dedo a la oreja, en un gesto típico del serbio, que al otro lado revienta una raqueta contra el poste que sostiene la red. 16 años separan a los que, sin duda, son a día de hoy los dos mejores jugadores del mundo, la mayor diferencia de edad en una final de Grand Slam desde 1974. Y por momentos, el que parece más experimentado, el que mejor da la sensación de convivir con la tensión del momento, es el que acaba de dejar atrás la adolescencia.

El rey Felipe VI posa con Alcaraz y Djokovic. | // EFE / daniel gómez alonso
Se trataba, a priori, de un reto (casi) imposible para el murciano. Enfrente estaba el tenista más laureado de la historia, lo que en el mundo de los videojuegos se conoce como el final boss. El monstruo, un animal “hambriento” defendiendo su supremacía, y por extensión la del Big Three tras la retirada definitiva de Roger Federer y la temporal de Rafael Nadal. En el jardín de su casa, la pista central de Wimbledon, donde no había perdido ni un partido en los últimos diez años, donde podía igualar los ochos títulos del suizo y los 24 grandes de Margaret Court.
Y lo era, aún más, tras un primer parcial en el que un Nole de acero había pasado por encima del tenista murciano. 6-1, y un precedente que asustaba. Porque siempre que el serbio ganó el set inicial en Wimbledon (77 veces hasta ayer) se había llevado el gato al agua en Londres.
A todo ello se enfrentó, Alcaraz, uno de esos deportistas que, tirando de tópicos, no conoce de imposibles. A eso, y al recuerdo, reciente, de los nervios y la tensión que le agazaparon, según él mismo reconoció, cuando hace solo 37 días, también ante Nole y en un escenario similar como eran las semifinales de Roland Garros, tuvo que retirarse tras sufrir un episodio de calambres.
Estaba Alcaraz, llegados a este punto, en la última pantalla del videojuego, la que da fin a la historia, la más difícil, con todo en contra. A una bola del 2-0 en contra en el tie break, por el título del torneo más prestigioso del mundo del tenis, por el número uno y por algo más que todo eso. El relevo generacional, ansiado y deseado, tenía un nombre pero le faltaba una fecha, y el murciano, como en todo lo demostrado hasta ahora en su carrera, tuvo prisa por fijarla.
16 de junio del 2023. El día en el que Alcaraz, precoz como pocos y descarado como ninguno, legitimó todo lo construido hasta ahora en su disrruptora carrera y dio inicio, ahora sí, a su era. En Wimbledon, ante el serbio en cinco sets, y a la primera final que jugaba, algo que no ocurría desde que lo consiguió Federer en 2024.
Porque hasta ahora, y a pesar de que ya contaba con un US Open, cuatro Masters 1.000 y era el más joven de la historia en alcanzar el número uno, no lo sentía así. Porque se trataba de un botín desmesurado para sus 20 años pero que, en su cabeza, tenía un pero.
La mayoría de esos triunfos habían llegado sin Djokovic en liza, apartado en varios torneos por sus líos con la vacuna del covid. Un factor incontrolable para el murciano, pero que repicaba en su cabeza, sabedor de que contaba con todas las herramientas para hacerle daño y obsesionado con el momento de medirse cara a cara con él.
“Ganar Wimbledon de la manera en que lo he hecho y a una de las leyendas de nuestro deporte... Es lo que sueño, por lo que trabajo y lucho, es por lo que creo en mi mismo. Pensaba que podía ganarle, que estoy para imponerme a los mejores, y hoy lo he demostrado”, aseguró tras el choque, antes de rendir honores al rey derrocado. “Novak es un jugador increíble, que me ha inspirado mucho. Estoy orgulloso de mí mismo”. Ahora, una vez superada la última pantalla, el monstruo es él.
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