CHAMPIONS LEAGUE | ATLÉTICO 2 - 1 LEVERKUSEN
La fe de Julián Álvarez eleva al Atlético como uno de los mejores equipos de la Champions
Los rojiblancos, que jugaron casi todo el partido en inferioridad numérica por la expulsión de Barrios, remontan en un ejercicio de épica para meterse en el top-8 a una jornada del final de la liguilla

Julián Álvarez. / EFE
Dicen que la fe mueve montañas. Y en un equipo como el Atlético de Madrid, que lleva al extremo, para lo bueno y para lo malo, un lema que reza "nunca dejes de creer", todos están obligado a seguir el dogma de fe. Ante el Bayer Leverkusen de Xabi Alonso, los de Diego Pablo Simeone sufrieron, y mucho. Hasta el extremo. Pero tenían a uno que vale millones, sí, pero también va cargado de millones de fe. Julián Álvarez creyó como nadie podía hacerlo cuando todo estaba cuesta arriba, expulsión de Pablo Barrios mediante, y se inventó dos goles que meten a los rojiblancos entre los mejores equipos de Europa. En un top-8 que, de certificarse en la última jornada, tendrá mucho del 19.
No era un rival cualquiera el Leverkusen, lo que llevó a Simeone a tomar decisiones y olvidarse, de inicio, del 4-4-2 habitual en los últimos tiempos para volver al sistema de tres centrales y dos carrileros, al menos en la parcela defensiva. Salió del once Gallagher para dar entrada a Llorente, que ejercía en el centro del campo mientras Giuliano ejercía como lateral en defensa y como extremo al atacar. Además, regresó Giménez, que recuperó su sitio desbancando a Le Normand.
Ajustes que, aunque bienintencionados, desordenaron en los compases iniciales a un Atlético que venía acostumbrado desde octubre a jugar casi únicamente de una forma, y al que volver a la defensa de cinco le trastocó. Y eso es peligroso cuando enfrente está un rival que borda las trasnsiciones y que vuela imprimiendo un ritmo altísimo desde hace un par de años, coincidiendo con la llegada de Xabi Alonso.
Percutían sin parar Grimaldo y Mukiele, que llegaban muy liberados hasta línea de fondo ante sobre todo un Galán que sufría a su espalda. Y llegaban cargando el área los Wirtz, Frimpong y compañía, que hicieron trabajar a un Oblak que achicaba aguas como podía ante un equipo alemán que desarboló al Atlético en los primeros compases, demostrándole que todo lo bueno que se dice sobre ellos es merecido. Y que la misión de asaltar el top-8 iba a ser de todo menos fácil.
Roja a Barrios
Y más que se empinó el asunto cuando en el minuto 24 a Pablo Barrios, que venía siendo de lo mejorcito de la temporada en clave rojiblanca, midió mal e impactó de lleno con sus tacos en la pierna derecha de Frimpong. Resolvió Massa, el colegiado, con amarilla, pero el VAR le llamó para que reexaminara la decisión y, como no podía ser de otra forma, la cosa acabó en roja directa. Problemas. Más aún.
Si el Atlético apenas se asomaba al área alemana antes, tras la roja directamente es que desapareció. El partido se convirtió en un monólogo de un Leverkusen que, muestra de equipo grande, no se impacientó y redujo el ritmo decidido a madurar el partido a través de la superioridad numérica. Incluso parecía que le había sentado mal la roja, pero era solo un espejismo. Porque acechaban, listos para hincar el colmillo en el momento más oportuno.
En el descuento del primer tiempo, cuando el Atlético ya se veía en los vestuarios para reorganizar las ideas, apareció Hincapié, que de profesión es defensa pero que este martes pasó casi más tiempo en área rival que en la propia, para asestar el golpe. Salvó Giménez un remate del Bayer, pero el balón le cayó muerto a Mukiele, que la puso al segundo palo donde el central ecuatoriano cabeceó cruzado a la red.
Julián, Giuliano, Correa... y creer
El tanto señaló de nuevo a Galán, que ya no volvió en la segunda mitad. En su lugar entró Reinildo, con el que Simeone trató de tapar el agujero en el que se había convertido la banda izquierda rojiblanca. En esas andaba el Atlético, en tratar de minimizar daños, cuando Julián creyó en el milagro e hizo de las suyas a base de creer.
Persiguió un balón en el que solo él vio peligro, forzando el error de Tah, forcejeó con Grimaldo y la mandó a la red con un remate mordido, devolviéndo la esperanza con el empate a un estadio alicaído hasta ese momento con un gol que recordó, en casi todo, a otro 19 ilustre como fue Diego Costa.
De repente, casi sin buscarlo, el Atlético se vio de nuevo en la pelea. Y al ver el derroche de su delantero, presionando sin parar, sus compañeros no tuvieron más remedio que sumarse y creer de la misma forma. Así las cosas, el Leverkusen empezó a valorar si le valía el empate, y renunció a atacar, dando aire a las motivaciones rojiblancas.
Esas de las que, como Julián, va sobrado Giuliano, que para eso es hijo de quién es. Y a base de eso, de fe, le sacó una amarilla a Hincapié que supuso la segunda, igualando también el partido en cuanto a rojas se refería. Con 15 minutos por delante, el Atlético había pasado lo peor y se lanzó a tumba abierta a por los tres puntos.
Salieron al campo Lino y Correa. Y el último, otros que sabe de eso de creer hasta el último minuto, se alió con su compatriota para, ya en el descuento, remontar el choque y colocar al Atlético como uno de los mejores equipos de Europa. Quizás no el que mejor juega, pero si el que más fe tiene. Esa que carga, a sus espaldas, toda para él, Julián Álvarez, aunque la reparta.
"La victoria sieve para seguir creyendo en lo que hacemos, en lo que trabajamos, pero también en la humildad de este equipo", dijo al final, recalcando la palabra en la que se basa, al fin y al cabo, su existencia y la de su equipo. Tal para cuál.
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