Fútbol

Un Atlético escaso de ilusiones derriba por inercia al Valladolid

Julián Álvarez (2), Giuliano y Sorloth firman una victoria funcionarial que permite a los de Simeone mantenerse a tiro del Real Madrid

Sergio R. Viñas

Sergio R. Viñas

Madrid

Busca el Atlético de Madrid motivos para volverse a ilusionar, pero no termina de encontrarlos. Ya llegará el Mundial de Clubes, deben de pensar en la caseta. No ayudan partidos como el de este lunes, frente a un colista defenestrado, con la lluvia cayendo sobre el Metropolitano y (merece la pena insistir) en lunes. Lo resolvió el equipo de Simeone casi por inercia, gracias a dos goles de penalti de Julián Álvarez, otro de Giuliano y uno más de Sorloth frente a un Valladolid de cristal. Tres puntos funcionariales para defender la tercera plaza y mantener la amenaza al Real Madrid por la segunda. Ganar el título hace ya unas semanas que es una quimera.

El Valladolid le sirvió al Atlético para comprobar de primera mano que siempre hay uno que está peor que tú. Mucho peor en este caso, hundido el conjunto pucelano tras 11 derrotas y un empate en sus 12 últimos partidos, con dos jugadores (Luis Pérez y Latasa) por enzarzarse entre ellos en el banquillo en el encuentro anterior. Hundido y roto, en fin, camino de Segunda ya de remedio, con casi los mismos puntos (16) que la distancia que le separa de la permanencia (14), por mucho que en el Metropolitano compitiera con dignidad.

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El consuelo, si lo hay, para el Valladolid es que quizá exista en el fútbol español un colectivo todavía en peor forma que ellos: los árbitros: En esta jornada para el olvido se han acumulado 10 revisiones de VAR en los que el colegiado ha cambiado su decisión inicial. Es decir, una decena de errores graves en las decisiones en directo. No extraña, en fin, que la FIFA no haya designado a ninguno de ellos para el Mundial de Clubes.

Dos penaltis en cinco minutos

Dos de esos errores se produjeron ayer en el Metropolitano. Dos penaltis se comió Isidro Díaz de Mera Escuderos en apenas cinco minutos. El primero, por una 'zamorana' de Lenglet en su área; el segundo, por un pisotón de Javi Sánchez a Giuliano en la suya. A Figueroa Vázquez, desde la sala VOR, no le quedó más remedio que dejar en evidencia a su compañero.

Sylla adelantó al Valladolid de penalti.

Sylla adelantó al Valladolid de penalti. / Mariscal / EFE

Mamadou Sylla marcó el primero para los visitantes, su cuarto gol del curso; Julián Álvarez anotó el segundo, 25 para la estrella del Atlético. Los dos son los máximos anotadores de sus respectivos equipos, con cifras que exhiben el abismo que les separa.

Eso ocurrió entre el minuto 21 y el 25. Dos después, en el 27, el Atlético ya había culminado su remontada. Ocurrió tras un buen pase de Barrios por encima de la zaga del Valladolid. Giuliano tiró el desmarque, recogió el balón, dribló a Henrique en el área y fusiló a Ferreira. Sigue demostrando el hijo del Cholo que es algo más que una enérgica aparición fugaz.

Empata el Valladolid

Se diría que a partir de entonces el Atlético se relajó. Un mal recurrente de muchos partidos de esta temporada que explica, en parte, por qué los rojiblancos ya han quedado fuera del esprint final por el título. Griezmann, un día más, aparecía muy poco. Otra tendencia preocupante.

Y, en esas, el Valladolid se encontró con un gol accidental. Javi Sánchez dispuso de una falta al borde del área, su disparo golpeó el hombro de Gallagher, que cerraba la barrera, y el rebote de billar dejó vendido a Oblak. Se convirtió así en el segundo partido de toda la Liga con dos goles del Valladolid. Escaso consuelo, elocuente estadística.

Sin entusiasmo, más por inercia que otra cosa, el Atlético se lanzó a por un nuevo gol. Y lo encontró a través de un penalti que (alerta: noticia) sí vio en directo Díaz de Mera Escuderos. Henrique derribó a Llorente y Julián Álvarez lo aprovechó para elevar su cuenta personal hasta los 26 goles. Sorloth, quién si no, amarró la victoria rojiblanca en el tramo final porque el Valladolid ya había alcanzado, hacía rato, el máximo de lo que podía dar. Que tampoco es demasiado a estas alturas. Nunca lo fue.

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