fútbol | Liga de Naciones

España y su rondo se van a la final

Lamine lideró con un doblete a una selección que avasalló por momentos, pero que en el tramo final se dejó ir y encajó tres goles que hicieron temer por el triunfo

Los jugadores celebran el gol de Nico. |  EFE

Los jugadores celebran el gol de Nico. | EFE

fermín de la calle

Stuttgart

España jugará la final de la Nations League. Y lo hará después de avasallar futbolísticamente a una de las selecciones con más estrellas del panorama internacional: la Francia del majestuoso Mbappé, la del voraz Dembelé, la del incipiente Doué. Pero España es una orquesta Sinfónica en la que lleva la batuta Pedri y hay dos violinistas excelsos como Nico y Lamine, el Mozart del fútbol. Y también tiene a futbolistas de clase media que serían estrellas rutilantes en cualquier otra selección. Enfrente estará la Portugal de Cristiano Ronaldo, otra selección con mucho fútbol de calle, probablemente la más parecida a la de un Luis de la Fuente que volvió a acertar con su planteamiento aunque la gestión del marcador tras el 5-1 fue deficiente y Francia llegó a soñar con forzar la prórroga gracias a su arreón.

Los del gallo avisaron a los seis minutos, cuando un error de Merino permitió a Dembelé plantar a Mbappé ante Unai Simón, pero decidió mejor el portero. España se recogió tras el susto y Francia tuvo más la pelota sin saber qué hacer con ella. Una distracción en un córner permitió a Theo mandar la pelota al larguero y eso despertó a los de De la Fuente. Nico hizo trabajar a Maignan en dos ocasiones. En la tercera, en el minuto 21, un centro al corazón del área de Lamine fue recibido de espaldas por Oyarzabal, quien asistió al menor de los Williams para abrir el marcador tras la deliciosa maniobra del realista, que siempre justifica su elección. Las sospechas sobre la defensa francesa se confirmaron cuatro minutos después, cuando Oyarzabal recogió otro balón y habilitó a Merino para marcar el segundo. España tenía demasiado fútbol para Francia.

La pelota circulaba con alegría en pies españoles al primer toque. Francia perseguía fantasmas porque el choque se había convertido en un rondo dirigido por Pedri. Los franceses, por contra, abusaban de la conducción, facilitando las ayudas españolas en defensa. Todo tenía sentido en los despliegues de los de De la Fuente. Todo denotaba urgencia en los de los chicos de Deschamps. Lamine ganaba el pulso a Dembelé mientras Mbappé seguía desconectado. Y cuando Francia superaba las cortinas defensivas, aparecía Unai Simón.

A Francia no le quedó otra que salir a inmolarse y a ello salió. Dispuso de dos ocasiones, pero la tercera cayó del lado español. Un robo español en el mediocampo en el minuto 53 terminó con Lamine derribado en el área. Penalti que iba a lanzar Nico, pero el del Athletic le cedió que le dio la pelota Lamine. El de Rocafonda engañó a Maignan y colocó el (3-0) sellando el triunfo y reivindicando su figura para el Balón de Oro. Dos minutos después se repetía la jugada, con otra circulación española que acabó con Pedri batiendo al portero galo. El triunfo se convertía en goleada. La derrota en sonrojo, el dominio en doloroso sometimiento. Maquilló el resultado un gol de penalti de Mbappé en el que Kylian demostró más aptitudes teatrales que futbolísticas, pero al inglés Oliver le convenció la interpretación del madridista.

En el minuto 66 Lamine persiguió con fe una pelota que terminó alojando en el fondo de la red después de rematar utilizando un recurso muy callejero, la puntera. El orgullo galo provocó tres goles postreros (Cherki, Vivian en propia meta y Kolo Muani) que provocaron apreturas en el tramo final, además de maquillar el escarnio. España lleva años ganando partidos y títulos proponiendo la receta más sencilla y antigua: tratar bien la pelota. Las plazas y las calles de los pueblos de España están repletas de niños y niñas que entienden el fútbol con la pelota pegada al pie. Que prefieren tirar una pared a una carrera, dar un pase a un centro o tirar un caño a dar un pelotazo. Desde ahí se explica la superioridad devastadora de su selección de fútbol, la masculina y la femenina. Francia no tiene esa complicidad con la pelota, por más que su selección exhiba la exuberancia física de unos delanteros que acumulan goles y premios.

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