Zach Monaghan, en el partido contra el Palencia. | // CARLOS PARDELLAS

El Leyma y el Maristas quieren más. Terminan el año con altibajos y con el vaso medio lleno, porque los dos encaminaron sus objetivos en la segunda categoría nacional de baloncesto, la LEB Oro y la Liga Femenina 2 respectivamente, pero tendrán que refrendar en la segunda parte del curso que será todavía más exigente. Son dos proyectos diferentes. Uno confeccionado a la medida para estar arriba, incluso soñar con el ascenso a la ACB. Otro, más de la casa, para dar salida al talento autóctono, asentarse en la elite y dar pequeños pasos hacia adelante. 2021 será su examen final.

Sergio García cree que la valoración de cómo termina el Leyma el año tiene que ser positiva. Ya no solo a nivel de resultados, que también, sino por cómo se truncaron sus planes en un letal inicio de curso en el que perdió por lesión a Abdou Thiam y Mouha Barro y por problemas personales a Perris Blackwell. El 100% de su juego interior. “Nos cambió completamente la concepción de la plantilla. Fueron muchos cambios sobre la marcha. Y estamos muy bien posicionados en la clasificación”, analiza el técnico vasco sobre la tercera posición con la que cierra el 2020.

Es imposible separar el devenir del equipo de sus circunstancias. “Estamos bien, pero intentando buscar más regularidad. No se puede negar que estamos teniendo altibajos dentro de los partidos. El año es raro. Solo hemos jugado nueve, que son pocos. No conseguimos coger la regularidad y el ritmo”, explica. Y no ha tenido semana tranquila con los problemas musculares que arrastraron varios jugadores como Peciukevicius, Jakstas y Badmus. “No es que no tenga ritmo de partidos, es que no lo tiene ni de entrenamientos”, dice sobre el inglés y le preocupa especialmente el estado del base lituano: “Augustas es quien nos organiza. Otros jugadores, que normalmente tienen otro rol, se les pide que lo suplan y lo hacen, pero no es su naturaleza”.

En el lado positivo está “la implicación de los jugadores”. “Pelean hasta el final. Si no, no sería posible una remontada del calibre de la de la Polideportiva”, explica. No importa que estén menos acertados o más, aunque reconoce que hay algunos que tienen que mejorar. “Lo que me da la tranquilidad es cómo les veo trabajar. Son muy autoexigentes. Intento incluso relajarles. Se cabrean con ellos mismos. Necesitan estar más sueltos a nivel mental”, analiza. Y uno de los apartados en los que están menos sueltos es en los tiros libres. “Los que mejores porcentajes tenían están fallando y un jugador como McGhee, que tenía problemas, está muy solvente”. El mundo al revés. Como 2020. Por eso al nuevo año le pide “salud para todos”. “Y para el equipo, un poquito de regularidad, que vayamos mejorando y que nuestros aficionados puedan vernos”, añade.

El Maristas, por su parte, tenía que afrontar el salto. No era la primera vez que se veía en Liga Femenina 2, pero el nivel cambia completamente. De hecho, la liga está un poco polarizada, con unos equipos semiprofesionales superiores al resto. El Maristas se manejó bien en ese escenario, aunque cinco derrotas consecutivas en el cierre del curso empañaron en cierta medida su trayectoria. Sigue en la lucha por la permanencia. No se descuelga. Y afronta un arranque de 2021 con mucho en juego porque se medirá de forma consecutiva y con solo tres días de diferencia a Rosalía y Arxil, dos rivales directos.