Uno nace libre. De prejuicios. De presiones. De etiquetas. Y según va creciendo, en cierto modo va dejando escapar su esencia. Fabrizio Ciocale desea volver a sentirse así. O por lo menos, como ese niño feliz y travieso que creció en Buenos Aires y no paraba de corretear por las instalaciones de Vélez Sarsfield y al que un entrenador puso los patines para que le dejara un poquito en paz. Escondido en aquel pequeño está el frasco de las esencias. Recuperarlo es lo que cree que le hace falta para explotar por completo en su regreso al Liceo después de una breve cesión en el Braga. Todo el que lo conoce, el que le ha visto jugar y entrenar, Juan Copa el primero, está convencido de que es una bomba a punto de estallar. La mecha la tienen que encender el trabajo, la confianza y también, porque siempre es necesaria en todo lo que se hace, la diversión.

“Si todo el mundo dice lo que dice, algún día llegará. Espero que sea pronto y que sea de las dimensiones de lo que la gente espera”, dice el argentino. “Uno desde adentro a lo mejor no puede ver sus cualidades, pero para eso me apoyo en mi familia y en la gente que sé que me va a ser sincera porque quiere lo mejor para mí. Todos me dicen lo mismo: ‘Falta que te sueltes como lo hacías cuando eras niño, esa esencia.’ Y tengo que trabajar para eso, estar tranquilo y disfrutar”, reflexiona. Porque es algo a lo que lleva un tiempo dándole vueltas. “Yo, que vivo conmigo mismo día a día, estoy todo el rato pensando y me digo, ‘Fabri, tranquilo, si realmente va a pasar va a ser con trabajo y cuando realmente estés con la confianza plena y te lo creas realmente’”.

Con 22 años es el más joven de la plantilla del Liceo y tiene dónde elegir ejemplos en los que fijarse. “En mi posición está jugando Adroher, que alucino con él, me parece una locura. Y miras, copias... y vas perfeccionando los detalles y así es como creces. También con Dava Torres, Negro Payero y Josep Lamas en los últimos años. Es lo que te hace crecer. Y falta explotar con mi esencia y darle mi toque. Estoy esperando a eso”, añade. Lo puedo hacer ahora en su vuelta a A Coruña, aunque reconoce que no ha llegado en sus “mejores condiciones en cuanto a rendimiento personal”. “Estoy trabajando para ponerme a punto porque llegará mi momento y mi oportunidad porque el entrenador confía en mí, así que hay que prepararse para ayudar al equipo a pelear por todos esos títulos que estamos buscando”, añade.

Y es a que a su vuelta se encontró un grupo muy competitivo, con una intensidad altísima a la que está intentando adaptarse. “Por algo van primeros, para estar a ese nivel hay que estar al máximo”, responde. Pero también está contento del grupo humano, de lo que había en el vestuario. “El grupo es increíble”. Llegó a un equipo que había ganado todos sus partidos y el primero con él en el banquillo, contra el Caldes, empató. Y el segundo, frente al Reus en la Supercopa de España, lo perdió. ¿Gafe? “Pudo haber pasado antes o después. Nadie me dijo nada. Yo estoy contento de estar aquí y sé que las cosas van a salir bien. Habrá que ganar ahora todos los partidos para demostrar que no soy gafe y ganar la liga”, bromea.

El Liceo había decidido cederle al Braga al principio de temporada, pero lo recuperó para apostar por una plantilla amplia en la que el argentino pudiera dar minutos de calidad. Un vaivén en el que primero le tocó adaptarse a un sitio nuevo y después realizar el sentido inverso y volver a readaptarse a lo ya conocido. “Forma parte de la experiencia. Soy jugador del Liceo y el club me requería. Volver me beneficia en los estudios y en el lado deportivo también porque estar en el Liceo es un orgullo”, define la situación. Aceptó volver como en su día aceptó sin rechistar marcharse: “Me lo tomé muy bien porque sabía que iba a ser una buena experiencia personal y que iba a un buen lugar. Allí había estado Danilo Rampulla, que me dio las mejores referencias. Los primeros meses siempre son de adaptación, cambio de juego, de compañeros, de ciudad. Me lo tomé muy bien y fui con todas las ganas que podía ponerle”.

Deportivamente cree que “los resultados no se dieron” y no era por falta de trabajo. “Y según no se van teniendo resultados, cada vez es peor la presión uno se pone y la que tiene el equipo”, indica. Eso provocó la destitución de Hugo Azevedo, un motivo de incertidumbre para Ciocale. “No sabía si el nuevo entrenador iba a apostar por mí o no. Fue una de las razones por las que en las últimas semanas no me encontraba cómodo —además de que le tocó pasar el COVID—”, reconoce. Y aun así, le dio pena tener que irse antes de lo esperado: “No quería dejar en esa situación al club y a los compañeros con los que había iniciado el año y me había comprometido a terminarlo. Me gusta cumplir con mi palabra y con mi responsabilidad”.

Eso sí, pasó de tener más protagonismo en forma de minutos a ver los partidos más tiempo sentado en el banquillo. El dilema de cabeza de ratón o cola de león. “Yo creo que es relativo. Es algo que uno se tiene que ir ganando con el tiempo. Hay ocho jugadores y unos tienen más repercusión que otros, pero eso hay que ganárselo. Todos acabamos siendo cabeza de ratón o cola de león. El puesto te lo tienes que ganar”, concluye.