Andrés Díaz estaba el martes tranquilo hasta que la pantalla del móvil, que llevaba un rato encendiéndose sin parar, le indicó que tenía cerca de 60 mensajes sin leer. “Algo pasó”, pensó. No sabía que la localidad francesa de Lievin acogía un meeting en el que iba a participar Jakob Ingebrigtsen, porque si no quizá ya podía haber intuido a qué venía todo aquello. El primero de esos whatsapp que leyó fue el de Adrián Ben, atleta gallego que en 2019 quedó sexto en el Mundial en el 800. “Me dijo que había llegado el día”, desvela. Casi veintidós años después, le acababan de quitar el récord de Europa de 1.500 metros en pista cubierta. Se quedó tranquilo, esa calma que solo da la satisfacción de un trabajo bien hecho. “Ya soy exrecordman”, pensó. Sin tristeza. “Para mí El Guerrouj es el mejor de todos los tiempos y también le quitaron el récord”, reflexiona. Tampoco resquemor. Solo admiración por su sucesor. Otros lo habían intentado antes. Fermín Cacho, Reyes Estévez, Rui Silva, Mehdi Baala... pero solo el noruego fue capaz de borrar sus 3.33.32 vigentes desde 1999. “Es un orgullo que haya sido él. Creo que va a marcar una época y aprovecho que como no utilizo las redes sociales, a felicitarle por aquí, a ver si le llega”, alega.

No es que no se lo esperase. ”Ya hace dos años estuvo muy cerquita”, reconoce, “pero se veía que lo tenía en las piernas, sobre todo después de haber batido en verano el récord al aire libre”. Para Díaz, hizo una carrera prácticamente perfecta. “Los que somos aficionados disfrutamos muchísimo viéndole correr, es muy decidido, no tiene complejos, es un espectáculo”, bendice a Ingebrigtsen, todo un “profesional” pese a su corta edad. Aporta un dato para entender bien el calibre del atleta que es con solo 20 años, porque aunque parezca que lleva toda la vida, ya que empezó a destacar a los 16 de la mano de sus hermanos mayores —Filip y Henrik, los tres entrenados por su padre—, solo es un niño: “Desde el año 1966 ningún atleta había tenido ambos récords, al aire libre y bajo techo, al mismo tiempo”. Y apunta todavía más alto. “Yo creo que este verano puede ser campeón olímpico, está a la altura de los mejores kenianos”, vaticina. “Y cada año va mejorando”, avisa el coruñés, “a ver si el siguiente récord que bate no es el del mundo”.

Díaz hizo ayer casi tantas entrevistas como el día que batió el récord. “Seguro que alguno se entera de que tenía el récord ahora que lo he perdido”, bromea. El tiempo ha pasado, pero sus recuerdos están intactos. Aquel 24 de febrero de 1999 se había desplazado a Grecia para asaltar la plusmarca española que estaba en posesión de todo un campeón olímpico como Fermín Cacho. Sabía que estaba en forma. En los entrenamientos el ritmo era buenísimo y se llevó a su compañero Pedro Esteso para que le hiciera de liebre. El día de la competición, que se celebró en el Pireo, ambos pasearon por Atenas, sacándose fotos como dos turistas más en todos los grandes monumentos de la ciudad. “La verdad es que no noté la presión, estaba muy relajado. Solo la tensión normal en el momento de tener que competir”, recuerda. No era mala señal. Como tampoco lo fueron sus sensaciones ya sobre el tartán. “Seguía a la libre e iba viendo los tiempos. Ya sabía que iba a ser bueno. Pero cuando crucé la meta, vi el cronómetro y escuché por megafonía que era el récord de Europa... fue una emoción enorme”, añade. El objetivo era bajar del 3.35 y paró el reloj en 3.33.32.

Por eso ayer no cabía ni un ápice de tristeza en su estado de ánimo. “Yo estoy súper contento. Me siento un afortunado por haber vivido todo esto. Hacer un récord es muy difícil, se tienen que dar muchos factores. Y que dure tantos años le da más valor. Voy a seguir recordándolo siempre”, valora. Ahora le queda la plusmarca nacional, aunque ya señala con el dedo al que tiene que quitárselo: Adrián Ben. “También me quitaría el gallego... y si me lo bate Elian dentro de unos años... ¡no me quedaría ni el coruñés!”, dice entre risas. Como buen deportista, estira la mano, choca y abraza al futuro que tenga que venir.

Colabora con Elian Numa López para que sea su heredero

Elian Numa y Andrés Díaz. Víctor Echave

“Sinceramente, si consigo la mitad de lo que consiguió él, ya me daría por satisfecho”. Lo dice Elian Numa López, el heredero natural de Andrés Díaz. El joven coruñés es un fenómeno del mediofondo y después de triunfar en la categoría sub 20, ahora sube a la sub 23 con las mismas ganas de comerse el mundo, pero con una idea renovada de ir poco a poco, sin prisas. Es lo que le aconseja el propio Andrés Díaz, que colabora con José Carlos Tuñas, su entrenador, en su peparación. “Lleva mi preparación muscular y se coordina con Tuñas, ajustándolo a los entrenamientos en carrera”, explica. “Una maravilla” y un “lujo” tanto en lo profesional como en lo humano, porque además de poner a su servicio sus conocimientos, también le habla de sus experiencias. “Ha vivido el atletismo de elite de primera mano, que es mi objetivo y me cuenta muchas cosas”. Y también le da consejos: “Muchísimos. Primero que estudie. Y también de posicionamiento en carreta. Pero sobre todo me dice que no intente ir muy deprisa, que me lo tome con calma, que esto es una carrera de fondo y que lo importante es que ahora asiente las bases para seguir corriendo con 26 ó 27 años”. Ahora tiene solo 20, camino de los 21. Ni siquiera había nacido en 1999, el año en el que Andrés Díaz batió el récord de Europa. “En cuanto me empecé a fijar en el deporte y a tomármelo más en serio, siempre me llamó la atención que alguien de su nivel fuera de A Coruña”, reconoce. Pero nunca imaginó que sus pasos acabarían por cruzarse. Es más, Andrés Díaz se desvinculó casi por completo del atletismo, por lo menos de alto nivel —solo disputó dos carreras populares desde que colgó los clavos—. Y ha roto este distanciamiento con el tartán por este prodigio coruñés que, con todas las condiciones para triunfar, ya ha sido internacional sub 20 en los 800 metros, justo la distancia en la que también comenzó el excampeón. “Él corrió 800 hasta los 23 años, más o menos, que fue cuando se pasó al 1.500 metros, y es también lo que quiero hacer yo”, reflexiona, “así que quién mejor que él para guiarme en mi camino. Salvando las distancias... tenemos un perfil parecido”. Ambos son altos, con las piernas largas y unas condiciones innatas. “Él confía mucho en mí. Y lo valoro mucho. Está haciendo esto porque le gusta y entre nosotros hay muy buen rollo y feeling, así que intento aprovechar la oportunidad”, indica. Sin presión, porque el listón se lo ha dejado muy alto. “Andrés estaba a otro nivel y son palabras mayores. Estoy dándole caña a ver si me puedo acercar un poco él”, dice y bromea que no hace carreras contra él, pero que piensa que, hoy por hoy, el alumno superaría al maestro. Esta es una temporada importante, por muy rara que sea y esté todo en el aire. En Galicia, con las competiciones paradas, no puede ponerse a prueba e incluso se ha ido hasta Barcelona. El objetivo, el Campeonato de España de verano —se perderá el de este fin de semana bajo techo por una lesión en el pie— y buscar la mínima para el Europeo sub 23. Eso sí, con calma.