“Estoy muy contento. Lo que siento es felicidad. Salió todo perfecto”, decía ayer Carlos Arévalo. El palista coruñés acababa de ganar el selectivo español disputado en Trasona (Asturias) para la prueba de K1 200 metros, adjudicándose la plaza para los Juegos Olímpicos de Tokio. Sin embargo, el de Betanzos tiene todavía retos por delante y no tiene tiempo para demasiadas celebraciones. Porque en la cita de este verano puede doblar ya que también aspira al K4 500 cuyos test con las tres embarcaciones posibles, con él en las tres, empiezan hoy mismo. “No hay relajación posible. Hay que demostrar que somos rápidos”, añade. Es su lema. Seguir peleando. No rendirse nunca. Y así ha llegado a cumplir sus sueños.

Con 27 años, el deportista del Ría de Betanzos disputará este verano sus primeros Juegos Olímpicos —salvo algún contratiempo de última hora o vericueto de los complicados criterios de selección—. Arévalo partía ayer con la ventaja de tener un pie y medio en Tokio gracias a su selección para las tres embarcaciones posibles para el K4, con cuatro asientos para seis candidatos. Esos seis son los que ayer también aspiraban a la plaza individual en el K1 200. Entre ellos, tres campeones olímpicos como Saúl Craviotto, Cristian Toro y Marcus Cooper; un campeón mundial como Carlos Garrote y un finalista olímpico como el también gallego Rodrigo Germade.

En la primera tanda, el coruñés ganó con 35 segundos y 204 milésimas por delante de Craviotto, Toro, Garrote, Cooper y Germade. Medio trabajo hecho. Dos horas después, volvieron a la carga. Si volvía a imponerse a sus compañeros, la plaza era suya. Si no, tendría una nueva oportunidad por la tarde en un desempate entre los dos vencedores. Pero no hizo falta. Arévalo fue incluso todavía más rápido para firmar un triunfo, y con ello el pasaporte olímpico, con 24 segundos y 643 milésimas. El orden por detrás de él fue Craviotto, Garrote, Toro, Cooper y Germade.

“Sabía que llegaba bien al selectivo”, señala el betanceiro, de profesión militar. “Las sensaciones en los entrenamientos eran buenísimas, de rapidez, de velocidad, de todo y la competición fue una reproducción perfecta”, añade. El nivel era “brutal”, pero a los que venció no dejan de ser sus compañeros, con los que entrena a las órdenes de Miguel García. “No me gusta tener que ganarles. Es más bien la satisfacción personal de haberlo hecho”, insiste desde su habitual humildad en una situación complicada, porque España tiene tanto nivel que es casi imposible escoger.

Ya se ve en Tokio y empieza a creerse que los Juegos son una realidad, aunque lo primero es ahora el selectivo para el K4, una embarcación con claras aspiraciones a medalla. Las pruebas arrancan ya hoy y le queda mucho trabajo por delante con seis tiradas, dos con cada una de las tres combinaciones posibles: Craviotto, Garrote, Arévalo y Toro; Craviotto, Cooper, Arévalo y Germade, y Craviotto, Cooper, Arévalo y Toro. Hasta el jueves, solo tendrá descanso el lunes. El barco más rápido será el que gane, por lo menos, el pase a la Copa del Mundo de Szeged (Hungría) en el mes de mayo y tras la que se tomará la decisión final.

De la decepción de quedarse fuera de Río 2016 al paso por el Ejército y la plata mundial en 2019

Hace cinco años, en Río 2016, Carlos Arévalo tuvo que ver por la televisión cómo Cristian Toro, el que había sido su compañero hasta hacía unos meses, se proclamaba campeón olímpico del K2 200 metros junto a Saúl Craviotto, que le había sustituido en el barco español a última hora. Fue un momento duro. No solo había perdido una gran oportunidad sino que además estaba oficialmente fuera del equipo español y con ello, eliminado para optar a la mayoría de las becas. Tenía solo 22 años, pero necesitaba reconducir su vida para volver a encontrar la motivación. Se alistó en el Ejército, una profesión que supuso un respaldo económico y a la vez le permitió compaginar poco a poco la vuelta a los entrenamientos. Pero siempre se encontraba con la misma piedra. El nivel del equipo español es tan alto que, con campeones olímpicos y mundiales por delante, se quedaba fuera de todas las grandes competiciones. Hasta 2019. Ahí cambió su suerte. Cristian Toro se bajó del K4 500 español y había que buscar un sustituto para llegar al Mundial, selectivo para los Juegos. El coruñés se acopló en tiempo récord, fue un ejemplo de superación y profesionalidad para aprovechar su oportunidad y lograr con el equipo la medalla de plata que, de paso, le volvió a incluir en una carrera olímpica en la que ayer cruzó la meta.