El Liceo sale vivo de la primera batalla. El empate contra el Barcelona, en un partido de cuerpo a cuerpo en el que igualó el poderío físico e intensidad defensiva del rival, mantiene intactas las cuentas verdiblancas de acceder a la final a cuatro del próximo mes de mayo. Pero para ello es obligatorio ganar hoy al Benfica (19.00 horas). Porque eso dejaría abiertas las puertas tanto del primer puesto, que otorga un billete directamente, o la opción de ser el mejor segundo. Sea como sea, el conjunto dirigido por Juan Copa dio ayer una muestra de que vuelve a estar entre los grandes del Viejo Continente. Pocos, o casi ningún equipo, puede decir que le haya ganado y empatado al Barcelona en una misma temporada. El balance entre ellos estaba en un triunfo para cada uno. No hubo desempate. Igualdad máxima entre ellos, como la hubo ayer en el partido. Y cuando el que está delante es el Barça, eso son palabras mayores.

Hubo tres auténticos partidazos de hockey sobre patines, pero ninguno como el Barcelona-Liceo. El ritmo y la intensidad durante los 50 minutos de juego no lo tuvo ninguno de los otros. Pudieron tener más goles, nunca más espectáculo y al final, como en todo duelo entre ambos, con polémica por un gol del Liceo que no subió al marcador —el banquillo también protestó que el segundo tanto azulgrana fue después de que sonara la bocina de la posesión—. Hockey en estado puro, acción sin descanso en todas las partes de la pista y dos equipos que saben perfectamente a qué juega el otro, saliendo a todos los rechaces, peleando todas las bolas, con una maraña de sticks en el área, no se podía avanzar con facilidad ni un solo metro. Ni un metro, ni un segundo de descanso y a todo a más de cien revoluciones por minuto. Y con espacio para el virtuosismo como fueron los dos primeros goles, el de David Torres para el Liceo y el de Ignacio Alabart —que además le sirvió para celebrar el cumpleaños— para el Barcelona. Dos perlas coruñesas, por cierto.

El del capitán verdiblanco fue primero. En el minuto seis. Antes no había dado tiempo a mucho, aunque ya había avisado el ocho con un fuerte disparo contra las guardas de Egurrola. El gran mito azulgrana ya no pudo hacer nada ante la siguiente de Torres. Se movió tan rápido que nadie siquiera intuyó su movimiento, menos el lanzamiento que se coló, cruzado, por la escuadra de la portería. Se llevó las manos a la cabeza el banquillo liceísta mientras el coruñés se ponía las manos a las orejas tirado de rodillas celebrando el gol.

No había tiempo que perder. Juan Copa ordenó “juntos”, para que los suyos defendieran unidos y no pasara lo del último enfrentamiento en A Coruña, que el Barcelona marcó justo después de que lo hicieran los suyos. Los ánimos ya estaban exaltados. El banquillo azulgrana protestaba todas las jugadas. El del Liceo se llevaba el apercibimiento de los árbitros. Ni una más, le dijeron al técnico, que empezó a mover las piezas pronto, en el minuto siete, consciente de que mantener lo más frescos posible a los jugadores era una de las claves ante un equipo con una rotación más —Fabrizio Ciocale no salió a pista—.

Pero claro, enfrente están los mejores del mundo y uno de ellos es Ignacio Alabart. Otra genialidad del coruñés, que dio un giro sobre sí mismo, tiró, la bola dio en la espalda de Grau y se coló. Ya es el segundo así que le marca. No parece una casualidad sino una jugada ensayada y practicada. El empate no cambió los planes. Los dos mantuvieron su apuesta por la intensidad defensiva. Tanta, que el Barcelona se fue cargando de faltas. En el minuto 20 llegó a la décima. Falló Adroher. ¿Y qué pasa cuando se perdona a los culés? Que un minuto después marcan. Fue otra jugada ensayada, al despiste, en el saque de una falta que llevó a los jugadores a defender el disparo y se quedó Bargalló solo delante de Grau para picarla y hacer el 2-1.

La tuvo el Barcelona a bola parada en el inicio del segundo tiempo por la décima falta del Liceo. Falló Bargalló. Y todavía quedaba una ronda tras la decimoquinta infracción culé, pero tampoco Adroher pudo con Egurrola. Los especialistas fallaban ante unos porteros ayer de nuevo inmensos. El Liceo buscaba el empate. De hecho, en el segundo tiempo tuvo más ocasiones que su rival. Desde la fortaleza defensiva (solo una falta en casi quince minutos), empezó con el pico y la pala a picar en la roca azulgrana. Fueron muchas las llegadas, los disparos, incluso un gol que los árbitros no dieron por válido. El empate llegó a siete para el final, con un penalti. Tiró Carballeira. Paró Egurrola, pero se había adelantado y hubo que repetir. A la segunda no perdonó el coruñés, que se sentaba en el banquillo entre la ovación de sus compañeros. Pudo ponerse por delante el Liceo con una nueva directa, pero ayer no era el día de Adroher. Tampoco de los delanteros del Barça. Cambió Castro de tirador. Pero Helder Nunes tampoco pudo con Grau. Mucha tensión hasta el final. El empate puede valer oro.