“Lo importante era ganar después de una semana dura por la eliminación europea”, sentenciaba ayer después de la victoria del Liceo su entrenador Juan Copa, el mismo que, hace una semana, nada más bajar del autobús a su vuelta de Luso ya advirtió: “Y el sábado, a Girona”. Puede saber a poco un 1-3 solventado en la primera parte y con dos goles de rechaces de tiros exteriores. O a gloria para un equipo que necesitaba un respiro, un partido fácil después de la intensidad vivida en la Liga Europea contra Barcelona y Benfica, solo cinco días de recuperación por el medio y ayer otro viaje de esos en los que casi llega con el tiempo justo para saltar a la pista. A media mañana de ayer, de hecho, los jugadores aún estaban en A Coruña. Cogían un bus para Santiago, de allí vuelo a Barcelona, y otra vez bus, prácticamente una hora y media, para llegar a Girona. Teniendo todo en cuenta, el resultado sabe mejor. Sobre todo porque vale perfectamente igual que una goleada para el objetivo verdiblanco: apretar hasta el final al Barcelona.

El Liceo no está dispuesto a regalar nada. Si los culés quieren ser campeones, no podrán despistarse porque la intención de los coruñeses es respirarles en el cogote hasta el último minuto del partido final. Ahora mismo les separan siete puntos, pero con dos partidos menos para el conjunto de Juan Copa, por lo que, de ganarlos —y los recupera el 29 de este mes (Vendrell) y el 1 de mayo (Palafrugell)— la distancia para afrontar las últimas tres jornadas de la OK Liga sería tan solo de un punto. Emoción hasta el final. Algo que hacía mucho tiempo que no se vivía en una OK Liga que los azulgrana suelen dejar sentenciada a la vuelta de Navidad.

Así que para seguir el ritmo infernal del Barcelona, todo vale. Y no siempre se puede arrasar. El Liceo fue superior al Girona, pero le faltó gol. Cierto que enfrente tenía a todo un Jaume Llaverola, al que le da igual que su carnet de identidad ponga que dentro de unos meses va a cumplir 46 años. Con una defensa cambiante y muy cerrada, a los verdiblancos no les quedó otra que encomendarse a los tiros lejanos. Es otra herramienta más. Disparo de Torres desviado por Marc Grau y 1-0. Disparo de Platero desviado por Oruste y 2-0. Y segundos después, el tercero de Di Benedetto. Era la primera parte. A partir de entonces el Liceo dominó a través de la presión y la posesión. Y solo al final encajó un penalti de Gelmà.