Quedará en la historia el triple volando de Monaghan al cielo de Granada que no encontró la red como final trágico para un año en el que el Leyma soñó con la ACB desde la legitimidad que le da la sensatez de su proyecto, pero esta vez sentándose en la mesa de los grandes. Tropezó de nuevo con ese techo de cristal de las semifinales y con sus imperfecciones que le acabaron socavando en un ejercicio de crecimiento del movimiento naranja y de superación por el COVID y las lesiones.

Ínfimos porcentajes. La estadística llamativa son los 4 de 31 en triples y los 14 de 28 desde el tiro libre que arrojó su último partido. Con la calculadora, se fue por ahí la serie y es milagroso que llegase con opciones al tramo final, algo que, sin duda, se lo permitió el recobrado vigor en defensa y, sobre todo, su facilidad en el rebote ofensivo ante un Granada sin Gatell. Aun así, hay que rascar y el Leyma realizó muchos tiros forzados desde la distancia y, aunque pesaron los nervios, se echó de menos algún recurso más en estático, ya que su rival había cerrado el grifo a campo abierto. A remolque los últimos choques.

Las lesiones. Ha sido inevitable acordarse en el desenlace de la serie y tirar de baloncesto ficción y pensar qué habría ocurrido con Pecius en pista. El Leyma empezó la temporada (o por lo menos tenía pensado hacerlo) con él, Blackwell, Barro y Thiam y ninguno estuvo en Granada. Llegaron McGhee, Lotanna, un descubrimiento, y Bjornsson, un parche. Le tocó reconstruir su juego interior, supo rehacerse y fue uno de los aspectos que le hizo crecer. En la posición de base ya fue imposible. Con Monaghan y Maiza más dubitativos, sin imponerse como directores, y con el espejo de Lluis Costa y el poso y el básquet control que desprendió en la serie y en el último cuarto, se hizo más patente esta deficiencia.

Dagodependencia. Si hay un hombre que creció y que acaparó los flashes en play off, ese fue Dago Peña y con todo merecimiento. Dobló su aportación en puntos de la fase regular y pasó a 18 por partido. Se le fichó para el instante caliente de la temporada y respondió. El problema es que, por momentos y sobre todo en los dos últimos partidos, no tuvo excesiva ayuda. Esa soledad se ejemplifica en Monaghan, que más allá de su chispazo de magia de Pumarín, bajó su aportación en puntos y se quedó en 13% en triples en los cinco partidos.

Menos rotaciones. Una de las bazas del Leyma durante gran parte de la temporada era su amplia rotación y ese nivel físico que le permitía mantener. Llegada la serie definitiva, Sergio García restringió los cambios. Badmus no salió a pista y Bjornsson desapareció en algún partido, aunque luego fue importante en el último. En el Palacio solo saltaron nueve naranjas a pista. Y Matulionis y, sobre todo, Jakstas aportaron lo justo. Al último se le vio muy descentrado y acelerado el miércoles regalando técnicas, faltas y tiros libres en momentos clave.

Experiencia. Cada vez que a Sergio García se le recordaba esta temporada la fuerte y experimentada apuesta en el mercado que había hecho el Leyma, él miraba a sus rivales y no pensaba lo mismo. Ante Granada gente como Lluis Costa o Bropleh y sus triples del cojo demostraron que ya sabían el camino de la ACB y eso también pesa.