En los planes de Almudena Quereda no estaba dedicarse a la natación. Y en su calendario tampoco figuraba París 2024. Pero la vida tiene muchos vericuetos. Después de licenciarse como ingeniera de Caminos por la UPM y de vivir por medio mundo en ciudades como Belfast, Los Ángeles, Tel Aviv o São Paulo, decidió regresar a A Coruña, donde un accidente se cruzó en su camino hace casi dos años. Y lo cambió todo. De repente se encontró con una pierna amputada por debajo de la rodilla. Con un brazo reconstruido de forma milagrosa —y todavía por terminar de recomponer—. Tenaz, perfeccionista y vital, esta coruñesa de 35 años, ejemplo de resiliencia y una superviviente, utilizó el deporte para darle la vuelta a una pesadilla y convertirla en una nueva oportunidad. El yoga, que ya practicaba, le ayudó a ir recuperando la masa muscular. Y la piscina fue su salvación, un amor inesperado, casi de casualidad, pero que le ha llevado a ponerse metas antes impensables. ¿Los Juegos Paralímpicos? Un sueño, pero por qué no. De momento, con apenas unos meses en la disciplina del Club Natación Liceo y a las órdenes de Jesús de la Fuente los progresos han sido enormes. Ganó un oro en su primera competición, contra nadadoras sin ningún tipo de discapacidad, y otro en su debut en el mar, en la travesía de Oleiros. Una historia de película que sirve de inspiración y que está reflejada también en su cuenta de Instagram @a_de_atenea.

Almudena Quereda posa en la piscina del Club Natación Liceo. | // VÍCTOR ECHAVE

El agua tiene poderes mágicos. Los cuerpos apenas pesan. Como si se caminara por el espacio, flotando en la inmensidad. “En el agua no me siento impedida, no me falta nada, avanzo, peor o mejor, pero avanzo”, describe Quereda. Todo lo que sabía, cuando el pasado mes de noviembre se volvió a inscribir en La Solana se remontaba a los cursillos de cuando era niña, cuando aprendió lo básico para no ahogarse, y lo que le fue enseñando la experiencia con el paso de los años. “Soy muy pez, pero nunca había ido a clases y, ni mucho menos, a competiciones”, recuerda. Su camino había ido por otros derroteros, como el baloncesto o el golf, pero también las carreras, llegando a completar un medio maratón. “Siempre había sido muy deportista pero al salir del hospital me vi en estado de shock. Había perdido mucho tono muscular, porque estuve mucho tiempo encamada. En eso el yoga me vino muy bien. Empecé en casa, coincidiendo con el confinamiento. La gente dice que les robaron meses, pero a mí me los dieron. De alguna manera me dejaron preparar para cuando pudiera salir a la calle”, recuerda.

En noviembre de 2020 llegó la natación. No tenía el permiso médico para correr y algo tenía que hacer. Empezó por su cuenta, a nadar metros y más metros en la piscina de La Solana. “Soy muy competitiva y me daba cuenta de que sin mi media pierna, era más rápida que los que iban con las dos y pensé: ‘Oye, igual no lo hago tan mal’. Y me puse a investigar”, dice. Buscó toda la información posible sobre natación adaptada, se puso en contacto con la Federación Gallega, incluso vio competiciones para comprobar los tiempos de las nadadoras. Fue consciente de que tenía posibilidades. Pensó en contratar a un entrenador. Y al final fue él el que la encontró a ella: “Era abril y en La Solana estaba entrenando María de Valdés —que estuvo en el proceso de selección para los Juegos Olímpicos, quedándose a las puertas— con su entrenador Jesús de la Fuente. Se me acercó y desde el primer momento supe que iba a ser él, empatizamos rapidísimo porque él es muy sargento y yo súper disciplinada. Él me pide más y yo le doy más”. De la Fuente le dijo a Jacobo Garrido el primer día que se conocieron que lo iba a hacer campeón del mundo. Y lo cumplió. “A mí me ha dicho que ha visto algo en mí y que cree que podemos hacer cosas grandes”, desvela.

No se lo pensó mucho y a los pocos días ya estaba nadando con los másters del Club Natación Liceo. “Era la peor de un grupo de más de 30”, reconoce. Pero el cambio fue determinante y espectacular. Pasó de entrenar 3 o 4 días por su cuenta a hacerlo seis a la semana. “Y ahora es Jesús el que me tiene que obligar a parar los domingos”, bromea,. Llegaron también las competiciones. Primero, el Campeonato Gallego máster. Ganó un oro, una plata y un bronce. Compitiendo contra nadadoras sin discapacidad. “Notaba que había mejorado, pero me sorprendí mucho”, confiesa. Y más le llamó la atención cuando un mes más tarde fue a su primera travesía y se proclamó campeona absoluta. “Eran 3.000 metros, que en el mar son más duros que en la piscina. Iba a a ver si la terminaba... y la terminé de primera. Las que compiten en esta distancia están preparadas y le saqué un minuto a la segunda. Todavía se me pone la piel de gallina al pensarlo”. Y lo mejor es que todavía tiene mucho margen de mejora, por lo que no piensa parar. Esta motivadísima. “Voy a por todas”.

De momento, todavía no se ha podido medir en la categoría de natación adaptada. Al ser un año preolímpico y con todas las restricciones derivadas del COVID, las competiciones estuvieron muy limitadas y controladas. Lo que ha empezado a preparar es la clasificación, un examen presencial que tiene que pasar que determinará en qué clase, según su grado de discapacidad, tendrá que competir. “Me dieron una S10, que es como confirmar que tengo derecho a competir en adaptada. Solo. Y reclamé. Me bajaron a S9. Yo en el examen presencial voy a reclamar una S7, aunque creo que me dejarán en S8”, analiza. Sea lo que sea, ella ya tiene las marcas mínimas para el Campeonato de España. “Y después vendrá el Campeonato de Europa... y quién sabe, puede que los Juegos... sé que son palabras mayores... pero no hay que ponerse techo”.

El deporte ha sido fundamental en su recuperación. “Me vino bien a nivel físico pero también mental, me ayudaba a ver que iba recuperándome dentro de un proceso muy duro y doloroso. Pero aún tengo pendiente una operación de brazo, larga: me van a quitar todo el material de osteosíntesis, me tienen que hacer un injerto en el húmero.... son diez horas de operación y después se supone que el brazo me va a quedar mejor, pero tendré que estar un tiempo parada y después volver a recuperar. Y el codo es muy doloroso. Así que dependemos un poco de eso. Pero la natación ya la tengo tan incorporada como un hábito en mi vida que la voy a seguir haciendo pase lo que pase”, afirma. Pero no puede hacer todo el trabajo sola: “El deporte requiere mucha dedicación, esfuerzo, constancia y sacrificio y además es caro. Hay que hacer desplazamientos, competiciones internacionales, ir a centros de alto rendimiento como el de Sierra Nevada...”. Un patrocinador supondría el impulso definitivo. “En A Coruña hay muchas empresas importantes y yo estaría encantada de representarlas”.