Otra vez Jordi Adroher. Otra vez Carles Grau. Aderezado con el regreso de David Torres. Y el toque de orgullo coruñés. El Deportivo Liceo sacó adelante un complicado partido contra el Voltregá, que amenazó en la primera parte pero no pudo aguantar el ritmo en la segunda. Siguió su plan y seguramente un gol en algunas de las ocasiones de los primeros minutos, incluso un penalti, hubiese cambiado el guión. Pero ahí también estaba la solvencia del meta verdiblanco. El plan de Juan Copa también tenía mucho que decir. Paciencia. Bolas al segundo palo. Movimientos dentro del área. Y si añades la magia del 77, la combinación es de victoria, tercera para confirmar la segunda plaza. Y sin descanso, visitar el martes al Igualada.

Sobre la pista, dos planteamientos totalmente diferentes. Un Liceo acostumbrado a llevar el peso del partido, más como local. Y un Voltregá que se encomendaba a la transiciones rápidas y tirar, tirar y tirar. Ante la mínima oportunidad. Eso provocó una paradoja. Los verdiblancos dominaban. Los blanquiazules tenían el peligro. Y eso que la primera ocasión fue para Maxi Oruste. Al palo. El argentino se movía con inteligencia y sus compañeros le buscaban en el segundo palo. El Voltregá respondía a la contra y tuvo dos seguidas. Primero un penalti. Carles Grau paró el tiro de Arnau Canal. Después fue el palo el que se interpuso en el camino de los visitantes. Y para cerrar los diez primeros minutos, Roberto di Benedetto no pudo aprovechar una jugada que le había dejado solo frente al portero.

Fue en el momento en el que Juan Copa hizo los cuatro cambios de una tacada. No suele ser muy habitual en el hockey sobre patines. Muestra de poderío y profundidad de banquillo. Y regreso confirmado de Dava Torres una vez superada la lesión en su muñeca. Entre los nuevos, Marc Grau salió con ganas, pero sumó un nuevo palo, que seguían negando el gol a los dos equipos. Y Álex Rodríguez fue protagonista, pero para mal al ver tarjeta azul. Gerard Teixidó tiró la directa demasiado alta porque Carles Grau aguantó bien sus acometidas, obligándole a fallar. Resistió el Liceo con uno menos los dos minutos para dar paso a una recta final de la primera parte en la que el meta visitante, Marcel Luzón, dio una exhibición, repeliendo todas las bolas que se acercaban a su portería. Incluso un penalti a Adroher, que venía de anotar tres contra el Calafell.

El 0-0 al descanso no era síntoma de un partido aburrido sino intenso, con mucha riqueza táctica y en el que finalmente, en la segunda parte, la mayor frescura local empezó a inclinar la balanza hacia su lado. Y aunque Luzón mantenía el nivel, era cuestión de tiempo que la bola entrase. Pasó en el minuto 30, con una jugada de Álex Rodríguez en la que consiguió asistir al segundo palo a Jordi Adroher y este abrir el marcador —el acta otorgaba el gol al primero—. Fue un momento clave. Y más la siguiente azul a Marc Palazón. En una nueva clase del maestro Adroher de cómo se tiran las directas, el 77 puso el 2-0. Casi la puntilla para los catalanes, a los que a la losa del cansancio había que añadirles el peso del resultado.

Sus ataques hacían cada vez menos daño. Las posesiones del Liceo duraban cada vez más. La defensa ya no era lo que había sido. Y los verdiblancos no bajaban el ritmo. Por ejemplo, Dava Torres tenía ganas de sentirse jugador. Y buena parte de culpa del tercer gol coruñés fue suya. Gol coruñés porque fue fruto de esa conexión especial entre los dos capitanes en una transición de tres pases iniciada por Oruste. En el segundo, Torres —que portó su brazalete de 1Partido1Causa en favor de Ángeles caídos sobre ruedas— levantó la cabeza, amagó el disparo y en cambio dio el pase atrás, por donde venía su amigo César Carballeira, que aunque mandó la bola al palo, rebañó su propio rechace para el tercero. Quedaban diez minutos y el encuentro estaba finiquitado. Pero aún le quedaría un epílogo de lujo con la segunda falta directa de ensueño —o pesadilla para el portero— de Adroher. Pura magia.