No empezó bien la temporada para el Leyma Coruña, no solo por la derrota en Cáceres sino por el cómo, después de dejar escapar una ventaja de 17 puntos y con muchas lagunas de juego. Y lo que parecía peor, la lesión de Zach Monaghan, que en un mal gesto de su rodilla se quedó tirado en el centro de la pista sin poder jugar más, y aunque finalmente se descarta una lesión de larga duración, tendrá que descansar unas semanas. Es cierto que en esta liga tan larga, igualada y compleja, lo importante no es el arranque. Pero tampoco hay que demorar en exceso empezar a sumar en positivo para que el final del curso no exija una amplia remontada. Valladolid pone la segunda piedra de toque (Palacio de los Deportes de Riazor 18.00 horas) en el estreno naranja en casa. Sin olvidar que para el domingo tocará volver a salir a la carretera para viajar hasta Granada. Si el equipo necesita tiempo, la competición de momento no se lo está dando.

La pretemporada naranja no ha sido la mejor. Ya empezó tarde, cuando casi todos los equipos ya llevaban semanas poniéndose en forma física y tácticamente. Tenía además a dos jugadores, Augustas Peciukevicius y Atoumane Diagne, de los doce que conforman la plantilla oficial lesionados y en proceso de recuperación. Y sucesivamente fueron cayendo otros, pequeños contratiempos que hicieron que hasta la semana pasada no estuvieran sobre el parqué del Palacio los diez con los que Sergio García iba a contar para el inicio de la competición. Además, los coruñeses solo pudieron jugar tres amistosos —el cuarto, contra el Oviedo, tuvo que cancelarse precisamente por la falta de efectivos— y alguno de los sparrings no estuvieron a la altura.

Es imposible no tener en cuenta estos antecedentes a la hora de valorar el estreno del curso. No para justificar lo que se vio, o más bien no se disfrutó, en Cáceres. Pero sí como guía de los que se puede esperar. El equipo tiene que mejorar, es un hecho. Pero los milagros no existen. El trabajo es el único camino para que los naranjas despeguen y lo que es más importante, funcionen como un equipo. Hay hasta nueve jugadores nuevos —solo se mantienen Javi Vega, Zach Monaghan y Augustas Pecikevicius— y también algunos para los que esta es su primera experiencia en la LEB Oro. Y todo tiene un proceso de adaptación, como le tocó sufrir a Nick Ward. El que había sido la revelación de la pretemporada se estrelló el viernes pasado contra los árbitros.

El debut en casa impone un punto extra de motivación. Veteranos como Álex Hernández y Javi Vega tienen que dejar su huella. Como otro de los destacados en la jornada inaugural, Ashley Hamilton, que se fue diluyendo con el paso de los minutos. Kadre Gray (15 puntos) también tuvo sus momentos de brillo. Pero como al resto, le faltó continuidad en un proceso de más a menos. O Forno de Riazor, como el club llama a su feudo, está deseando volver a ser un factor determinante. Con el 80% del aforo permitido, prácticamente será un regreso a la normalidad, sobre todo comparado con aquellos partidos del año pasado que tuvieron que disputarse a puerta cerrada, con el silencio solo roto por el característico ruido de las zapatillas al chocar con el parqué.

El rival, el Valladolid, también perdió en su estreno, aunque en su caso se medía a uno los conjuntos a priori más fuertes de la categoría, el Granada —que batió al Leyma en las semifinales del play off de ascenso de la temporada pasada—, al que dominaron hasta el último cuarto, cuando llegó la reacción andaluza (78-82). Un aviso del enorme potencial de los pucelanos. Alec Wintering, con 23 puntos, David Geks, con 16, y el veterano Sergio de la Fuente, con 11, fueron sus hombres más destacados y a los que junto a Kavion Pippen y Justin Raffington (ex del Leyma) hay que tener muy presentes para el duelo de esta tarde en A Coruña.