Esto es deporte y gana el que marca más goles. Da igual cómo. Con o sin suerte. Con mil ocasiones o solo con tres. El Liceo lo hizo todo contra el Reus, pero no pasaba de dos goles mientras su rival llevaba tres. La habilidad en el área de Marc Grau en los últimos minutos con dos tantos idénticos permitió una buscada y peleada remontada (4-3) secundada por las paradas de Carles Grau a bola parada y ante un Palacio de los Deportes de Riazor de las grandes citas (rozando los 2.000 espectadores). Victoria. Que, tras haber perdonado en exceso, sabe a gloria. Y con un poco de polémica. El Reus se preguntaba el día anterior en redes sociales por qué un árbitro coruñés podía pitar al Liceo en casa. Sembró la duda. Y ocurrió al revés, con un pabellón desquiciado por la actuación del colegiado local. Poco favor para un profesional, mirado con lupa por locales y visitantes. Pero el Liceo también debe reflexionar. Ya no es un hecho aislado. Le cuesta hacer efectiva la enorme superioridad en el juego. El Reus marcó en tres acciones en superioridad porque en el primero Marc Grau había perdido el stick; el segundo llegó con uno menos en pista por la azul a César Carballeira y el tercero, con Álex Rodríguez en el suelo por un tropezón. Eso, además de un buen trabajo defensivo, fue suficiente para ponerle contra las cuerdas.

Y es que parece increíble el desenlace. Si una persona solo viera los cinco primeros minutos, pensaría que la victoria verdiblanca fue abrumadora. Se abrió el telón y el título de la película era acorralado. El Reus no podía ni pasar del centro de la pista. El Liceo presionaba arriba, robaba bolas, fusilaba la portería de Ballart. El camino lo mostró Álex Rodríguez. Primera bola que pasó por su stick, hizo la diagonal y armó un disparo seco, con carácter. Era la consigna. En tres minutos ya habían protagonizado un ataque peligroso los cuatro jugadores de pista. Y en una de las internadas de César Carballeira, penalti. Álex Rodríguez se acercó al punto y por bajo batió a su excompañero.

Hubo que esperar al minuto siete para presenciar el primer tiro a puerta visitante. Y al siguiente, el primer gol. Mérito de Diego Rojas, que recibió solo mientras Marc Grau recuperaba el stick que había salido volando y la enchufó a la escuadra. Fueron unos minutos en los que los locales perdieron de vista el plan y jugaron a lo que le venía bien al Reus. Carballeira realizó una dura entrada que mereció la azul. Grau detuvo la directa a Raúl Marín poniéndose de pie, pero en inferioridad el Liceo no supo cubrir bien los huecos y el pase llegó a Checco Compagno, que dentro del área, completamente solo, no falló.

Grau tuvo que esmerarse para evitar el tercero en una contra de manual. El Reus era verticalidad pura. El Liceo abusaba de dormir más la bola. Pero también sabe correr. Y vaya si lo demostraron David Torres y Jordi Burgaya. Los que habían sido compañeros en el Vic, donde ganaron una Copa del Rey, mantienen la conexión. El coruñés galopó por la pista y asistió para que el catalán, con un remate en el aire de primeras, cruzado a la escuadra, hiciese el empate. Las alarmas, en cambio, se encendían por las faltas. Ocho acumulaban los locales —llegarían a la novena antes del descanso— por las dos de los rivales. Y aún le quedaba por recibir otro golpe. El tercero del Reus. Otra vez remate dentro del área, de Ferrán Giménez y con Rodríguez trastabillado. El paso por vestuarios tenía que servir a los verdiblancos para trazar un nuevo plan.

El segundo tiempo ya solo tuvo un dominador, aunque fue fundamental que Carles Grau lo empezara con otra parada de falta directa, esta vez a Marc Julià. El Reus renunció completamente a jugar. El Liceo tuvo que tirar de monólogo para buscar los goles que necesitaba. Pudo hacerlo con un penalti —que además le costó la azul a Marín—, pero Álex Rodríguez ya no tuvo tanta puntería. Pudo hacerlo en la superioridad posterior, pero fue el palo el que se interpuso en el camino de David Torres. Pudo hacerlo con Marc Grau, pero los árbitros estimaron que había marcado con el patín y lo anularon. El nueve liceísta. no obstante, estaba destinado a ser protagonista. Cazó dentro del área un pase de Álex Rodríguez para empatar y repitió después con otro de Roberto di Benedetto. Quedaban seis minutos de sufrimiento. Y con 14 faltas, a una de la directa. Marín se tiraba por el suelo para forzarla. El Liceo no entró en provocaciones. El partido ya era de su propiedad y le había costado lo suyo.