Un día en China o en Trinidad y Tobago, otro en Inglaterra y, al siguiente, en Colombia o Bielorrusia. Nunca habría imaginado Ramiro Amarelle (Ponteceso, 1977) que aquel torneo que jugó en 1996 entre amigos en el arenal de Riazor le acabaría dando pie a convertirse en uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol playa y a seguir su legado formando a selecciones y federaciones a lo largo y ancho del globo. “Dos tercios del año estoy fuera de casa, entre aeropuertos y en otros países, pero no me quejo, ni mucho menos. Soy un privilegiado, es brutal. Vivo del fútbol playa, me presentan proyectos interesantes en Asia, en Europa, en Sudamérica, y yo les asesoro en la medida que puedo. ¿Quién me lo iba a decir?”, se pregunta aún con sorpresa.

Con el contrato de seleccionador de China “expirado” y en stand-by, aunque con la intención de renovarlo cuando recuperen su actividad internacional, su última experiencia ha sido con Inglaterra. Los inventores del fútbol quieren echar raíces también en la arena y su primer paso ha sido encomendarse a Amarelle y a su equipo, en el que está, entre otros, la exdeportivista María Perdi. “Estamos trabajando con ellos una semana al mes. Al no haber ligas y al no ser profesionales es todo más intenso. Fueron muy receptivos, estamos contentos. Y cuantos más recursos le dediquen y más se desarrolle, mejor les irá. Yo estoy encantado de ayudarles”, relata quien hace casi la misma labor con el combinado de Trinidad y Tobago y quien ha preparado planes para Colombia, donde “hay mucha ilusión y ganas” con un equipo nativo que ha formado y para Bielorrusia, quizás su “modelo de mayor éxito” en el que ha ido de la mano de otro histórico del fútbol coruñés y mundial como es Nico Alvarado.

Nico ha sido nominado ya dos veces a entrenador del año y en unos días se va a Dubái para la gala de entrega de premios”, apunta de su antes socio en la pista y ahora en las labores técnicas: “Hace seis años que trabajamos con esa federación y hace cuatro que él es su seleccionador a tiempo completo. Le hacemos contratos cada dos y han crecido muchísimo. Nico está allí una semana al mes en invierno, ya en verano es diferente”.

Amarelle, con los integrantes de la selección inglesa. | // R. A. Carlos Miranda

A pesar de las turbulencias propias de una era como la del COVID y del impedimento de cruzar el mundo y la suspensión de las competiciones, su capacidad para llegar cada día a más puntos del globo y a más selecciones sigue intacta. “A veces toca restringir a dónde vas, pero todo depende del proyecto que te presenten. Nuestro deporte ha avanzado mucho, pero a veces se nos olvida que queda muchísimo por desarrollar”. Amarelle no deja de ser uno de los pioneros del deporte y acumula casi todos los títulos colectivos e individuales posibles en la disciplina. Pasan los años y sigue sintiendo ese reconocimiento, aunque con matices. “Lo notas más fuera que dentro de España, pero siempre ha sido así, no es algo nuevo. En ocasiones empiezas a hablar con federaciones, como la de Trinidad y Tobago, y a ellos es a los primeros que les sorprende que vayas allí a ayudarles. Yo estoy encantado. Hay muchos lugares en el mundo y son experiencias en las que yo aprendo más que ellos”, cuenta.

Lo compagina, en la medida que se lo permite su agenda, con incursiones en banquillos de equipos como le pasó este verano con el San Fernando Beach Soccer de Mallorca, donde en un mes ganó dos copas, casi conquista la liga y quedó tercero en Europa.

La arena de Riazor

Todo comenzó para Ramiro Amarelle con el fútbol playa hace 25 años en 1996, justo el mismo año en el que se proclamaba campeón de España juvenil con el Deportivo en Puertollano. Aquel torneo aficionado al que se presentó con un grupo de amigos en el arenal de Riazor le cambió la vida y, un año después, ya era internacional con España en un combinado en el que era el único desconocido y en el que militaban estrellas en su ocaso como Quique Setién, Gordillo, Míchel, Butragueño o Joaquín. De ahí a jugar en infinidad de países y ligas y a labrarse una carrera que pocos pueden igualar. Un pionero, un autodidacta que ahora no para de enseñar. Y, precisamente, su deseo es volver, de alguna manera, al arenal de Riazor. Le gustaría recuperar aquellos torneos. “La idea es hablar con el Concello, a ver si es posible. Nos gustaría desarrollar eventos como aquellos a nivel local en varios sitios, recuperar un poco aquello que había”, relata quien espera cerrar el circulo el próximo verano.