Se acabó el Campeonato del Mundo para Enmanuel Reyes. Su trayecto en Belgrado (Serbia) se paró en semifinales, donde ayer le frenó el italiano Aziz Abbes Mouhiidine, que le ganó a los puntos por una decisión dividida de los jueces por 4-1. La final de los pesos pesados de mañana será finalmente entre el boxeador transalpino y el cubano Julio la Cruz. Se frustró también para el coruñés la posibilidad de revancha frente a su verdugo en los cuartos de final de los Juegos Olímpicos de Tokio, con aquel polémico combate convertido en una cuestión de estado entre dos púgiles nacidos en el mismo suelo pero compitiendo por dos países diferentes. El Profeta de Monte Alto, como es conocido Reyes, no se va del Mundial de vacío. Con su victoria en cuartos de final ya se había asegurado el bronce que finalmente se cuelga del cuello y que es histórico porque es la segunda medalla de todos los tiempos del boxeo español, que no ganaba una desde 1974.

El bronce es una buena recompensa aunque evidentemente El Profeta quería más. Sin embargo, ya había reconocido antes de viajar a la capital serbia que quizás su preparación había sido demasiado corta, apenas cuatro semanas para llegar en las mejores condiciones posibles al Mundial. Eso no es excusa porque la superioridad del italiano, muy rápido en todos sus movimientos, fue manifiesta. Al coruñés le costó mucho conectar golpes a su oponente, que los esquivaba y contraatacaba. El primer round de tres minutos, de todos modos, estuvo muy igualado. Cuatro jueces tiraron para el lado del italiano y solo uno para el de Reyes. Esto le obligaba a llevar más la iniciativa en el segundo para intentar cambiar de parecer a los jueces, pero el resultado fue el mismo. Cuatro apostaron por el rival y solo uno, de nuevo el mismo (el juez egipcio), por él. Los últimos tres minutos, con todo prácticamente decidido, eran un todo o nada para el boxeador nacionalizado español, que necesitaba mandar a la lona al italiano, que seguía siendo una roca.

La decisión final no sorprendió. Reyes ya la esperaba cabizbajo y no como habitualmente acostumbra, haciendo gestos de ganador o con las manos hacia el cielo para implorar a dios. Mouhiidine frenó su camino, que había empezado en primera ronda frente al griego Vagkan Nanitzanian y seguido con el francés Soheb Bouafia en dieciseisavos, con el jordano Hussein Iashaish en octavos y con el estadounidense Jamar Talley en cuartos. Cuatro víctimas. Le faltaron dos más para alcanzar el ansiado oro que tendrá que seguir persiguiendo en próximas ocasiones, de aquí a París 2024 las habrá.

Una vida de película

Porque el objetivo de Enmanuel Reyes es ser campeón olímpico. Por eso abandonó su Cuba natal, en busca de una oportunidad que allí se le negaba. Su familia vivía en A Coruña e intentó llegar a la ciudad. Pero el camino no fue nada fácil. Voló hasta Moscú, pasó a Bielorrusia y volvió a Rusia, donde se pasó cuatro meses encerrado en un piso porque no tenía papeles y le daba miedo la policía nacional. Desde allí consiguió llegar a Austria, donde le esperaban dos meses en un centro de refugiados, que también fue su destino en Alemania después de ser interceptado en un bus intentando llegar a Francia, aunque en realidad se trataba prácticamente de una cárcel encubierta. Regresó a Austria y se la jugó. En avión llegó a Barcelona y de allí, a A Coruña, donde le esperaba su familia con los brazos abiertos y también Chano Planas. Con su ayuda y la de la Federación Española llegaron los papeles, la vuelta al ring y algunos sueños hechos realidad.