El Liceo vuelve a la OK Liga femenina con un proyecto que, como recién ascendido, no se le debe exigir otro objetivo que el de la permanencia, pero que por calidad e historia no puede evitar mirar más arriba. Entre la humildad y la ambición, sin dejar que se desate la euforia, el conjunto verdiblanco debuta esta noche contra el Bigues i Riells en el Palacio de los Deportes de Riazor (20.00 horas), que al igual que en el caso de los chicos, será su casa esta temporada. El ejemplo del equipo masculino es el modelo a seguir para, paso a paso, convertirse también en una de las referencias del hockey sobre patines nacional.

“Lo primero es la permanencia”, dice Carlos Loureiro, que llevará el timón de la nave liceísta un año más después de haber conseguido el ascenso. “Pero tenemos una plantilla muy buena. Así que salvarse sí o sí e incluso aspirar a un poco más también”, añade. La Copa de la Reina —lo que supone clasificarse entre las ocho primeras de la primera vuelta— no parece descabellado. “E incluso el play off... aunque al final solo van a entrar cuatro. Pasará lo que tenga que pasar... pero yo creo que por plantilla no le tenemos nada que envidiar a nadie y habrá que intentarlo y pelearlo. No creo que sea imposible”, continúa. Cuatro equipos, Palau, Manlleu, Gijón y Cerdanyola, parecen superiores al resto. “La liga va a estar muy igualada y podemos ganarle a cualquiera y a esos cuatro grandes jugarles de tú a tú”, indica.

Se apostó fuerte con los fichajes. Vuelve a casa María Sanjurjo, campeona del mundo con la selección española en 2019. Regresan también las hermanas Lara y Lucía Yáñez, a caballo entre el Liceo y el Borbolla. Llegaron de fuera la asturiana Alba Garrote, la chilena Bea Gaete —ya estuvo el año pasado— y la argentina Adriana Soto, estas dos últimas recién aterrizadas, y la portera italiana Vicky Caretta. Se mantienen Katy Guscin, Lucía Paz, Naiara Vaamonde, Alejandra Martín, Cristina Diz, Isa Barros y Andrea Ojeda. La plantilla es larga. Carlos Loureiro cuenta hasta con 14 piezas, por lo que semanalmente tendrá que ir haciendo convocatorias y cuatro quedarán descartadas. Por un lado, una losa para la gestión del vestuario. Por otro, un lujo el hecho de poder escoger en cada partido a las jugadoras que mejor se ajusten a las características del rival; y una forma de que nadie se relaje.

El Liceo debutó en la OK Liga femenina en la temporada 2016-17. Precisamente fue en un partido en el Palacio de los Deportes de Riazor, que ganó por 1-0 frente al Alcorcón. En ese equipo ya estaba Katy como portera, Andrea Ojeda, Lucía Paz y María Sanjurjo, que además fue la autora del gol del triunfo. Aquella fue una gran temporada para las verdiblancas, que como novatas finalizaron la primera vuelta en puestos para disputar la Copa de la Reina. Les costó más la segunda parte del campeonato, pero llegaron con vida a la jornada de clausura de la liga, se lo jugaron a todo o nada contra el Mataró y lograron la permanencia.

Al año siguiente, ya con algo más de experiencia, se perdió la categoría de forma ajustada en las últimas jornadas, pero se recuperó a través de la fase de ascenso para una tercera campaña en la que ya sin sus principales baluartes, pasó muchos apuros —sumó solo dos puntos— y descendió. El equipo tuvo ahí un punto y aparte y empezó a refundarse desde abajo coincidiendo también con la entrada de la nueva directiva, aunque el proyecto se quedó a medias por culpa del coronavirus. El club se presentó entonces al concurso para ocupar la plaza libre que quedaba en la OK Liga, pero finamente se la otorgaron al Borbolla. Pero el Liceo solo tardó una temporada más en ganarse el billete para la máxima categoría por méritos propios, primero como campeón gallego y después como el mejor en la OK Plata.

Ahora toca escribir un capítulo nuevo. La espera se ha hecho larga. Dos años desde el último descenso. Tres meses desde que empezaron la pretemporada en agosto. Pero ya llegó el día. El Liceo vuelve a la elite. “Y que dure mucho tiempo”.