Confiesa Enmanuel Reyes que en el Campeonato del Mundo que acaba de terminar en Belgrado (Serbia), en el que se colgó la medalla de bronce, quedaba poco del Enmanuel Reyes que maravilló en los Juegos Olímpicos. “Se veía de aquí a China”, dice el Profeta de Monte Alto. Solo después de su éxito, de subirse al podio por segunda vez en la historia del boxeo español, se atreve a reconocer los demonios que estaban perturbando su cabeza. Tokio fue para él un escaparate excepcional. Su polémica derrota en cuartos de final contra el cubano Julio la Cruz dio la vuelta al mundo. Pero ese sentimiento de injusticia por haberse quedado sin una medalla olímpica supuso una enorme decepción y fue un trago difícil de asimilar, menos para afrontar solo unas semanas después el Mundial. Pese a ello se subió cada día al ring y fue sumando victorias hasta las semifinales. “Eso va a levantar un poco las ganas”. En unos meses empieza el camino a París 2024.

“El problema de los Juegos Olímpicos afectó bastante. Me quedé con que podía haber ganado y que me lo quitaron. Y eso me condicionó, no tenía ánimo suficiente para ir al Mundial”, reconoce. “Fui para no hacer las cosas mal, también por el equipo. Pero no estaba al cien por cien de forma”, añade. Era una cuestión física, pero sobre todo mental. “Entrenando siempre estoy, porque no se puede hacer otra cosa. Pero mentalmente estaba obsesionado con que me habían quitado la medalla. No tenía ánimo de competir de nuevo a alto nivel, con miedo de que me volvieran a hacer algo parecido y a caer todavía más profundo. Ese era sobre todo mi miedo”, continúa. “Fui con lo que tenía, intentando aprovechar mis posibilidades y al final encontré un bronce. Pero si hubiese estado bien, hubiese sido mayor el botín. Eso va a levantar un poco las ganas”, apunta.

En ese sentido, al final la competición le sirvió de refuerzo: “Sabiendo cómo estaba, cómo fui, conseguir un bronce es mucho. Pienso que el día que vaya bien tengo que coger el oro sí o sí”, se anima. Fue fundamental el trabajo de su equipo. “Los entrenadores me hablaron para que estuviera aunque fuera a media máquina”, explica y les da las gracias: “Tengo un equipo espectacular. Me decían que saliera a darlo a todo y hasta donde pudiera, sin miedo. Y es lo que hice”. Halagos en su cierta medida. “Siempre tengo mi gente que me baja de las estrellas, es lo fundamental. No le puedes decir a una persona que siempre está bien. Tengo quien me habla claro, que no me dice mentiras ni me engaña. Eso es una suerte”.

Por eso no quiere entrar en si hubo polémica en su derrota de semifinales contra el italiano Aziz Abbes Mouhiidine. “Yo soy autocrítico y el primero en reconocerlo. Él estuvo mejor. Se vio desde el primer combate que yo no estaba bien, que los estaba terminando muy cansado. El italiano estaba bien preparado, no fue a los Juegos y su torneo más importante era el Mundial. Y lo demostró. Creo que estando yo bien preparado, que no me hubiese ganado, porque ya le había ganado dos veces. Pero esta vez le tocó a él, estaba en una gran condición física, yo no, y le salieron las cosas bien. Fue lo que pasó”, analiza, lo mismo cuando se le pregunta por el primer asalto: “Siempre hay cosas, tampoco creo que él ganara fácil. El primer asalto podía haber caído de mi lado. Pero estaba en mejor forma que yo y los jueces lo entendieron así. Él ganó y yo le felicito por eso. Pero el año que viene, en el Europeo, habré superado estos demonios, recuperaré la fuerza mental y la cosa va a ser distinta”. Porque ya mira al futuro en el que no tiene duda de que lo que le espera es “seguir dando palo”.