“Aunque seas mayor, no hay límites. Si estás bien de salud, adelante”. Palabra de Carmen Freire, regatista a sus 70 años e impulsora del grupo sénior de mujeres que, desde hace ya diez años, practica vela una vez por semana en una actividad municipal organizada por el Concello de Ares y el Club Náutico de la localidad coruñesa. Su gerente, Ignacio Palmero, es el mismo que hace una década la recibió en su despacho y atendió su petición tras comprobar que había quorum suficiente, el único requisito que le puso para que el club accediese a abrir su escuela de vela no solo a los niños y a los jóvenes sino también a un público mucho más veterano. La solicitud no era ninguna ocurrencia. Carmen iba en serio. “Si hay un grupo, se sale al mar. Yo, encantado”, recuerda Palmero que les respondió.

Dicho y hecho. Desde su puesta en marcha la iniciativa resultó un “éxito”, apunta el gerente, que aplaude “el entusiasmo y las ganas de navegar” de las participantes pese a iniciar la práctica de la vela siendo ya veteranas. “Empezaron siete mujeres, luego el grupo fue creciendo y ahora también hay hombres —explica el directivo—. La verdad es que sorprende. No es habitual en esas edades comenzar con este tipo de actividades”.

Las septuagenarias Carmen Freire y Marisa Naveiro, en un barco escuela. LOC

El mar no mira el DNI y ellas lo demuestran cada vez que salen a navegar con un empeño y unas ganas enormes, demostrando una gran vitalidad. Les llaman las Chicas de Oro y, de hecho, con ese nombre se inscribieron en algunas regatas. “Estamos encantadas. Si estás bien de salud y puedes hacerlo, adelante. Aunque seas mayor, no hay límites, se puede iniciar una actividad”, razona Carmen Freire. Marisa Naveiro, también de 70 años, es otra de las alumnas que sigue desde el principio. “Últimamente ya vamos un poco más mayores y pensé en dejarlo, pero es que estoy enganchada —confiesa—. El mar es algo muy tranquilizante y relajante. Es una actividad al aire libre muy apetecible. Da mucho gusto ir al mar. Nos da la vida y nos hace sentir más jóvenes de lo que realmente somos. A veces salimos con mar picado, que hay que echarle…”.

Da fe su actual monitora, Natalia Gil. “Son muy bravas. Tengo que frenarlas yo”, bromea al destacar el “coraje” de sus alumnas y también su fidelidad: “Para que no salgan al mar tiene que llover, pero llover de verdad. Tienen toda la ilusión del mundo, como si fueran unas niñas”. Solo el paréntesis obligado por la pandemia las apartó momentáneamente de sus raqueros, las embarcaciones que utilizan. “Son barcos escuela con dos velas en los que pueden ir cuatro o cinco personas. Ellas montan todo y van solas. Yo las acompaño en la lancha auxiliar”, explica la profesora, hija del mítico Carlos Gil, histórico exjugador y exentrenador del Liceo de hockey sobre patines. Desde Ares suelen salir hacia Redes, dejando atrás la playa de Seselle, y avanzar hasta cerca de Pontedeume. Una balsámica rutina a la que sigue fiel este grupo veterano en edad, pero con espíritu joven.