Era uno de esos días. Y cuando el Leyma juega así, poco puede hacer el rival, como ayer el Melilla, nada más que protegerse y dejar que pase la alerta naranja (95-69). Después de dos derrotas seguidas, el equipo coruñés volvió a sacar su cara buena, la del más anotador de la LEB Oro, el que se gusta, el que encuentra mil protagonistas. Lo volvió a ser Nick Ward, que salió a demostrar que Marc Gasol tendrá que pelear por el título de mejor cinco de la liga y no necesitó más que 15 minutos para meter 17 puntos. Lo fue también Mikel Sanz, acertado en el tiro y con el don de aparecer siempre donde tenía que estar. Incluso Zach Monaghan, que tardó en entrar en calor pero desde que lo hizo mediado el tercer cuarto anotó 14 puntos. Fin a la mala racha. Justo a tiempo para la visita del próximo viernes al líder Estudiantes.

Sergio García metió en pista un quinteto inédito. Ward se quedó en el banquillo. No lo echaron de menos sus compañeros, que metieron la directa con variedad de recursos. Todas primeras canastas tuvieron protagonistas diferentes Las sensaciones eran buenas. Intensidad en defensa y sobre todo mucha concentración. Melilla no sabía cómo reaccionar. Solo un triple le mantuvo cerca de los locales (8-5). Desde entonces la distancia no dejó de crecer. Porque también coincidió con la salida de Ward. Y lo hizo con muchas ganas de borrar la ocurrido en Lleida la semana pasada. El estadounidense dio en recital. Tiros de media distancia, movimientos bajo el aro, rebotes y personales recibidas. Imparable. Y sin perder la cabeza. Si a él le sumamos la inspiración de Mikel Sanz, la brecha tomaba dimensiones ya insalvables (31-16).

El porcentaje de tiro de Melilla en el primer tiempo era de poco más del 20%. Iba sobreviviendo a base de jugadas sueltas. Y el Leyma seguía a lo suyo, con un Ward que incluso se permitió el lujo de coger un rebote, subir la pelota y hacer un coast to coast hasta meter canasta. Espectacular en un hombre de sus dimensiones. El 47-27 al descanso dejaba cualquier tipo de duda de lado.

Cuando hay tanta diferencia el mayor peligro es la relajación. Porque en cualquier descuido, una mano o un pie mal colocados provocan una lesión. O porque se da alas al rival y cuando se quiere volver a meter la quinta marcha ya no hay capacidad de reactivación. Se acercó tímidamente el Melilla, sin peligro, 53-38, pero Sergio García pidió tiempo muerto. Tomó el mando Álex Hernández, apareció Zach Monaghan y Sanz cerró el cuarto con un triple (71-47).

La única duda era si el Leyma llegaría a los 100 puntos. Melilla sí tuvo acierto en el último parcial, pero ya era demasiado tarde. Respondió desde el triple, con tres. Pero también caía uno tras otro en el bando naranja, hasta cuatro, diez en todo el partido. Ward ya no tuvo ni que volver a la pista desde mediado el tercer cuarto. Ni siquiera su sustituto, Diagne. Los últimos minutos fueron para Schaftenaar, que los aprovechó con muestras de su visión de juego. Al final el botín se paró en los 95. Suficiente para una fiesta que terminó con los jugadores en la grada en comunión con la cantera.