No estaba el bigote de Del Bosque por el banquillo ni David Villa se asomaba al área para golear ni Xavi andaba con la batuta por el campo, pero Luis Enrique y sus chicos cogieron la máquina del tiempo para emular a aquella Selección que masacró a Bélgica en 2009 camino de Sudáfrica para así invocar a la suerte a unos meses de Qatar. La víctima, el juguete roto fue una Islandia menor, a años luz de aquel equipo de hace cuatro años. Si para ganar un Mundial hace falta grandes futbolistas, un modelo de juego y volver sobre los pasos del éxito, España está calcando el plan.

Ni un minuto e Islandia ya había demostrado que no era Albania. Mucho peor. Luce sus últimas participaciones con lustre en la Eurocopa y en el Mundial, pero este equipo dista mucho del que enamoró en el césped y, sobre todo en las gradas, por su relato. Luis Enrique vaciaba su equipo para volver a llenarlo. Diez novedades en el once para repartir oportunidades entre meritorios y habituales y renovar el hambre, ahora que hay que ir cargando de razones al seleccionador para viajar a Qatar en unos meses.

españa- Islandia en Riazor AFP7 vía Europa Press

Fue un monólogo de España. Avasalladora, como ya se esperaba, se agarró a la pelota y quiso buscar continuos cambios de ritmo en los últimos metros para desactivar el intenso repliegue del equipo islandés. A los dos minutos ya había podido marcar un hiperactivo y voluntarioso Morata, pero falló en boca de gol tras un centro cortante de Yeremy Pino. Extrañamente familiar. Fue el inicio de un torrente que tardó más de lo debido en romper la prensa nórdica, aunque era cuestión de tiempo. Soler, Marcos Llorente, Dani Olmo y Morata en varias ocasiones pudieron abrir un marcador que ya apuntaba a abultado, a pesar de mostrarse de momento aún inmaculado.

Para entonces España ya había definido un poco más su ofensiva volcando el terreno de juego a su izquierda. La pelota iba de banda a banda, pero cuando metía cuchillo de verdad en la retaguardia visitante, estaban casi siempre Dani Olmo y Jordi Alba a la vanguardia de las acometidas. La grada se hartó de cantar uys.

Tuvo que asomar casi el descanso para que las redes de Islandia se empezasen a mover, para que fuesen profanadas. En la España de la precisión un pase largo del debutante Hugo Guillamón superó a Carlos Soler, que por sus gestos no dejó muy claro si la dejó pasar o si pensó que esa asistencia no iba con él. Dio igual. Por ahí estaba Morata para aprovecharse del juego revuelto. La templanza que a veces le falta y que, por momentos, enseña casi por sorpresa fue de la que tiró para recortar, dejar volar a su defensor y remachar a placer. 1-0, minuto 37. El VAR hubiera tenido trabajo con su posición en esa jugada, pero hoy desde una sala a muchos kilómetros nadie iba a aguar la fiesta.

El gol sirvió en parte para descorchar a España, aunque no para darle más impulso porque ya le sobraba ante un rival muy pequeño. Un minuto después, el siempre inteligente Dani Olmo se coló en el área para acabar siendo derribado. Esta vez que no jugaba el Dépor, ya no había dudas con las penas máximas. Morata cogió la pelota y no falló. 2-0, minuto 39. Estaba decidido a que fuese su noche e iba por buen camino.

España - Islandia en Riazor Agencias

La segunda parte fue el mismo festival, pero con distintos nombres y mejor puntería. Al minuto ya había marcado Pino en un escorzo de cabeza. 3-0, minuto 47. Enésima diablura de Jordi Alba y España volvía a golpear casi en frío. El gol anunció parte de la nueva realidad que iba a imperar. Las costuras y las heridas de Islandia ya estaban abiertas y la selección de Luis Enrique se colaba, hacía sangre con cierta facilidad. La hemorragia iba a ser abundante. Caerían los minutos, caerían los goles.

Cerca de la hora dejó el campo el trío Morata, Jordi Alba y Dani Olmo. Era difícil, pero Ferrán Torres, Sarabia y Marcos Alonso no les desmerecieron en exceso. De hecho, los dos últimos fabricaron los dos siguientes goles, ambos bajo el mismo patrón: un lateral apurando la línea de fondo y un delantero a un toque en boca de gol. Uno de cabeza, otro con la zurda. Minuto 72 y ya campaba el 5-0. No se movería. ¿Para qué marcar cuando la nostalgia funciona mejor que un gol en los minutos de la basura?

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España, aún así, no levantó en exceso el acelerador, tampoco quería que fuese una masacre. Se entretiene, lo pasa bien también con la pelota. Era una forma de seguir madurando la victoria, esa comunión con la grada e ir creando el hummus que necesita para Qatar 2022.

Riazor se quedó, además, con el gusto de volver a ver a Pedri sobre el césped coruñés. Ya no es aquel menor que visitó A Coruña con Las Palmas en Segunda, aunque casi. Eso sí, por edad, no por fútbol. A un estadio que paladeó a Juan Carlos Valerón más de una década y que vio como aquella noche de 2009 David Silva hacía un doblete le consuela cerrar el círculo, que los grandes acudan al templo.

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