El listón estaba muy alto después del regreso de la selección a Barcelona 18 años después. Lo reconoció el propio Luis Rubiales, presidente de la Federación, pero A Coruña también aguardaba desde hacía tiempo la visita del equipo nacional. Trece años pasaron desde la última ocasión en la que pisó Riazor, unos meses antes de aquel Mundial de Sudáfrica que acabaría ganando España. Había también ganas, tantas como las que podían existir en la cita del sábado en el campo del Espanyol, y el ambiente no tuvo demasiado que envidiarle. Un total de 28.117 espectadores estuvieron cerca de llenar el estadio.
Tardó eso sí en que Riazor cogiese el aspecto final que presentaría en el partido, hasta que terminaron de acceder al estadio todos los aficionados con entrada. Hubo colas, pero se cumplieron las expectativas depositadas por el Ayuntamiento, que desembolsó alrededor de 400.000 euros a la Federación (RFEF) para que la selección hiciera una parada en A Coruña antes del campeonato del mundo que arrancará en el mes de noviembre en Qatar. La esperanza es que el nombre de la ciudad quede ligado de nuevo a una conquista mundialista y quizá por eso también el interés por ver ayer al equipo de Luis Enrique.
El seleccionador fue quizá el más ovacionado cuando se anunciaron las alineaciones, por delante de Morata, Pedri, Gavi o Carvajal, y ya unas horas antes se había dado un pequeño baño de masas en el hotel de concentración. El partido en Riazor también suponía para él un regreso al estadio coruñés, en el que jugó cuando todavía existían las pistas de atletismo, después con la reforma posterior y donde también ocupó el banquillo como entrenador. No había venido sin embargo desde el último lavado de cara, el que supuso la sustitución de la cubierta y la nueva iluminación.
Esos recursos, propios del fútbol de campanillas del que se ha caído el Deportivo, se aprovecharon para una cita como la de ayer, que tiene tanto de espectáculo y entretenimiento como de acontecimiento deportivo. Influyó que no existía esa tensión de la competición al tratarse de un amistoso, por lo que también se contagió ese espíritu festivo. Tanto que hasta una parte importante de la grada reclamó al seleccionador la entrada de Pedri o Gavi en la segunda parte.
Había interés por verlos, especialmente de buena parte de los niños y niñas que poblaron las gradas, quizá deseosos de tener cerca a unos jugadores que por desgracia ahora no visitan Riazor de manera regular. No hace mucho, sin embargo, también los aficionados más jóvenes de la ciudad abarrotaron Riazor para disfrutar de su generación dorada de juveniles en la Youth League. Jóvenes como en los que confía Luis Enrique para su selección.
