El Leyma estrenó la temporada con una victoria en Azpeitia contra el Juaristi en la que con un fulgurante primer cuarto (13-33), sentenció a un rival contra el que después le sirvió ir gestionando la ventaja acumulada (72-87). Mantener el ritmo de los diez primeros minutos era complicado, más en el inicio de la temporada en el que aún están encajando piezas y ensamblando mecanismos, pero las sensaciones naranjas fueron muy buenas, con superioridad en todas las posiciones y unos impresionantes números en el rebote ofensivo que le daban una oportunidad tras otra. El nuevo Leyma tiene otro poso y deja huella. Con solo un mes se le nota trabajado. Cada uno parece tener claro su sitio. Y la actitud es innegociable.

No importó el 3-0 y 5-2 de salida de los locales. Porque desde ese momento hasta el final del primer cuarto solo fueron capaces de anotar 8 puntos más por los 31 que sumaron los naranjas. Fue tirando del carro Lottana Nwogbo con sus acciones en la pintura, pero también fueron esenciales los triples de Yunio Barrueta. Había sido el tiro de tres una de las debilidades de los coruñeses durante la pretemporada y se le dio carpeta de golpe y porrazo. Olle Lundqvist y Goran Filipovic se unieron a la fiesta anotadora. Y sobre todo Ingus Jakovics cerró el parcial con otros dos triples casi consecutivos. La diferencia vista sobre la pista se reflejaba en el marcador, con un abismo de 20 puntos: 13-33. Muchos argumentos.

Era normal que los naranjas bajaran su ritmo anotador. Un parcial de 7-0 de inicio del segundo cuarto funcionó como una advertencia en neones rojos de que nada estaba hecho. Javi Vega frenó la sequía y un triple, el tercero en su cuenta, de Barrueta, dejó prácticamente las cosas como estaban y por más que se empeñara Magassa, el Juaristi no se acercó con más peligro antes del descanso. El Leyma jugaba a momentos a placer. Como ejemplo, una circulación del balón de un lado a otro del perímetro que culminó Aleix Font con un triple, que además era el segundo en apenas unos minutos. Esa canasta puso la distancia máxima del partido, 27-50. Los locales maquillaron con tres tiros libres y un triple (33-50). Todavía había un mundo entre ambos.

Diego Epifanio no se fiaba y con un 4-0 de salida (37-50), a pesar de que la barrera de los diez puntos nunca peligró, paró el partido para que no hubiera problemas. Filipovic disipó las dudas con un triple. La anotación llegaba toda desde el exterior, donde Barrueta destapó el tarro de las esencias y los dos bases, croata y letón, estaban muy cómodos. Incluso un interior como Vega salía al perímetro para con su acierto en la línea de triples hundir la cabeza del Iraurgi cada vez que este intentaba levantar la cabeza. Volvió a acercarse, porque cuando las diferencias son tan grandes también es complicado mantener la concentración.

Pero una jugada acabó por romper la cuerda. En las protestas por una falta coruñesa los locales recibieron dos técnicas y un parcial de 0-6 que puso de nuevo la distancia en dos decenas (50-70). Aún creció más con un 0-5 de Font en el arranque del cuarto y último (50-75). Ya estaba todo decidido y los últimos minutos bajaron de intensidad. Unos, los de casa, soltaron la mano (cinco triples). Otros se limitaron a terminar con dignidad (72-87).

El conjunto coruñés mira ya hacia la próxima jornada porque vendrá en tan solo unos días. El miércoles recibe en el Palacio de los Deportes de Riazor (18.30 horas) al Lleida —primer partido oficial de la temporada en casa—, que ayer dio un auténtico golpe sobre la mesa al imponerse por 96-66 a uno de los grandes favoritos de la categoría, el Estudiantes. El inicio de curso es exigente y al Leyma aún le quedará cerrar la semana en la capital para medirse precisamente al equipo colegial. Esta es la LEB Oro. Ha tardo en llegar, pero no hay tiempo para pestañear.