Judo | Eduardo Galán Mejor profesor de judo de España

Eduardo Galán: “En el judo tiras tantas veces como caes, es una buena filosofía de vida”

“Un buen profesor es el que disfruta enseñando la parte deportiva y la de valores”

Eduardo Galán, con el premio que recibió de la Federación Española de Judo. |  // VÍCTOR ECHAVE

Eduardo Galán, con el premio que recibió de la Federación Española de Judo. | // VÍCTOR ECHAVE / María Varela

La Federación Española de Judo eligió al coruñés Eduardo Galán como mejor profesor del año, un premio a su trayectoria como formador en el Edukajudo, pero también como uno de los padres del célebre Trofeo Miguelito.

¿Qué sintió al recibir el premio?

Yo lo siento más como un reconocimiento al judo gallego en general y al coruñés en particular. Los premios los recoge una persona pero son fruto de un trabajo de equipo. Yo tengo la suerte de participar en un proyecto de la Federación Gallega que llevamos ya 25 años. Me gustaría que todos se sintieran partícipes de este premio que tuve la suerte de recoger.

¿Qué diferencia hay entre entrenador y profesor de judo?

Todo se mezcla un poco, pero el entrenador busca un resultado inmediato, porque tiene una competición por el medio que es el objetivo, mientras que un profesor va un poco más allá, no tiene tanta premura en obtener un resultado y valora y planifica las cosas más a largo plazo, más como un proyecto de vida. La faceta de profesor te permite profundizar más en los valores intrínsecos que tiene el judo como el respeto, la disciplina, la superación... ir sumando cada día sin intentar ser mejor que nadie más que uno mismo. Es más que un deporte.

Muchos ni siquiera compiten.

Yo he sido competidor, pero he dedicado toda mi parte profesional a desarrollar la metodología escolar y la puesta en escena de esa metodología en el Trofeo Miguelito, que va dedicado a cubrir ese espacio para los practicantes de judo a los que no les gusta competir. Un judoka tiene todo el derecho tanto a ser campeón como a no serlo. Para aquellos que no quieren ser campeones desarrollamos una metodología que en su momento cambió el paradigma del judo tradicional.

¿Cómo tiene que ser un buen profesor de judo?

Es aquel que disfruta de estar en el tatami teniendo la oportunidad de enseñar la parte deportiva y la de valores. Las dos cosas. Es el que va más allá de la propia disciplina deportiva y entiende la enseñanza como algo global.

¿La práctica del judo en qué beneficia a los niños?

El judo lo que enseña sobre todo es a respetar al compañero. Porque es muy difícil ganar o estar en el podio y muy fácil perder. Eso te hace respetar porque sabes que hoy ganas pero que mañana puedes perder. Además, utilizamos mucho las proyecciones para derribar a los compañeros y eso te enseña que es muy importante levantarse porque tiras tantas veces como te caes. Eso es una buena filosofía de vida. Cada día vas a tener cosas buenas y malas y hay que seguir.

¿También sufren con los padres?

Los padres introducen a sus hijos en un deporte que reúne los valores y la condición física que ellos esperan. Partiendo de esa premisa entiendo que los padres que inscriben a sus hijos en judo ya buscan algo más que una mera práctica deportiva. Admitimos niños desde los 3 años y el profesor les va a acompañar hasta el final. Somos profesores desde que entran hasta que forman una familia. Algunos incluso ya nos han traído a sus nietos. Y cuantos más años tienes de judo, más satisfacciones te va dando. Tenemos la gran suerte de trabajar con niños. Porque te hacen ilusionarte y renovarte día a día a través de ellos, tener retos nuevos. Es muy gratificante. Te transmiten ternura, juventud y futuro. Y nosotros aportamos nuestro granito de arena. El Trofeo Miguelito es un ejemplo. Es increíble y a mí me llena a de orgullo y satisfacción ver a los niños en una competición donde nadie pierde o gana. Y también ver las gradas, con los papás y mamás, sobre todo a los abuelos, con una alegría tremenda. Da una energía increíble.

¿El Trofeo Miguelito es como un hijo para usted?

Miguelito era compañero mío cuando falleció en 1988, un compañero maravilloso. Nuestro profesor, Miguel Ramos, tuvo la idea de que perdurase. Y yo la suerte de estar desde el minuto uno, de verlo crecer, de verlo expansionarse y sobre todo de recordar a Miguelito de una forma maravillosa que ha convertido a nuestra ciudad en un movimiento social que ha traspasado lo deportivo. Es un orgullo. En su día supuso un cambio de paradigma y está traspasando fronteras con muchas federaciones interesadas en copiar el proyecto.

¿Se imaginaban que iban a llegar tan lejos?

Lo iniciamos con muchísima ilusión. Se mezclaba mucho el sentimiento de recordar a Miguel con la necesidad de trasladar a los niños un proyecto que ilusionase a todos. Y cogió unas dimensiones extraordinarias en nuestra ciudad. Lo hemos ido mejorando año a año con ilusión. Por los niños. Son nuestro verdadero motivo. No lo pensábamos pero sí que es cierto que desde la primera edición, en la Poliderpotiva de Riazor, ya nos dijeron que había que hacerlo en otro sitio más grande y nos pasamos al Coliseum en 1992. Ahí nos dimos cuenta de que era un movimiento social y empezamos a creérnoslo.

¿Cuántas generaciones de coruñeses han pasado por el Miguelito?

Es un sentimiento vayas a donde vayas. No hay familia que no haya tenido una referencia porque lo haya practicado algún familiar o algún vecino. El día del Trofeo Miguelito se ve A Coruña inundada de kimonos y yo creo que la ciudad le tiene un cariño especial a Miguelito y Miguelito se lo debe todo a la magnífica acogida que tuvo.

El Miguelito no paró durante la pandemia. ¿Cómo afectó el COVID a la práctica del judo?

La pandemia la sufrimos mucho pero gracias al esfuerzo federativo y al trabajo de los clubes pudimos seguir, pero sí que hubo un retroceso en el alumnado. Ahora casi hemos recuperado los números de antes de la pandemia, estamos muy cerca de volver a la normalidad.

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