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Judo

Las bodas de oro del Judo Club Coruña: «Caer, levantarse y seguir luchando»

El gimnasio, pionero de este arte marcial en la ciudad, celebra mañana una cena por los 50 años de su apertura | Bernardo Romay: «Los padres me pedían que les diese clase también a ellos»

Mari Nieves Vales y Bernardo Romay se saludan al estilo japonés en el tatami del Judo Club Coruña.

Mari Nieves Vales y Bernardo Romay se saludan al estilo japonés en el tatami del Judo Club Coruña. / Iago Lopez

Daniel Abelenda Lado

Daniel Abelenda Lado

A Coruña

«Yo fui el primer maestro de judo de la ciudad de A Coruña», resalta con orgullo Bernardo Romay. Él y su mujer, Mari Nieves Vales, son el alma del Judo Club Coruña. Hace 50 años abrieron el primer gimnasio al uso de este arte marcial en la ciudad. Lo hicieron por el clamor popular de los padres de sus alumnos en los colegios, que también querían enfundarse en un kimono. Desde entonces, por su tatami se formaron campeones de España, deportistas olímpicos e infinidad de judocas, desde niños de cuatro años a mayores de 80, que tuvieron en la calle Pintor Seijo Rubio su particular templo. Si el judo mundial tiene en Tokio el Kodokan, su sede central, el judo coruñés cuenta con el Judo Club Coruña, su particular meca, que este fin de semana celebra en el Sporting Club Casino sus bodas de oro.

Los gerentes, en la entrada del gimnasio. |  Iago López

Los gerentes, en la entrada del gimnasio. / Iago López

Bernardo Romay llegó al judo por error. «Un amigo y yo queríamos aprender a tocar la guitarra y fuimos a apuntarnos al conservatorio, que estaba en Cuatro Caminos. En ese mismo edificio estaba un gimnasio de la Federación Gallega. Nos equivocamos de puerta y entramos en el gimnasio», recuerda con nitidez. Rápido se enfundó en un kimono y comenzó su relación con una disciplina que tenía menos de cien años de historia como deporte (adaptó las técnicas de defensa personal de los samuráis japoneses), que apenas llevaba unos años en el programa olímpico y que todavía tenía mucho margen de crecimiento en España. «Lo habitual era practicarlo en la Organización Juvenil Española (OJE) o en la Falange», apunta Romay.

El maestro coruñés recuerda que, aun con el cinturón naranja (lejos todavía del negro), logró ganar un torneo en la ciudad que le permitió competir con la selección gallega en torneos por autonomías y entrenar con otras figuras de la época que se encontraban, sobre todo, en Ferrol. «Fuimos a Valladolid y me ganó un madrileño, José Luis de Frutos», recuerda, sobre otro judoca ilustre que dejó su huella en el deporte gallego.

Entre la competición, el propio Romay comenzó a dar clases en Maristas y pronto le llegó la oportunidad de impartirlas, también, en el colegio de Santo Domingo. «Los padres me pidieron que también les diese clase a ellos. Incluso me ayudaron a encontrar el local. Un compañero de Ferrol me ayudó a diseñar el interior para hacerlo parecido a su gimnasio», rememora.

Un bajo de la calle Pintor Seijo Rubio se convirtió, en 1975, en el primer club al uso de judo en una ciudad que abrazó de inmediato la pasión por este arte marcial japonés, aunque pronto tuvo más compañeros. «El comienzo fue difícil porque no había ejemplos de otros gimnasios. No teníamos preparación para llevar el negocio. Aparte del fin deportivo, tenía que tener una base económica», recuerda Mari Nieves Vales. Pronto añadieron otras disciplinas y clases de aeróbic o pilates. «Siempre tiramos hacia delante con los profesores, que son el alma del gimnasio», resalta. El ejemplo del club, resalta Romay, sirvió de base para el desarrollo de las escuelas deportivas municipales por el éxito entre los niños y sus padres, tanto en cifras de alumnos como en valores.

El club de los ‘invencibles’

Sobre el tatami acolchado y bajo la atenta mirada de un retrato de Jigoro Kano, el Judo Club Coruña cumple 50 años con la misma metodología y el esfuerzo como filosofía. «Acabo de tener una clase por la mañana que yo llamo la de los invencibles. No porque no pierdan nunca, sino porque madrugan y vienen a entrenar todos los días, incluso con 80 años. Se caen, se levantan y siguen luchando», reitera Bernardo Romay.

Olímpicos como Roberto Naveira y Victorino González; José Martínez Checa, que se quedó a las puertas de un podio europeo, e innumerables campeones de España (llegaron a reunir a cinco en un mismo año) atestiguan el valor de un club que siempre presumió de resultados, pero también de una metodología que enganchó a los más pequeños a través del juego. «En lugar de la técnica del O Soto Gari (barrida exterior con la pierna), con el nombre en japonés, aprenden ‘la llave del soldado’. Ya tendrán tiempo luego para conocer el nombre de las técnicas», ejemplifica el maestro coruñés.

Aunque, confiesa, recibieron ofertas de algunos judocas extranjeros para entrar como socios en el gimnasio, el matrimonio tiene claro que el presente y el futuro del Judo Club Coruña está sus profesores, «el alma» del gimnasio que se ha convertido en el particular Kodokan del judo coruñés.

«Vimos a nuestra hija ser campeona de España»

Medio siglo da para muchos momentos que se graban en la retina, pero Bernardo Romay Y Mari Nieves Vales tienen claro cuál es su preferido. «Lo más bonito de mi vida en el judo fue cuando mi hija quedó campeona de España», resalta Romay sin dudar. El éxito quedó en familia y transmitió en la siguiente generación. «Luego, uno de mis nietos, también fue campeón de España», añaden con orgullo los gerentes del club coruñés.

Aparte de las emociones familiares, siempre ligadas al judo, recuerda con cariño el camino que recorrió junto a Roberto Naveira en la experiencia olímpica del judoca coruñés. «Fui con él a los Juegos de Atlanta 1996. También estuve con él en Canadá. Son experiencias que te enriquecen muchísimo», reconoce.

Por sus salas también pasaron actuales campeones mundiales de jiu-jitsu como Álex Álvarez o David Pardavila. Infinidad de éxitos para un club que atesora su pasado mientras sigue escribiendo su futuro.

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