Algún día iba a ocurrir, que diría cualquier aficionado blanquiazul, de esos que poseen el gen deportivista que adelanta los posibles tropiezos. La primera derrota del Deportivo en un año en su estadio llega sin embargo en el peor momento del calendario y deja una sensación incómoda por lo visto ayer sobre el campo.

Desde el primer minuto se constató que Evaldo no iba a estar tan desasistido en la banda izquierda como en anteriores compromisos, aunque al final el primer gol sevillista terminara por llegar por su banda. La amenaza era mayor que en cualquiera de los enfrentamientos previos y el brasileño contó con la ayuda, más solidaria que en citas previas, de Pizzi y sobre todo de Abel Aguilar.

La consigna para el lateral estaba clara también desde el comienzo: seguir a Jesús Navas allá a donde fuera. Con esas Evaldo apareció por el centro del campo y pareció ganar por momentos la confianza que le abandonó conforme crecían las críticas a su rendimiento y aumentaban los murmullos en la grada. Ayer se transformaron en aplausos en un par de acciones y se demostró un futbolista exhuberante en lo físico y correcto en lo táctico cuando le secundan.

Las ayudas de las que gozó mermaron la aportación en ataque de esa banda y Pizzi se diluyó en un esforzado ejercicio por mantener el orden sobre el campo. Riki perdió así a uno de sus principales socios desde que comenzó la temporada.

El madrileño necesita de un asistente que haga buenos sus desmarques, casi siempre en perpendicular a la defensa contraria. Cuando eso no ocurre tira de repertorio en forma de tozudez, colándose en el área contraria a base de trompicones y empujones si hace falta. Guerrea, insiste y, a veces, marca.

Ayer no encontró al portugués ni tampoco a Valerón, al que el técnico continúa otorgándole un papel protagonista en los partidos de Riazor, pero al que a veces traiciona el vértigo que adquiere el equipo cuando se lanza al ataque.

Cuando se impone la pausa, sin embargo, el canario mantiene el criterio para brindar oportunidades a sus compañeros. Todavía no ha encontrado Oltra un sustituto para esta tarea. Juan Domínguez parece de antemano la opción más natural, pero el canterano prescinde del riesgo. Escapa de él. Busca a sus compañeros todo lo que puede para asegurar el pase y por consiguiente abusa de la conducción. Una combinación suya con Valerón, sin embargo, sirvió para firmar la mejor ocasión del Deportivo en la primera parte hasta que Abel Aguilar estrelló un balón en el palo con un disparo lejano.

Domínguez cedió para el canario y éste dejó a Bruno en ventaja sobre los defensas del Sevilla. Su disparo lo desvió a córner Palop con alguna dificultad.

De pocas oportunidades más disfrutarían los blanquiazules durante los primeros cuarenta y cinco minutos, que tampoco se veían amenazados por los sevillistas. Un nuevo error defensivo comprometió sin embargo el marcador antes de llegar al descanso.

La transición defensiva estuvo tan poco coordinada después de un saque defectuoso que los de Míchel se plantaron con una superioridad de cinco a tres frente a los deportivistas. Solo la falta de entendimiento entre ellos permitió mantener el empate para la segunda parte.

En ella los de Oltra ya se parecieron más al equipo que se ha podido ver en las primeras cuatro jornadas. Tuvieron más oportunidades -Palop vio cómo se estrellaba otro balón en los palos- y no escatimaron en el esfuerzo atacante.

Evaldo se atrevió más por su banda, en parte también porque a Navas y Cicinho les invadió de repente una timidez inesperada. Disfrutó entonces, y por momentos, el Deportivo, que buscó a Valerón.

No fue suficiente ni a pesar de que la línea de presión se llevó hasta prácticamente el área de Palop. Para entonces parecía como se los blanquiazules asumieran más riesgos incluso de los que debería, cuando ni siquiera lo habían hecho al comienzo del partido. El tanto de los sevillistas, sin embargo, no se intuía y terminaría por llegar con una jugada por la izquierda de Navas que remachó Negredo ya prácticamente bajo palos, con Aranzubia completamente batido.

Ya no habría reacción y el Deportivo pondría fin a un año sin perder en Riazor casi sin enterarse y antes de visitar el Santiago Bernabéu el domingo.