Riazor recibió ayer el abrazo de cientos de aficionados. Una cadena humana dio la vuelta al estadio como símbolo de unión y apoyo al club. Dos horas antes del inicio del partido contra el Levante, que comenzó a las 12.00 horas, aficionados llegados de toda Galicia y de distintos puntos de España comenzaron a preparar en las calles aledañas al campo un multitudinario acto para arropar al templo blanquiazul, una iniciativa impulsada por la Federación de Peñas del Deportivo, que desplegó una pancarta que rezaba La voz somos nosotros, en respuesta a las presiones de un diario local. Los peñistas desplegaron el letrero al inicio de la organización de la cadena y, después, ya dentro del estadio, lo colocaron en el centro de la grada de Preferencia.

"Se nos ponía la piel de gallina al ver a la gente esperar al equipo", confesó el presidente de la federación de peñas, Miguel Otero. El representante de los peñistas consideró "un éxito total" el resultado de la convocatoria. "A pesar del horario, la respuesta ha sido muy buena y la afición se ha volcado muchísimo", afirmó Otero. El presidente agradeció la respuesta de los hinchas blanquiazules: "Desde la federación de peñas queremos agradecer a los aficionados que nos acompañaran en esta iniciativa". Otero alagó también la "paciencia" de los participantes, que se coordinaron durante una hora para lograr que la cadena diese la vuelta completa al coliseo.

El gesto de los deportivistas pretendía demostrar una vez más que la hinchada respalda a su club. Y que nunca se rinde. "El equipo sabe que siempre que nos necesite vamos a estar ahí", aseveró el representante de los peñistas, quien explicó acerca de la concentración que "en principio, es algo puntual", aunque dejó la puerta abierta a gestos similares en el futuro si los vientos persisten en soplar en contra del Dépor: "Veremos cómo transcurren los acontecimientos".

"Ésta es la voz del deportivismo", proclamó una integrante de la cadena, situada a la altura de Pabellón. A su lado, otro eslabón manifestó su apoyo incondicional al club. "Yo voy con el Deportivo a muerte, hasta donde haya que llegar", aseveró la aficionada.

Sin prisa pero sin pausa, con discreción, los aficionados lograron que la fila, que comenzó ante la fachada principal del estadio, en la calle Manuel Murguía, diese la vuelta completa, que se culminó en la avenida de la Habana, en el centro de la grada de Preferencia. Cumplido el objetivo, los integrantes pusieron el broche con un aplauso y se disolvieron para comenzar a entrar en el campo.

En la hora que transcurrió desde que los deportivistas comenzaron a desplegarse hasta que completaron el recorrido, muchos aprovecharon para comer, saludar a conocidos o comentar con el de al lado la estrategia que, a su juicio, debería seguir el equipo para enfrentarse al Levante. Cerca de la manifestación de apoyo al Deportivo, aficionados calentaban motores para el encuentro en las terrazas de los bares de Manuel Murguía, que bañó el sol toda la mañana.

Disuelta la muestra de apoyo, muchos aficionados hicieron parada en algún bar de la zona antes del partido. Las tascas de las calles paralelas a Manuel Murguía estaban repletas de gente. Y de bufandas y camisetas del Dépor. Los locales de hostelería próximos al estadio lucían también ambiente de domingo de fútbol al término del encuentro.

El ambiente previo al partido de ayer fue en todo momento tranquilo. Los aficionados, hombres, mujeres, niños y hasta perros, de todas las edades y procedentes de diferentes puntos de Galicia y de España, afrontaron con ilusión el mimo a su club. Algunos incluso a pesar de haber dormido solo cuatro horas después de trabajar hasta la madrugada. El mensaje estaba claro. Los aficionados arropan al club. Y al equipo. Para bien y para mal.

Los jugadores del Dépor se encontraron a su llegada al estadio con la concentración de seguidores. El autobús que llevó hasta el recinto a la plantilla deportivista llegó a las 10.22 horas, minutos después de la hora prevista para la formación de la cadena humana. Y se detuvo entre aplausos. La fila no estuvo formada a tiempo, pero el arropo a la plantilla fue el mismo que si lo estuviese. "El día en que me muera, yo quiero mi cajón pintado azul y blanco como mi corazón", coreó la masa de aficionados tan pronto como se abrieron las puertas del autobús. Los futbolistas saludaron a la hinchada e hicieron gesto de agradecimiento por el detalle.

El presidente de la federación de peñas, Miguel Otero, se mostró seguro de que el gesto de la afición caló en la plantilla blanquiazul. "Se les notaba en la cara a los jugadores, que lo agradecen y se sienten responsabilizados por ese respaldo tan grande de la afición", manifestó el representante de los peñistas.

La sensación era común en las inmediaciones del estadio, donde los aficionados se mostraron orgullosos y satisfechos por haber logrado, de nuevo, que el grito de ánimo traspasase los muros de Riazor y llegase al corazón del Deportivo. Como siempre en los momentos difíciles que el club y la hinchada tienen todavía recientes. Y que no han acabado todavía. Una pancarta ubicada en la grada de preferencia, a pie de campo, resumía la firmeza y la fe de la marea blanquiazul: "Hemos venido para quedarnos".