A veces un punto puede resultar un gran botín. Anoche el empate supo a derrota para el Deportivo. No encajar fue la mejor noticia de la noche para el equipo coruñés, casi la única. Quizá mereció más, pero de méritos no se vive en el fútbol. Se vive de puntos y el déficit a estas alturas, con solo 12 en 16 jornadas, es enorme. Por lo menos, el Dépor puso todo de su parte, absolutamente todo, pero no fue suficiente con la intensidad y la intención. Salomão desperdició la ocasión más clara para amarrar tres puntos necesarios, como lo serán los de pasado mañana en el campo del Espanyol. Otra final a la vista, la última del año.

Más allá del debate sobre el estilo del equipo y sus graves problemas defensivos, el Deportivo afrontaba el encuentro con la obligación de ganar. A estas alturas, daba igual el cómo. Lo único importante era que los tres puntos se quedaran en Riazor para recuperar algo de oxígeno. Lo necesitaban los jugadores y, por supuesto, José Luis Oltra, que presentó cinco novedades en la alineación con respecto al once del desastre en el Calderón. No retocó el esquema, pero sí varias piezas, empezando por la portería. Sentó a Aranzubia y apostó por Lux, un llamativo golpe de efecto con la esperanza de frenar la sangría de goles encajados: 37 en 15 jornadas.

Toda una final para el Deportivo, que salió decidido a poner cerco a la meta de Dani desde el primer minuto. Achuchó bastante en el primer cuarto de hora, con algunas llegada al área interesantes. Abel, de cabeza, y Pizzi, con un centro chut al que no llegó Riki, protagonizaron las mejores aproximaciones en esa fase inicial, en la que el Valladolid se dedicó a defender y dejar jugar. Poco hizo en ataque el conjunto pucelano. Lo justo para que Óscar se encontrara con un doble remate que puso a prueba los reflejos de Lux poco después de que Bruno probara los del meta visitante Dani. Dominaba el Dépor, como de costumbre en Riazor, pero le faltaba lo de casi siempre: profundidad y finalización. Por lo menos, esta vez el equipo sí mostraba un mayor empaque que otras veces, sobre todo con más intensidad a la hora de meter el pie. La situación en la tabla, crítica, obligaba a pelear cada balón como si fuese el último y en esa oscura tarea se aplicaron todos, incluido Pizzi, que corrió hacia atrás casi tanto como hacia adelante. El portugués, muy dinámico al igual que Bruno Gama, lideró el ataque metiéndose entre líneas. Lo mismo hizo Valerón, espaciando sus intervenciones pero siempre dándole sentido al juego.

Pese al dominio coruñés, el Valladolid se sentía a gusto y poco a poco fue llevando el partido al terreno que más le convenía, el del contraataque. Corrieron como flechas Omar y Bueno tratando de conectar con Manucho, bien contralado por Marchena y Aythami. Al Deportivo le faltaba ese primer gol para poner el partido de cara y obligar a su rival a dar un paso al frente, pero por lo menos se fue al descanso con su meta imbatida, algo que ya es noticia.

Quedaba toda la segunda parte para buscar el 1-0, con decisión, pero sin perder la compostura atrás. Mucho tiempo por delante. Demasiado como para dejarse llevar por la ansiedad. Lo intentó el Dépor con paciencia, por dentro y también por fuera, tratando de ensanchar para meter buenos centros. Muchas llegadas, pero pocas ocasiones claras. El Valladolid, a lo suyo, apenas se acercó al área de Lux, que aun así tuvo que aplicarse para despejar un pase entre líneas que Manucho se disponía a rematar. Fue la última aparición del angoleño, sustituido poco después por Javi Guerra. También movió ficha Oltra dando entrada a Salomão en busca de más desequilibrio arriba, aunque fue Pizzi el que apareció más veces. Sus disparos lejanos se perdieron por encima de la portería.

Corría el reloj a favor del Valladolid y en contra el Dépor, cada vez con más prisas para armar sus ataques. Sabía que el único resultado válido era el triunfo y cargó con todo lo que tenía, incluido Nélson Oliveira, que entró a falta de un cuarto de hora para sumarse a Riki en punta. Coincidieron solo seis minutos, los que aguantó el madrileño hasta que tuvo que pedir el cambio. Quizá él no hubiera fallado el remate que poco después desperdició Salomão. Solo tenía que empujar el balón y lo envió a las nubes. Poco más hubo: algún susto para Lux y un lanzamiento de Oliveira. Desesperado, como la grada.