El Deportivo se marchó de Cornellá-El Prat con una derrota que afianza su triste periplo en la Liga y alivia de paso a un rival con el que hasta ahora compartía devenir en la competición. A lo negativo del resultado se sumó ayer un juego depresivo que acrecienta la desconfianza hacia un equipo del que ya ni siquiera quedan aquellas intenciones de desplegar un juego atractivo que ha pregonado su técnico.

En el trayecto que va desde el inicio de la competición hasta hoy, el Deportivo y, especialmente su entrenador, han pervertido una propuesta de la que ya no se adivinan más que remiendos. Los resultados, o la falta de ellos, han obligado a alterar el ideario inicial hasta el extremo de lo que ocurrió ayer en el estadio del Espanyol.

De aquellas alineaciones iniciales en las que Juan Domínguez y Valerón compartían titularidad se ha pasado a la que presentó ayer Oltra en Cornellá, con jugadores que permitan protegerse mejor sobre el área propia. Ya no se asumen los riesgos que se presentaron como marca de la casa y en ataque se fía todo al rendimiento de jugadores veloces que permitan aprovechar las concesiones que en muchos casos han condenado al Deportivo a ocupar la última plaza de la clasificación.

Sin centrocampistas sobre los que cimentar su propuesta futbolística, lo que le queda de Oltra y su filosofía es una nimia consigna de ir a por el partido que ante el Espanyol se tradujo en una primera oportunidad de Pizzi, ayer colocado por detrás de Riki en lugar de Valerón. Un centro de Manuel Pablo desde la derecha a la espalda de la defensa lo cabeceó bombeado tratando de sorprender a Casilla. Esa oportunidad fue el reflejo del juego de los blanquiazules, demasiado plano durante los noventa minutos y sin alternativas reales de lograr superioridades.

Las pocas veces que se consiguió fue por la iniciativa de los laterales al sumarse a un ataque plagado de individualidades y conducciones de balón innecesarias. A los blanquiazules ya se le adivinaron estos males en el inicio de un partido en el que el Espanyol apenas inquietó, quizá precavido por la trascendencia del partido para ambos y ejerciendo también de local, pero se acrecentaron con el trompazo que se llevó Riki y que según su técnico le dejó conmocionado, privándole de la posibilidad de disputar la segunda mitad con dos delanteros en la punta del ataque.

Las alternativas se limitaron todavía más para un equipo ya plenamente instalado en la molicie y el tedio que transmiten sus jugadores, sin nadie que hilvane el juego y mucho menos alguien que sirva de referencia.

Ayer no hubo nadie sobre el que fijarse porque ni siquiera se buscó entre los propios jugadores, en ocasiones en evidente desconcierto ante la permisividad del Espanyol hacia tres cuartos de campo y lo poco que proponían los locales.

Y así fue, sin que apenas se lo esperasen, como se vieron por debajo en el marcador después de una jugada en la que Wakaso centró desde la derecha, de modo muy parecido a como lo había hecho Manuel Pablo minutos antes, sin que encontrase rematador. Lux acertó a despejar, pero en su caída se trastabilló con un rival. En el tiempo que tardó en incorporarse y recular hacia su portería, Simão, jugador del que apenas queda nada de aquel que situaron como volante cinco estrellas tras su llegada al vecino de la Ciudad Condal, pero que ha ganado en experiencia, adivinó lo que tardaba el meta argentino en regresar bajo palos y le envío el balón por encima de cabeza.

Al Deportivo le tocaba enderezar las velas para colocarlas a favor del viento, quizá lo peor que le podía ocurrir a un equipo con demostrada incapacidad para llevar la iniciativa. Los cambios no alteraron la fisonomía a un Deportivo que rozó el empate antes del descanso con un buen contragolpe de Bruno que desaprovechó Riki dentro del área local.

Oltra miró hacia el banquillo y vio a dos centrocampistas más de su gusto por lo que se presupone de su ideario futbolístico y a un delantero, pero no le cambió la cara a un equipo que al contrario de lo que ocurrió hace una semana contra el Valladolid no terminó volcado sobre el área del rival. Encajó otro gol fruto de la habilidad de un delantero que en su momento rechazó sumarse al proyecto blanquiazul y que ayer lo instaló en la más absoluta depresión.