Sí, se puede. Lo demostró anoche el Deportivo, arrollando al Celta a base de coraje, fútbol y tres goles para enmarcar. Más que goles, golazos los que firmaron Riki, Sílvio y Salomão para convertir Riazor en una auténtica fiesta, merecida y esperada después de tanto tiempo de sinsabores. Del Celta, ni rastro. Ni antes ni tampoco después de la expulsión del temperamental Aspas, que condenó a su equipo a una derrota segura.

Se trataba de ganar por encima de todas las cosas. Con coraje, por supuesto, pero también con fútbol. De eso se encargó Juan Domínguez, la gran sorpresa en el once. Fernando Vázquez echó mano del coruñés en busca de temple, posesión y claridad de ideas en la zona ancha. Algo de criterio en la noche más caliente y dramática. Mejor no le pudo salir la apuesta. Primero, porque Domínguez se sintió especialmente cómodo; y segundo, porque el Celta dejó jugar demasiado. No solo a él, también a Valerón, libre de marca para girarse y armar juego con comodidad. Así nació el tempranero 1-0, de una gran asistencia del grancanario hacia Riki, que definió como los ángeles. Control con el muslo y volea a la escuadra. Imparable.

Solo nueve minutos tardó el Dépor en poner el partido de cara. Quedaba todo un mundo por delante, demasiado tiempo como para empezar a especular. Así lo entendió el equipo coruñés, que quiso el balón tanto o más que de salida. Lo jugó casi siempre con criterio, tratando de combinar, pero a la vez sin complicarse atrás. No le importó a los defensas rifar la pelota en largo cada vez que achucharon los celestes. Poco apretaron, prácticamente nada, y el Dépor siguió a lo suyo, muy ordenado y sin perder de vista la meta de Varas. Entre Pizzi y Riki casi fabrican el segundo cuando se cumplía el primer cuarto de hora. Lo hicieron todo bien, menos la definición, y acabaron estorbándose en el momento del remate. Pranjic, de falta, protagonizó la única aproximación visitante digna de mención en ese tramo inicial. Un tirito a las nubes. Mientras, Aspas empezaba a desesperarse, bien controlado por Aythami y sobre todo Marchena. El de Moaña, desaparecido, protagonizó otro de esos episodios característicos de esos futbolistas geniales que, como él, pierden la cabeza con demasiada frecuencia. Su agresión a Marchena le costó la roja y dejó a su equipo con diez durante una hora. Fue su condena.

Un escenario perfecto para el Deportivo, que supo aprovechar la superioridad numérica para llevar el partido todavía más a su terreno, con aún más posesión y minimizando los riesgos. Liderado por Juan Domínguez y El Flaco, el Dépor siguió generando ocasiones, algunas claras. Riki volvió a recibir de Valerón en el 34 para poner a prueba al meta celeste, que evitó el 2-0 con una gran parada.

El Celta no dio una a derechas hasta el descanso y solo merodeó el área de Aranzubia con alguna contra aislada y, sobre todo, a balón parado. Un repertorio ofensivo escaso para remontar en Riazor con un hombre menos. Sin ideas acabó la primera parte el conjunto celeste, y del mismo modo inició la segunda, como dejándose llevar a la espera de que el empate cayera del cielo. Poco fútbol propuso, solo algunas pinceladas de Oubiña. El Dépor mandaba, pero el marcador era demasiado apretado. Necesitaba un segundo tanto para acabar de alfombrar el camino de la victoria. Bruno y Riki desperdiciaron las más claras justo tras la reanudación. El madrileño falló primero un mano a mano y acto seguido conectó un zurdazo que Varas desvió con una mano milagrosa.

El Celta sufría, pero seguía vivo. No mejoró demasiado tras la entrada de Orellana. Siguió agazapado, sin renunciar a la contra, pero mucho más preocupado de atacar que de defender. Juntó líneas y se dedicó a esperar al Dépor para robar y correr. Era su plan hasta que Sílvio se lo cargó con el segundo golazo de la noche, de nuevo una gran volea, pero esta vez desde fuera del área. Directa a la escuadra. Para enmarcar.

Ahora sí tocaba disfrutar. Y qué mejor que hacerlo con el balón. El Dépor lo siguió manejando a sus anchas y no renunció al tercero. Riki, Pizzi, Bruno, Abel... Todos probaron hasta que Salomão redondeó la fiesta con el tercero tras otro gran servicio de Valerón. Park respondió con el 3-1. Daba igual. Los tres puntos ya estaban amarrados. Y con ellos, una vida extra.