Era el gran día, el señalado para certificar el ansiado ascenso, y el Deportivo no falló. Le bastaba con empatar, incluso perdiendo hubiera subido por los pinchazos de Sporting y Las Palmas, pero quiso cruzar la meta a lo grande, dedicándole a la afición la victoria ante el Jaén después de una temporada especialmente amarga en Riazor. Tocaba cargar con todo. Nada de especular con el marcador. Era el momento de dejar las dudas en el vestuario y armarse de valor para salir al campo a comerse al rival. Al Jaén, o a cualquiera que se pusiera por delante, porque la seguridad del Dépor en la victoria era total. Todos estaban convencidos: Fernando Vázquez, sus jugadores y por supuesto los miles de aficionados que abarrotaron Riazor. Hubo que esperar hasta la penúltima jornada para festejar un objetivo que parecía en la mano desde hacía un mes, pero que se resistió por el bajón del equipo en el tramo final y porque la Segunda es una competición larga y exigente para todos, hasta para los mejores. Nadie regala nada, ni por arriba ni por abajo, por muchos tropiezos que hayan tenido los rivales directos por el ascenso.

Que se lo digan al Zaragoza o al Mallorca, perdidos en la clasificación pese a partir con el cartel de grandes favoritos. Su situación le da aún más valor al campañón del Deportivo, que superó todo tipo de dificultades para instalarse entre los dos primeros desde la jornada 13. Por méritos propios jugará en la máxima categoría la próxima temporada. Méritos deportivos y también humanos, los de un grupo de futbolistas solidarios y comprometidos que se dejaron guiar por Fernando Vázquez y que contaron con el apoyo incondicional de la mejor hinchada de España, según la Liga de Fútbol Profesional y Aficiones Unidas. Todos a una regresan al sitio natural del Deportivo, la Primera División, con todo lo que eso supone para el club y la ciudad. No es solo un ascenso. Es la vida, un balón de oxígeno necesario, imprescindible en un momento clave para la centenaria entidad.

Nadie faltó a la fiesta del ascenso. Ni siquiera Sissoko, cuyas molestias en la rodilla izquierda no le impidieron participar en el encuentro más importante de la temporada. Su concurso no fue testimonial. Se dejó ver mucho y bien, con esas pinceladas de calidad de un jugador superlativo en Segunda, pero quizá más interesante todavía para Primera. El marfileño y Rabello fueron los que más aparecieron en el arranque del encuentro, tirando del equipo hacia arriba para poner cerco a la meta del Jaén desde el pitido inicial. El acoso fue total, continuo, sin tregua. El Dépor cargó y cargó hasta encontrar el premio del gol. Atacó con orden, sin impacientarse, cocinando las acciones ofensivas a fuego lento. De lanzarlas se encargó Juan Domínguez, el único pivote puro que Vázquez utilizó de salida. El técnico apostó por el 4-1-4-1 que tan bien le suele sentar al equipo coruñés, sobre todo cuando de lo que se trata es de buscar la portería contraria. A ella miraron Sissoko y Rabello con los primeros lanzamientos entre los tres palos. Sin demasiado peligro, pero demostrando el hambre de gol del conjunto blanquiazul, instalado de forma permanente en campo contrario y acumulando mucha gente en posiciones ofensivas, incluidos los laterales. Descarado estuvo Laure, lo mismo que Seoane por el otro costado, para acentuar el monólogo ofensivo blanquiazul.

El Jaén apenas daba señales de vida en la construcción. Bastante tenía con aguantar el chaparrón inicial. El Deportivo siguió a lo suyo, volcándose sobre el área andaluza a la espera de que llegara el primer gol. Solo era cuestión de tiempo, de esperar a aprovechar alguna ocasión para poner el partido de cara y, de paso, empezar a agarrar el ascenso con las dos manos. Media hora tardó en llegar el 1-0. Nació de una falta al borde del área provocada por Luisinho. La lanzó Ifrán con colocación para obligar a René a hacer una gran estirada. Evitó el gol en primera instancia, pero hacia el rechace corrió Marchena cargado de fe, la suya y la de todo Riazor. Explotó de alegría tras marcar, y con él todos sus compañeros y el público. Éxtasis total por ver el objetivo tan cerca, casi en la mano. El Jaén tampoco se desmelenó tras encajar el 1-0. Siguió ordenado, sin perder casi nunca el sitio, pero poco a poco empezó a salir de la cueva, lo suficiente para generar un par de contras peligrosas. Curto y Fran Machado desperdiciaron las más claras. Dos avisos serios de que el Jaén no estaba dispuesto a alfombrar el camino del Deportivo hacia Primera División. La segunda parte no iba a ser un paseo.

Por eso entró Jona tras el descanso, en busca de un poco más de finalización, aunque pocas ocasiones claras generaron los andaluces. El billete a Primera ya estaba sellado. Por el resultado de Riazor y también por los de los rivales directos, Sporting y Las Palmas. El equipo coruñés se limitó a controlar y dejar pasar los minutos, sin renunciar a redondear la fiesta con un segundo gol. Lo acarició Ifrán gracias a un servicio en largo de Marchena, pero el uruguayo se trastabilló justo cuando iba a rematar. Vázquez echó mano de Álex para reforzar la zona ancha y adelantó la posición de Juan Domínguez para tener aún más creatividad arriba.

No le hizo falta al Dépor, porque salvo por algún susto aislado tuvo siempre el encuentro perfectamente controlado. Hasta dispuso de ocasiones para ampliar su ventaja. Por ejemplo, un cabezazo alto de Toché. La cuenta atrás hacia Primera era imparable. La fiesta ya estaba en marcha desde hacía tiempo, con olas en la grada y caños en el campo, como el que se atrevió a tirar Laure por la derecha. Borja y Toché merodearon el gol poco antes de que Servando marcara el tanto del empate, aunque en fuera de juego. No hubo tiempo para más, únicamente para que el árbitro pitara el final confirmando de forma definitiva el regreso del Deportivo a la elite. Es su sitio, donde tiene que estar. Vuelve por la puerta grande. Y esta vez para quedarse.