Andrés García Yáñez (A Coruña, 10-11-1931) abandonó la presidencia del Deportivo en marzo de 1988. Una derrota en Riazor, escuchar los insultos de parte de la afición e incluso recibir escupitajos cuando se retiraba del palco fueron definitivos para que decidiese presentar la dimisión y dejar la presidencia. Desde entonces renunció, incluso, a acudir al estadio y se refugió en su profesión y en el desempeño del cargo de presidente del Colegio de Gestores Administrativos de Galicia.

La muerte sorprendió a García Yáñez a los 83 años de edad en plena calle. Estaba haciendo unos recados cuando cayó prácticamente fulminado. Algo más de 26 años atrás, cuando decidió abandonar la presidencia del Deportivo, había justificado su decisión con una frase demoledora: "Prefiero morir en la cama que en un campo de fútbol". Sus allegados insisten en que nunca más acudió a Riazor.

Yáñez tenía el carné de socio numero 13 -causó alta el 1 de septiembre de 1944- y accedió a la directiva como secretario del equipo que presidió Jesús Corzo Sierra, entre 1982 y 1986. La gestión de Corzo aumentó la deuda hasta el punto de que solo cabía pensar en la desaparición de la entidad. Todos los compañeros de directiva decidieron que el presidente sobraba y lo abocaron a su marcha, con la condición de que García Yáñez diese un paso la frente para convertirse en el máximo responsable del club blanquiazul.

El 1 de junio de 1986 aceptó la propuesta con el objetivo de alcanzar el ascenso. Lo hubiese logrado a la primera, pero esa temporada no bastaba con estar entre los tres primeros, ya que la Federación Española se inventó una segunda fase de ascenso. Fue el año del penalti de Alvelo -Díaz Vega pitó esa infracción tras una falta al jugador del Celta varios metros fuera del área- y el del cierre de Riazor tras unos incidentes en la grada. La apuesta no era solo el primer equipo, sino también la cantera. Yáñez se había rodeado en su directiva de personas procedentes del fútbol modesto para que se encargasen de las categorías de base: Orlando Vázquez, del Orillamar, e Ignacio García, del Maravillas.

En la nueva temporada el Deportivo partía de nuevo entre los favoritos, pero la pretemporada anunció lo que iba a ser el resto del año. En agosto, camino de Carral para disputar un amistoso, falleció Sagarzazu, defensa procedente de la Real Sociedad, que era uno de los principales fichajes de ese verano. Un derrame cerebral acabó en el autobús con la vida del zaguero donostiarra.

Ese suceso marcó la trayectoria del equipo y también la del club. García Yáñez se marchó en marzo cansado de recibir insultos. El equipo se salvó en la última jornada gracias al gol de Vicente al Racing de Santander. Hasta tres entrenadores tuvo el Deportivo esa temporada. Empezó Eusebio Ríos, al que sustituyó Luis Rodríguez Vaz en la octava jornada, ya que el equipo estaba en la zona baja de la tabla. En la jornada 25ª Arsenio Iglesias -que estaba entrenando al Compostela- tomó el relevo de Vaz. Al final se salvó el equipo. Y Vaz dejó como frutos de su trabajo a José Ramón y a Fran.

Ese último tramo de la competición lo vivió Andrés García Yáñez fuera de Riazor. No quiso volver al estadio. Le sucedió en el cargo Carlos Morato, un prestigioso economista coruñés; pero solo aguantó unas semanas. Julio Meana, también miembro de la directiva, acabó el curso. El Deportivo se quedó en Segunda e inició un proceso electoral que culminó con Augusto César Lendoiro como presidente, al no haber más candidatos. García Yáñez fue el predecesor de la mejor época de la historia del club coruñés. No pudo arreglar la situación financiera, con más de 400 millones de pesetas de deuda, y su sueño del ascenso no lo vivió. Eso sí, se dejó dinero y salud en el empeño.