La crónica Deportivo - Espanyol
Indulto mutuo
El Dépor tira la primera parte, sin ritmo ni intención, y reacciona tras el descanso para perdonar la vida al Espanyol, que pudo llevarse el triunfo al final - Un punto para cada uno y otra oportunidad perdida
A estas alturas de temporada el Deportivo ya no engaña a nadie. Es lo que se ve, un querer y no poder. Tiene cosas buenas, las suficientes como para mantenerse en Primera, pero también grandes carencias, empezando por el gol. Ayer solo le faltó eso, un poco más de acierto de cara a puerta para poner el partido de cara en la segunda parte. Oriol Riera y Cavaleiro desperdiciaron sendas ocasiones claras antes de que el Espanyol tuviera las suyas. Al final, un punto y gracias después de los sustos en los últimos compases, sobre todo el remate de Javi López al larguero. Por lo menos el Dépor suma, un consuelo menor porque desperdició una ocasión inmejorable para dar un paso de gigante en su carrera por la salvación.
Sorprendió la salida del equipo coruñés, medio adormilado y sin dar la sensación de estarse jugando la vida. Empezó frío, contagiado por el desangelado ambiente que presentaba Riazor. Silencio en la grada y también en el campo. Nadie dijo "aquí estoy yo", ni siquiera Fariña, la gran novedad en el once. Víctor Fernández centró su posición y desplazó a Lucas a la derecha para situar al argentino de enganche, donde más le gusta. Sin embargo, apareció poco y casi siempre demasiado lejos de la portería contraria, donde sus quiebros son estériles.
Fue un partido de los feos de verdad, sobre todo esos primeros 45 minutos regalados por el Dépor. Tampoco es que el Espanyol hiciera gran cosa, pero sí combinó con el suficiente criterio para llegar con peligro a la meta de Fabricio. Sidnei evitó el remate de Lucas Vázquez poco antes del gol anulado por fuera de juego. Por momentos daba la sensación de que eran los catalanes quienes jugaban en casa y de que el Dépor tenía bastante con el empate. Un remate de Cavaleiro a las manos de Casilla y otro desviado de Fariña fueron las mejores aproximaciones del conjunto coruñés en toda la primera parte. Oriol Riera peleó todos los balones, como de costumbre, pero solo recibió uno dentro del área.
Al Dépor le faltaba ritmo con la pelota, fluidez en campo contrario y, sobre todo, último pase. Una y otra vez se estrellaba contra la ordenada defensa del Espanyol, un rival bien plantado atrás y a la vez veloz a la contra pese a la ausencia de Sergio García. No tuvo problemas para contener los tímidos ataques del equipo coruñés, lento en las transiciones, casi parsimonioso, como si fuese un partido de pretemporada en vez de una auténtica final por la supervivencia en la elite. Muchos pases en horizontal y poca profundidad, ninguna. Tan atascado estaba el Deportivo, que lo mejor que le podía pasar era que se llegara al descanso con el 0-0 intacto para recomponerse y buscar otro plan más efectivo.
Bastante más intención le puso a la vuelta de los vestuarios. Metió una marcha más de las tres que se guardó en la primera mitad y se fue arriba de forma más descarada. Cinco minutos tardó en fabricar su primera ocasión tras un centro de Luisinho que Oriol Riera cabeceó fuera. Lucas también apareció en ese tramo inicial del segundo acto para disparar raso, ligeramente desviado. Por fin el Dépor daba verdadera sensación de querer hacer daño. Con más corazón que fútbol, pero con convicción suficiente como para arrinconar al Espanyol, que reculó aún más tras la entrada de Salomão.
El portugués demostró su verticalidad prácticamente en su primera intervención, colándose hasta la cocina para meter un balón al área que no encontró rematador. Su estreno liguero animó a sus compañeros y también a la la afición, esperanzada con que el luso pudiera ser el futbolista que decantara el partido. Un envío suyo dejó a Oriol Riera solo ante Casilla, pero el catalán se entretuvo y acabó disparando alto (m.66). Ocasión clara, aunque no tanto como la que Cavaleiro erró diez minutos después. Álex Bergantiños le filtró una asistencia de lujo y el portugués dejó botar el balón y acabó perdonando el 1-0.
A partir de ahí se le apagaron las luces al equipo coruñés, que siguió abusando del fútbol directo. Volvió a su versión más previsible, la del balonazo en largo y a ver qué pasa. No cambió nada, únicamente el encargado de bajar los balones aéreos tras la entrada de Toché por Oriol Riera. Lo demás, siguió igual o incluso peor, porque la apuesta de Víctor por Juan Domínguez en lugar de Álex no tuvo éxito. Más bien, todo lo contrario. El naronés entró para dar fluidez al juego pero apenas intervino y el Espanyol se hizo fuerte en el centro del campo para llevar el partido definitivamente a su terreno, el del control más absoluto ante un Dépor cada vez más ansioso.
Sergio González también movió sus fichas y le dio más consistencia a su equipo con Mationi y Montañés. El Espanyol acabó bastante más entero que el Dépor, desfondado por el esfuerzo físico y mental. El último cuarto de hora fue la escenificación perfecta de ese querer y no poder en el que se ha convertido el equipo coruñés. Solo le quedó el corazón, nada más, para seguir metiendo balones en el área. Por lo menos, derrochó coraje hasta el final, aun a costa de resquebrajarse con demasiada facilidad. Le faltó equilibrio y orden en ese último cuarto de hora en el que casi se queda sin nada, ni tan siquiera un punto. Porque fue el Espanyol el que dispuso de las últimas dos oportunidades claras. Primero, el remate de Javi López al larguero a la salida de un córner; y poco después, la falta directa lanzada por Arbilla y rechazada por Fabricio con los puños. No dio para más el partido, únicamente para comprobar la impotencia de este Dépor condenado a tener que sufrir hasta el final.
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