Ver a Laure cerrando, haciendo surcos en el césped, llegando a línea de fondo por puro empuje, por dignidad, por saber hacer, porque aunque sea de Fuenlabrada siente esto como propio... Esa imagen fue la constatación de lo mucho que se ha hecho mal esta temporada. Nunca ganará un Balón de Oro ni una Champions, pero está cerca de competir, de mostrarse honrado y determinado en un campo de fútbol. Donde otros picotean a la espera de otro menú, él se come la hierba. Juega sin dejarse nada, a lo que puede y sabe, no a lo que quizás le gustaría. Como debería haber hecho el Dépor. Más Laure y menos buen pie, menos pájaros en la cabeza de la zona noble. En el fondo, ha sido todo un problema de realismo. Si las decisiones desde arriba no fomentan un análisis y un plan apegados a la realidad, poco se le puede pedir al soldado raso, salvo que haya estado en todas las batallas, como Manuel Pablo.

El error no fue prescindir de Fernando Vázquez si no había confianza, el problema fueron las formas, el cuándo y, sobre todo, el mensaje que se enviaba firmando a Víctor Fernández. Fuera de onda. Sus continuas referencias a un fútbol alegre y que emocione cuando se medía a equipos mejores, cuando no tenía la materia prima para tal cometido; su perfil de técnico conductor y no interventor; su desdén con activos de la plantilla de Segunda División. Todo eso despista cuando el grupo tenía que armarse y echarle el diente a cada punto. Todo con una plantilla que, en muchos momentos y en algunos sectores del vestuario, no ha sido consciente de lo que había en juego. Una apuesta poco realista por un futbolista de un perfil frío, inadaptado a las urgencias, que ni siente ni empatiza con el entorno, al que la realidad blanquiazul que le rodea no le cala o directamente le resbala. Cada impacto al grupo, ya fuese desde el banquillo o el despacho, no fue el adecuado. Todo ese caldo de cultivo acaba creando una bola que, mezclada con el nerviosismo y la fractura social, se hace enorme. Todo tan conocido, dolorosamente repetitivo. Y así, a 5 de mayo y camino de Segunda.

Las consecuencias del desastre han colocado al Dépor agarrado a una tabla y en el medio del mar. El sábado remó, remó, nadó como nunca. Naufragar no es ahogarse. Aún te puedes salvar, aunque nadie te lo asegura. A merced de los elementos. Y es lo que le queda: agitar los brazos, orientarse hacia un punto de referencia y mantenerse a flote a la espera de que en algún momento en tres semanas atisbe tierra firme. El Villarreal llegaba azotado por las bajas y descabalgado de la Liga. El empate no es menor, pero tenía que haber ganado. No hay salvedades. En una nueva apuesta de Víctor Sánchez del Amo, el grupo se personó en el duelo más entero. Armado desde los laterales, en torno a Lucas y con la intensidad mínima exigible. Coherente. Como tenía que haberlo hecho muchas más veces. Ese ardor que le impulsó en su empuje fue el que le consumía por dentro. Las ideas no sobraban y los nervios las terminaban de aniquilar. Cierta incapacidad sometida a un gran test de estrés. Mal asunto. Las idas y venidas acabaron en una igualada que deja al equipo coruñés igual de famélico. Es muy probable que sea tarde. Una realidad tan tozuda como el hecho de que es un absurdo rendirse. El camino es el que ya tenía que haber tomado en junio. Ahora hay menos trecho y parte en desventaja, pero solo la meta sentencia. Dos golpes de riñón, ya tocará escrutar la foto-finish. Y la historia le debe una al Dépor.

Morder la mano

Solo un dedo de actitud de los jugadores y Riazor les dio la mano. Los focos viraron hacia el incidente de Lucas, pero lo que llenaba el espacio, la prueba del algodón social, fue el aumento de decibelios de una grada que presume de no dar nunca la espalda. Ojalá esa actitud se pudiese trasladar a todas las zonas del estadio. En Marathón Inferior puede que haya alguien que considere que tiene que ajustar cuentas con Lucas o Álex. Si tienen razones, las malas formas les inhabilitan. Y si el Dépor nos une y los dos coruñeses, con todas sus naturales imperfecciones, tienden la mano en una situación crítica, ¿por qué se muerde por sistema? ¿Importa la mano o morder? ¿El Dépor o su lucha?