Celso desencadenado es mucho Celso. Cada vez que Borges golpea el viento con su puño tras un gol en realidad se está explicando como futbolista. Él es un pegador, un llegador. De los que hincan el diente, no de los que mastican la jugada. Y el Dépor por fin le ofrece el hábitat necesario para que desate su voracidad. Le pasa como a gran parte de los futbolistas de este grupo. Los que vinieron y los que estaban. El equipo está mejor montado, más junto y con las ideas claras, y así florecen los nombres propios. Para Borges no es lo mismo multiplicarse junto a Álex en la destrucción y en la elaboración de un equipo deslavazado y con miedos, que reposar los deberes con la pelota en Mosquera y Fayçal y él dedicarse a parchear lo justo y pegar y pegar. Lo que realmente le gusta. Esta versión de Borges es más parecida a la noruega o a la que se puede ver cada vez que se enfunda la camiseta de su selección. El Dépor por fin podrá aprovecharse del verdadero Celso.

No era raro verlo apretando al portero cuando blocaba en dos tiempos, nada le saciaba. En esa labor fue el complemento de un Lucas Pérez redondo. Al coruñés le adornaban hasta ahora sus fogonazos, su carácter, su necesaria omnipresencia en el juego, lo que se intuía... En Vallecas se mostró de manera definitiva y completa. Hacía tiempo que un futbolista del Dépor no se metía con tal suficiencia un partido bajo el brazo. El primer tramo de la segunda parte fue lo que él quiso y todo deslumbraba. Amaya y Llorente aún deben pasar mala noche pensando en él. Lucas, siempre ambicioso, se fijaba más en sus fallos que en su gol al acabar el duelo. Que no se preocupe. Con que haga algo parecido cada semana los tantos caerán uno tras otro.

Uno de sus socios en el gol fue Pedro Mosquera. Su plasticidad futbolística nunca estuvo en duda, su facilidad para mezclar juego, tampoco. La incógnita era si sería capaz de hacerlo desde el puesto de cinco sin que el equipo fuese vulnerable, si estaría bien rodeado, sustentado. La respuesta se encuentra cada semana sobre el césped y es más que positiva. Él y Lucas son joyas, un cheque al portador, ya sea sobre el césped o en el mercado de traspasos. Buena gestión.

La casualidad, la llamada del Real Madrid y el mal ojo de los ojeadores han querido que Lucas y Pedro Mosquera diesen un buen rodeo para acabar llegando a la salida natural del fútbol de su ciudad, el Deportivo. Con matices y diferentes realidades, son dos productos de los modestos de A Coruña. El Victoria, el Santa María del Mar, el Galicia Gaiteira... Diferentes nombres históricos de un fútbol que en los años 40-50-60 se cansó de nutrir al primer equipo y llegó a ser considerada la mejor cantera de España con productos como Juan Acuña, Luis Suárez, Amancio, Jaime Blanco, Pellicer, Beci, Lechuga o Reija, entre otros. La aparición de estos dos futbolistas es la mejor manera de reivindicarlo, de no olvidarlo. Recuperar parte de aquella materia prima y saber encauzarla sería la mejor noticia para el futuro del Deportivo y de A Coruña.

El reto de Luis Alberto

Luis Alberto está siendo una de las sorpresas agradables de los primeros partidos del nuevo Dépor. A Lucas, a Mosquera, a Fayçal, a Fernando Navarro se les veía venir. La irrupción del andaluz ya no era tan esperada. Su gran reto esta temporada es demostrar que puede ser un futbolista de élite de pleno derecho. Lo anunció en la cantera del Sevilla y al Liverpool tampoco le gusta tirar el dinero, pero los pasos de su carrera se aceleraron en un momento delicado y no jugó siempre en años claves de su formación. Riazor le ofrece el escenario ideal.Todo parece encajar en el Dépor.