Los seguidores del Deportivo parecen estar ya acostumbrados a los partidos a las cuatro de la tarde. Comidas por los alrededores, intercambio de opiniones con los aficionados del equipo rival y cafés para afrontar el choque con energía. Como consecuencia, Manuel Murguía abarrotado. Así como todos sus locales. El sol volvió a brillar con fuerza -provocando que el público situado en Pabellón Inferior utilizase los folletos de publicidad para abanicarse- y el estadio registró una buena entrada (21.753 espectadores), pero la rivalidad con el Espanyol nada tiene que ver con la del Sporting de Gijón y el encuentro fue algo diferente al vivido el pasado domingo. Pocos se atrevieron a hacer el viaje Barcelona-A Coruña para disfrutar del encuentro.

La afición blanquiazul, sin embargo, no necesita mucho para montar una gran fiesta. Parece que todos han olvidado -o se esfuerzan por hacerlo- los malos momentos atrevesados el curso pasado y juntos tratan de impulsar al equipo. Los cánticos, como es habitual, nacen en Marathon Inferior, pero se propagan por Riazor en cuestión de segundos. Los gritos empezaron ayer pronto, sobre todo para protestar al árbitro por algunas de sus decisiones, y cuando el reloj marcaba los catorce minutos de juego llegó el primer subidón de la tarde. Aunque el gol fue en propia meta, jugadores y público se mostraron satisfechos por verse por delante en el marcador. Y es que la asignatura pendiente era ganar en casa. Lo ha repetido Víctor Sánchez del Amo y también algunos de sus pupilos a lo largo de la semana. Además, en los bares no se hablaba de otra cosa desde que el jueves el Dépor ganó en Sevilla para sumar su segunda victoria consecutiva a domicilio.

Tocaba en Riazor

Era el turno de triunfar en el templo deportivista. Como aperitivo, el Fabril arrolló al Vilalbés (5-1) en Abegondo, lo que provocó una fuerte ovación cuando el resultado fue reflejado en el videomarcador. El filial había sumado, le tocaba al mayor. Desde la grada también sonreían los descartados, que comentaban las jugadas de sus compañeros. Ni siquiera el disparo al palo de Diop asustó. Un sonoro ¡uy! y cada uno a lo suyo.

Si el primer gol había desatado la euforia, el segundo enloqueció a todo el estadio. El tándem Luis Alberto-Lucas enamora. El coruñés dedicó su tercer gol esta temporada a la grada. Los que animan, apoyan y nunca se rinden. La reconcilación. Cuando el speaker gritaba por la megafonía "Lucas" tras el tanto, Riazor contestaba "Pérez" al unísono. La banda sonora que parece va a acompañar al Deportivo a lo largo del curso, y sino basta con analizar la segunda parte. Apenas una jugada tras el paso por vestuarios, y el delantero de Molenos ya subía el tercero al marcador. Sin tiempo casi a que los aficionados ocupasen sus asientos. Cuando dejó su sitio a Fede Cartabia, todo el estadio se puso en pie. Tampoco faltaron elogios para Pedro Mosquera, que fue cambiado por Álex Bergantiños, dispuesto a debutar en esta Primera División.

Una segunda parte tranquila, en la que se celebró que el club superó la barrera de los 25.000 socios, dio paso a un final de los que emocionan. Sin reproches ni protestas. La afición, con sus aplausos, agradeció al equipo su esfuerzo y celebró la primera victoria en Riazor. Hubo una intentona para que el público botase, pero algunos prefirieron permanecer sentados para disfrutar del resultado. No es un espejismo, es el nuevo Deportivo.