Su cara retirándose del campo no anunciaba nada bueno y el posterior diagnóstico de los médicos confirmó que Alejandro Arribas podía haber sufrido un percance serio durante el entrenamiento de la mañana en Abegondo. La tranquilidad de la sesión en una semana ausente de competición se rompió durante el partidillo cuando el defensa tuvo que retirarse acompañado de los médicos después de un mal gesto en su rodilla izquierda.

Tras una primera exploración, el central fue diagnosticado con un esguince de rodilla y el club precisó que permanecería pendiente de evolución. Arribas quedaba así a expensas de saber el alcance real de su lesión y el tiempo que estaría fuera del equipo. Pero llegó la sesión de la tarde y se obró el milagro.

Como si de Laure o Lopo se tratase, expertos en saltarse los diagnósticos de los médicos y acortar los plazos de recuperación más allá de lo razonable, Arribas se presentó al segundo entrenamiento del día sin rastro de esas molestias y con la intención de disputar el partido previsto frente al Fabril. Lo hizo.

El club no se desdijo del primer diagnóstico y precisó que desde un primer momento se advirtió de que Arribas dependería de su propia evolución. En cinco horas, esa lesión se esfumó, a pesar de que no anunciaba nada bueno.

El jugador enseguida se dio cuenta de que algo había ocurrido en su rodilla izquierda cuando conduciendo el balón cayó sobre el césped. De camino a los vestuarios el central le explicó a los médicos y a los fisioterapeutas que la articulación había hecho un giro antinatural. El diagnóstico recordó al de Lucas, al que un contratiempo similar condicionó toda la temporada pasada, o al de Fabricio, todavía al margen por unos problemas en los ligamentos.

La recuperación milagrosa del defensa le ahorra un imprevisto a Víctor Sánchez del Amo, quien a pesar de no haber competición esta semana podría encontrarse con tan solo dos centrales para recibir al Athletic el domingo que viene.