Nadie sabrá nunca qué hubiera pasado si el Deportivo llega a salir valiente desde el inicio, como hizo en la segunda mitad. Es fútbol ficción, pero tras el descanso demostró que tiene argumentos, por lo menos para competir ante cualquiera. Solo cuando se vio por debajo en el marcador creyó de verdad en que era posible hacer daño al Atlético. Cargó con fe hasta encontrar el premio del gol en una acción aislada, el error de Giménez que aprovechó Lucas para definir con maestría. Un lujo de gol que supone un puntazo para el Dépor, un empate de prestigio que sirve para seguir creciendo y recuperar las buenas sensaciones del arranque de temporada. Si quiere, puede. Esa es la conclusión.

Poco más de media hora se sostuvo en pie el plan que había diseñado Víctor Sánchez para plantar cara al Atlético. Exactamente 34 minutos, los que tardaron los rojiblancos en adelantarse en una acción aislada. Balón suelto al borde del área y remate impecable de Tiago para firmar el 0-1. Es lo que suele pasar ante los grandes. No necesitan hacer demasiado para marcar diferencias. A la primera, no perdonan, como anoche el Atlético.

Hasta entonces el Deportivo estaba haciendo un partido bastante serio, conteniendo al rival con las líneas muy juntas y ayudas constantes. El monólogo colchonero fue total desde el arranque. Suya fue la posesión, aunque sin apenas llegadas peligrosas hasta el tanto de Tiago. Manejó el balón, pero demasiado lejos de la portería de Lux. Le costó entrar en juego a Griezman y su equipo lo echó de menos. Poco más apareció Jackson Martínez, lo suficiente para protagonizar un par de ataques peligrosos. Sidnei, en el 12, se cruzó justo a tiempo para evitar el remate del delantero.

El central brasileño destacó en la fase inicial por su potencia y eficacia a la hora de entrar al corte. Estuvo muy concentrado, igual que el resto de sus compañeros. De eso se trataba, de no cometer ningún error para no dar facilidades a un rival tan peligroso. El Deportivo se hizo fuerte sin balón pero apenas dio señales de vida en campo contrario. Demasiado atrás y excesivamente replegado. Con Fayçal ayudando a Mosquera y Borges en el centro del campo, Lucas fue una isla rodeada de defensas. Corrió a la contra cada vez que pudo, pero apenas le sirvieron balones para que explotara su velocidad. Jonás, la gran sorpresa en el once, trató de iniciar alguna acción desde la izquierda. Poco pudo lucir pese a sus ganas de sumar para el equipo.

Con el paso de los minutos el Deportivo fue teniendo el partido cada vez más controlado. El Atlético movía el balón con rapidez de un lado al otro, pero sin encontrar un resquicio para dar el último pase y crear ocasiones claras. No le importó al Dépor que el balón fuera propiedad exclusiva del rival. Se atrincheró y defendió con todo a la espera de dar un zarpazo en alguna acción aislada. Un plan arriesgado teniendo enfrente a un oponente con tanta pegada como el Atlético. No necesitó que Griezmann o Jackson desequilibraran. Ni siquiera el dinámico Carrasco, muy participativo y con una enorme movilidad. Esta vez fue Tiago el que cambió el partido con su gran golpeo desde la frontal del área.

El Deportivo tenía una hora por delante para cambiar el plan y tratar de hacer daño en busca de algo positivo. La hoja de ruta que había elegido Víctor ya no valía para lo que quedaba de partido. Necesitaba más y mejores armas. Y fe, mucha fe. Tenía que dar un paso al frente y tomar cada vez más riesgos. Poco cambió la forma de atacar en la recta final del primer acto, en el que la ocasión más clara volvió a ser visitante. Fue a balón parado, tras un córner que Godín cabeceó al palo y Griezmann remachó al cuerpo de Lux en boca de gol. Susto grande para el Dépor, que pedía a gritos que llegara al descanso para recomponerse y buscar soluciones.

La salida tras pasar por la caseta fue otra historia. El Deportivo tomó el balón y de golpe intentó todo lo que no había hecho en el primer acto: buscó amplitud, trató de triangular y se cargó de convicción para inquietar a Oblak. Un centro de Jonás que Lucas no pudo rematar acabó de espolear al equipo. El Dépor se sacudió los complejos y planteó otro partido. Definitivamente, dejó los miedos en el vestuario para tratar de tú a tú al Atlético. Lo confirmó Cartabia culminando dos buenas jugadas con sendos disparos lejanos a las manos del portero. Un escenario nuevo, diferente, pero que no le iba mal a los colchoneros. Sabían que el Dépor se iba a estirar y dejaría espacios. Solo tenían que esperar su momento para matar el partido a la contra. Ese era su plan para la segunda parte, tener paciencia y armar una muralla en campo propio. Pero le acabó saliendo mal.

La salida en tromba tras el descanso fue poco a poco decayendo. Pasó factura física el desgaste de la primera media hora, corriendo sin descanso detrás del balón. El Deportivo estaba justo de oxígeno, empezando por Jonás. Se vació y lo dio todo hasta que Víctor decidió sentarlo para dar entrada de Luis Alberto, de nuevo suplente de lujo. Buscaba soluciones el técnico con el gaditano pero el que cambió el partido ya estaba en el campo desde el inicio: Lucas Pérez. El de casi siempre. En el 77, peleó con fe por el balón y aprovechó el regalo de Giménez para definir con maestría. No se precipitó para rematar. Esperó al momento justo, como los grandes nueves, y cruzó el balón para establecer la igualada. Lujazo. Con un cuarto de hora por delante, el Deportivo tenía que elegir entre volver a atrincherarse o continuar por el camino de la valentía. Optó por esta segunda vía, la de buscar otro gol con el que completar la remontada. Y a punto estuvo de firmarlo Fayçal con un zapatazo que hizo templar la cruceta. El Dépor no se conformó. Acabó el partido golpeando ante un Atleti, que pagó cara su siesta tras el descanso. Una parte para cada uno y justo reparto de puntos.