En busca del ariete perdido. La luz de Lucas ciega el juicio al hacer cualquier consideración en torno a la delantera del Dépor. Está a un nivel y es tal la dulzura de su momento que es capaz de reajustar cualquier desequilibrio. Si le pusiesen unos guantes, también pararía. Aun así, es innegable que hasta ahora uno de los aspectos deficitarios de este Dépor ha sido su nueve. El coruñés ha solventado estas carencias y Víctor Sánchez del Amo ha ido alternando a Oriol Riera y Jonathan Rodríguez sin que ninguno tomase el puesto por asalto. El interesante partido del uruguayo ante el Sevilla y la lesión del catalán abren un nuevo escenario. Jonathan dio un paso al frente el sábado.

A pesar de las dificultades físicas y futbolísticas que plantean los equipos de Emery, el charrúa se batió con sus centrales. Peleó y por momentos los desquició. Su combatividad conectó con una grada de Riazor siempre agradecida ante cada gota de sudor. Jugada tras jugada se le veía crecer, aunque el paso de los minutos le fue apagando. Se le notó por primera vez desde que pisó A Coruña con el poso y el punto de velocidad y seguridad necesario para romper un partido. Justo lo que necesita el Dépor.

Era lógico que le costase en los primeros meses. Es joven, un país extraño, se pasó semanas en la grada, solo había sido importante en el fútbol sudamericano y en Lisboa no jugó más que un puñado de partidos intrascendentes en la segunda portuguesa. Está en un momento que definirá si es un futbolista para labrarse un futuro en la élite europea o, por el contrario, debe batirse en retirada hacia el otro lado del charco. El Dépor puede beneficiarse de esa confirmación. El siguiente paso es el gol. Lo necesita. Es su razón de ser y le empujará. Algún día Lucas Pérez dejará de ser sobrehumano y hay que tener alternativas. Su gran estado de forma le resta urgencia a la búsqueda, a su eclosión. Jonathan Rodríguez tiene varias semanas con el camino despejado para convertirse de verdad en un valor para este emergente Dépor.

Las buenas noticias no llegaron únicamente en el área contraria. Con el uruguayo hay analizar su progresión. Cualquier indicio anima por su juventud y por la necesidad de más armamento arriba. Desde hace algunas semanas con Alejandro Arribas no hay que buscar matices a sus actuaciones. Cada rechace por alto, cada salida al corte pone en evidencia el poderío de un defensa que buscaba reafirmación tras un año titubeante en Sevilla. La presencia de un líder como Sidnei y de un futbolista tan completo como Pedro Mosquera le beneficia, le ayuda a centrarse en sus áreas. De la solidez de ese triángulo nace gran parte de la seguridad de este Dépor. Mejora a compañeros como Juanfran y da sustento al entramado que permite lucirse a Lucas y a otros muchos en tareas ofensivas.

Los nombres propios brotan en este grupo pero lo que prevalece es el equipo y la competitividad que muestra cada fin de semana. Se mide a cualquiera y no sale mal parado. Las buenas sensaciones empequeñecen cualquier contingencia. Fayçal Fajr parecía imprescindible y lleva tres semanas en el banquillo. Y el Dépor no pierde. Entra uno, sale otro. Casi nadie es imprescindible. La propuesta sigue intacta.

Cardoso

La Copa le sirvió al equipo coruñés para degustar una remontada, para oxigenar su plantilla y para pillar velocidad de crucero en una temporada de eterno respiro. Hubo muchas oportunidades, se repartieron los méritos y si hay alguien que llamó la atención, ese fue Cardoso. En Tercera pidió paso. La duda era si al subir categorías seguiría dando el nivel. Y rodeado de futbolistas de Primera y ante un Segunda no sólo no se desentonó, sino que fue de los mejores. Incisivo, asociativo. Está para jugar más arriba. Y si no hay lesiones en el primer equipo, su panorama es el de un año en blanco. Quizás el mes de enero sea el adecuado para replantear su situación. Si en el futuro su sitio está en el Dépor, es muy probable que el camino tenga paradas intermedias y alguna no sea en A Coruña. Cuanto antes, mejor.