Llegaba el Deportivo al Camp Nou con la esperanza de sorprender al todopoderoso Barcelona del triplete y vaya si lo hizo. El marcador le parecerá inverosímil al espectador poco familiarizado con el conjunto de Víctor Sánchez del Amo e incluso a la parroquia blanquiazul le podrá resultar insólito, pero este equipo se ha instalado en lo extraordinario desde el inicio del campeonato. Ya no sorprende y no por ello deja de resultar inesperado. Puede extrañar que el penúltimo equipo de la Liga en cuanto a coste de plantilla consiga igualar al campeón en su estadio, pero esa sensación se diluye en cuanto se comprueba que los deportivistas llevan quince jornadas asomados a la parte alta de la clasificación, suman tan solo dos derrotas y son el conjunto que menos remates concede de toda la categoría. Con esas credenciales se presentó en Barcelona, donde consiguió un empate que amplía su momento dulce y afianza las ilusiones despertadas alrededor de este proyecto.

Competitivo durante todo el partido y tan solo superado durante tramos aislados, el Deportivo encontró el premio a su tremendo esfuerzo en los tantos de Lucas Pérez y Álex Bergantiños. Los goles coronaron la soberbia actuación colectiva blanquiazul, el rasgo que mejor distingue al equipo de Víctor Sánchez del Amo desde que arrancara la temporada.

Por encima del rendimiento individual de los jugadores, por encima incluso de Lucas, un plus de categoría dentro del equipo, lo que convierte a este Deportivo en un conjunto capaz de plantarle cara al Barcelona en el Camp Nou es su tremendo rendimiento como grupo.

Víctor es consciente de ello y por eso en cada comparecencia subraya la importancia de mantener ese rasgo de identidad por encima de cualquier otro aspecto. A un lado quedan los planteamientos o los sistemas, cambiantes desde el arranque del curso por la permeabilidad del técnico a distintas propuestas y su resistencia a encasillar al equipo en un registro que no sea el de la solidaridad colectiva.

Así se plantó frente al Barcelona, con cambios obligados en el once y también alteraciones en la manera en la que el equipo afrontó los compromisos más recientes. Con Fayçal en lugar de Mosquera y Laure en el costado derecho de la defensa, Víctor liberó a Lucas y Jonathan de la tarea de presionar la salida de la pelota y no se les vio perseguir a los rivales como hicieron ante Celta o Sevilla. Fayçal también quedó exento de esta tarea, a la expectativa de una salida rápida al contragolpe, y el Deportivo se entregó a una defensa con siete hombres tan ordenada que el Barcelona apenas encontró algún resquicio.

Consciente del abuso que puede llegar a ejercer sobre la pelota el conjunto azulgrana, Víctor escogió poblar las inmediaciones del área para que ese dominio se volviera inocuo. El posicionamiento deportivista arruinó el juego de los de Luis Enrique, que apenas encontraron soluciones para acercarse a la portería de Lux. Lo intentaron Iniesta, Messi y Suárez, pero por allí siempre aparecía algún jugador deportivista para mantener el partido igualado.

Insistía el Barça y resistía el equipo blanquiazul, que sin embargo también mostró los dientes en alguna ocasión. En una que consiguió asomarse en campo contrario, Juanfran colocó un centro preciso hacia Jonathan, de esos que llevan la suficiente fuerza y la parábola necesaria como para que los defensas tan solo la vean pasar por delante de los morros. El uruguayo, sin embargo, controló de manera defectuosa, se dejó el balón un poco atrás y remató cuando ya tenía encima a Claudio Bravo.

Con las bandas anuladas y el carril central superpoblado, al Barcelona le quedaba el recurso de la calidad individual de sus jugadores. Una falta de Luisinho sobre Suárez dejó a Messi en una de sus posiciones favoritas a balón parado. Se estiró Lux, pero era imposible llegar a la pelota de su compatriota.

El tanto destempló a los blanquiazules durante lo que quedaba de la segunda mitad, a pesar de que desde la banda Víctor les animaba a dar continuidad a la apuesta inicial. El descanso les sentó mejor y en apenas tres minutos Jonathan tuvo una doble oportunidad que no sirvió para dar por finalizado su gafe. Un tanto en el Camp Nou hubiera supuesto el empujón definitivo para el uruguayo, más centrado, participativo y peligroso en las últimas jornadas, pero todavía peleado con el gol.

El plan deportivista, sin embargo, presentaba alguna que otra laguna. Una de ellas eran los lanzamientos lejanos porque los blanquiazules permitían en ocasiones que los rivales se acercaran lo suficiente al balcón del área como para pensárselo. Rakitic no lo hizo y conectó un disparo potente que también hizo inútil la estirada de Germán Lux.

Quedaba media hora por delante y la duda de qué haría a partir de entonces el Barça, pero los de Luis Enrique se empacharon de balón y se colocaron en la puerta de embargue rumbo a Japón para disputar el Mundialito sin percatarse de que enfrente aún tenían al equipo de Víctor Sánchez.

Fue entrar Cardoso y demostrar que todavía quedaba partido. Primero mandó un balón al larguero que Lucas remachó a la red en fuera de juego y después asistió al coruñés para que acortara distancias en el marcador. Sexto gol consecutivo para él.

Lucas prolongaría su protagonismo asistiendo a Álex Bergantiños, al que en esta ocasión le tocó celebrar como propio el gol que supuso la igualada y certificaba una sorpresa más que merecida.