Desde hace unos meses siempre es Navidad en Riazor. Ese estado de alegría perpetua, ese eterno viento de cola, fue el que le empujó en un duelo incómodo que acabó cerrando entre los 'olés' del deportivismo. El Eibar le intentó aguar el fin fiesta en su estadio, pero el equipo coruñés supo agarrarse al duelo, esperó a que la suerte le sonriese y luego fue capaz de tener respuesta a una situación adversa. Un equipo de mil recursos que saboreó un nuevo triunfo. Lucas, renovado por la compañía de Luis Alberto, fue de nuevo el líder. Doce goles, siete semanas seguidas marcando. Imparable, al igual que su Dépor.

El equipo coruñés se encontró de entrada con que le habían usurpado parte de su papel. De esa fórmula mágica de la presión y la velocidad solo le quedaba el 50%. El Eibar era que el le apretaba arriba, el que le hacía sentirse a disgusto en la salida de balón. Ni siquiera la presencia de Mosquera, Álex y Fayçal aliviaba el agobio. Más que nunca tuvo que aferrarse el Dépor al balón en largo y a Lucas.

Para el zurdo coruñés siempre es una alegría jugar en Riazor. Pero se le presentaba la posibilidad de igualar una cota histórica de Bebeto y regresaba su socio preferido... El panorama era perfecto para que diese un poco más y lo hizo. Tuvo iman para todos los balones a la espalda y, con el apoyo del andaluz por detrás, empezó a darle buscarle las cosquillas al equipo de Mendilibar. El plan armero era casi perfecto, pero el Dépor cuando salvaba esa primera línea de presión, sus zagueros les temían.

El Dépor iba creciendo en el área rival, lo pasaba mal en la propia. El conjunto vasco recuperaba arriba y con facilidad. Se mostraba más que eficiente con el balón en los pies y Keko era incisivo por su banda. Enrich y Bastón olían a peligro. Con un poco de suerte y otro tanto de la labor de Sidnei, Arribas y Navarro, el equipo coruñés logró salir vivo de ese trance.

Empezaba a ir a más en las zonas calientes. Eso sí, por momentos su fútbol se volvía rudimentario. La alternativa a las conexiones entre Lucas y Luis Alberto eran los balones largos de Lux al coruñés. En una de esas acciones el zurdo sacó petroleo. Penalti. Así lo vio el árbitro. No era, pero el '7' lo peleó hasta forzar el error. Así es él. El premio, la ventaja para el Dépor y una nueva barrera histórica derribada.

El Dépor debió rumiar en el descanso que necesitaba una versión mejor de sí mismo para no depender la suerte o los regalos. Entre la intención y el hecho, medió el Eibar. El equipo de Mendilibar, castigado por un fallo arbitral y dos lesiones musculares, veía como se le agotaba el tiempo para ser protagonista en el marcador. Al mando de Inui, quemó sus cartuchos en el primer cuarto de hora. A los coruñeses les tocaba resistir con el consuelo del 1-0 y de que, en breve, se acabaría el fuelle vasco.

Y así fue. La última media hora, ya con Luis Alberto relevado por Fede Cartabia, pintaba a crecimiento y tranquilidad en busca del 2-0. El Eibar estaba tocado en el ánimo y en los pulmones. No podía disimularlo. Solo un giro inesperado podía variar un guión más que previsible. Y llegó el volantazo. Luisinho fue el protagonista de una acción que pudo cambiarlo todo.

Solo él, el árbitro y las mil repeticiones de las moviolas televisivas podrán dictaminar si hubo contacto. Lo que no debió hacer nunca el portugués fue tentar a la suerte dejándose caer con una amarilla en el bolsillo. Un nuevo error y no es el primero suyo. Dejó enxpuesto a su equipo. Menos mal que la confianza y el fútbol de sus compañeros redujeron el sufrimiento a tan solo cinco minutos.

El Dépor se quedó con diez, parecía jugar con doce. Empezó a tocar, a multiplicarse, y el esfuerzo tuvo pronto premio. Un remate de pecho-cabeza de Arribas, 2-0 y partido resuelto. Su rival estaba hundido, no le había dado tiempo ni a levantar la cabeza. El duelo murió entre los 'olés' de Riazor, una estremecedora ovación a Lucas y la satisfacción de una afición que pasará las Navidades en Europa. ¿Quién lo iba a decir allá por mayo? Con lo que ha sufrido...